Guatemala se ha caracterizado por tener uno de los más débiles sistemas de partidos políticos porque se cuenta más con organizaciones de mercadeo que instituciones ciudadanas de representación ideológica y programática. Desde la apertura democrática hasta la fecha, la propuesta e identificación con políticas de Estado, se ha ido minimizando porque se vive para obtener votos, no para tomar las decisiones que vengan a transformar a Guatemala.
El desencanto del ciudadano con cada gobierno es por eso: Se da un voto emocional en detrimento del racional y, en el mismo inicio de cada período de gobierno, se genera el desencanto ante las decisiones que se toman por ser desconocidas, pero que tampoco fueron exigidas por el electorado en el momento de entregar su voto.
En una muy reciente historia, vimos como los personajes y partidos que nos han gobernado y siguen ejerciendo de alguna manera el poder, desde PAN, FRG, la GANA y, ahora, la UNE, durante sus campañas se dedicaron a atacar y denunciar lo que, en ese momento, consideraban como los excesos del poder reflejados en corrupción y en falta de conocimiento del país para terminar en repartir las culpas correspondientes a la situación que tiene a los guatemaltecos sumidos en una violencia que desangra, una pobreza que mata de hambre y una corrupción que no tiene castigo y que deja vacías las cajas de un erario que no alcanza para dar las atenciones mínimas.
Pero ahora, como por arte de magia, resulta que esos «enemigos» de momento, aquellos a quienes en foros, tarimas y anuncios se calificaban de corruptos e incapaces, se anuncian juntos para participar electoralmente. En política es necesaria la madurez que tienda puentes de diálogo y que generen acuerdos que faciliten la ejecución del poder. Sin embargo, es muy diferente esa actitud madura y de compromiso con el país, al descarado «juego» político que une intereses sobre ambiciones de un reducido grupo que no quiere soltar la vaca del ordeño.
Es lamentable ver que mientras en el país se discute la necesidad de una transformación que pase desde lo institucional, lo fiscal y hasta el compromiso social, para proveer de los servicios básicos a los ciudadanos, algunos que buscan tener el control de la dirección administrativa del Estado solo piensan en cómo sumar dominio distrital sin pensar en las coincidencias de una ruta política que se refleje en el desarrollo del país.
Este sí es un «juego» político. Lamentablemente, en este juego siempre se sabe quién es el perdedor y, como ya lo sabemos, es una Guatemala que refleja en cualquier indicador, en cualquier reporte de entidad internacional y en el mismo sentimiento de sus ciudadanos, que existen muy pocas razones para sentirse optimistas. Por cuestiones como esta, es que siempre se ha dicho que el guatemalteco no tiene memoria que ayude a generar el respeto de los políticos.