Un techo para mi paí­s


FOTO LA HORA: AFP MARTIN BERNETTI

Niños observan cómo trabajan los jóvenes voluntarios convocados por el jesuita Berrí­os.» title=»FOTO LA HORA: AFP MARTIN BERNETTI

Niños observan cómo trabajan los jóvenes voluntarios convocados por el jesuita Berrí­os.» style=»float: left;» width=»250″ height=»156″ /></p>
<p>El último golpe de clavo pone fin a dos dí­as de arduo trabajo. Fueron 16 las viviendas de madera construidas codo con codo por familias de un foco de extrema pobreza en Santiago y voluntarios de «Un Techo para mi paí­s», un trabajo social que mueve a unos 200 mil jóvenes en América Latina.</p>
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El proyecto «Un techo para mí­ paí­s» ha logrado la participación de decenas de voluntarios en Chile.» title=»FOTO LA HORA: AFP MARTIN BERNETTI

El proyecto «Un techo para mí­ paí­s» ha logrado la participación de decenas de voluntarios en Chile.» style=»float: left;» width=»250″ height=»203″ /></p>
<p>En esos dos dí­as 200 jóvenes descargaron camiones, nivelaron el terreno, excavaron para poner pilotes y levantaron las 16 nuevas viviendas del asentamiento «Esperanza y Fe», en el norte de Santiago.</p>
<p>Son de apenas 18 m2 y no tienen cocina ni baño, pero de algún modo estas casas representan un avance frente a las precarias viviendas de madera y lata que dejan atrás estas familias, en el inicio del camino para superar su condición de extrema pobreza.</p>
<p>La filosofí­a del plan es que las familias -que utilizan baños y cocinas comunales- tengan un lugar digno mientras buscan una solución de vivienda definitiva.</p>
<p>Para Tito y Etelbina, una joven pareja, su nueva vivienda significa un estí­mulo tras ocho meses de luchar por dejar las drogas.</p>
<p>«Vamos a empezar una nueva vida», comentó Etelbina, en medio de la construcción, cuando trasladaba enseres junto a su hijo Jefferson.</p>
<p>Construida sobre bases que la aí­slan del suelo y la humedad, las inundaciones o las plagas, cada vivienda está hecha con paneles prefabricados de madera, a un costo estimado en 500 dólares.</p>
<p>En la construcción de cada vivienda de emergencia participan entre 8 y 10 voluntarios de «Un techo para mi paí­s», una organización presente en 15 paí­ses de América Latina que surgió en 1997 por iniciativa del jesuita chileno Felipe Berrí­os y que hasta ahora ha construido 42 mil.</p>
<p>Con palas, picos y un entusiasmo que desborda, los jóvenes se involucran de lleno. «Este es un proyecto donde los jóvenes no son invitados sino protagonistas», dice Berrí­os.</p>
<p>En Chile el proyecto ha recibido crí­ticas por atraer sólo a una élite de universitarios, que muchas veces ingresan no necesariamente por altruismo.</p>
<p>«Me da lo mismo qué los lleva a ingresar. Si van porque hay niñas bonitas o porque no tení­an nada qué hacer. Lo importante es cómo regresan», dice Berrí­os.</p>
<p>Las familias beneficiadas aportan cerca de 10% del valor de la vivienda y participan también de la construcción.</p>
<p>«La idea es que las familias se organicen y luchen por salir adelante», explica Claudio Castro, director social para América Latina de la organización.</p>
<p>Se trata de que no sea asistencialismo, y eso explica el diseño de la vivienda de emergencia. «Es muy básica, para que no sea tomada como definitiva», agrega.</p>
<p>La iniciativa incluye también planes de educación y capacitación en oficios.</p>
<p>«Un techo para mi paí­s» no recibe aportes estatales ni de la Iglesia Católica. El 90% de su financiamiento proviene de empresas y el resto de campañas públicas y concursos de organizaciones internacionales.</p>
<p>Está presente en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay, y su meta es llegar a toda América Latina en 2010.</p>
<p>La iniciativa construyó casi 200 viviendas de emergencia en Brasil, algunas de ellas en la favela Projecta, de Sao Paulo.</p>
<p>En Argentina construyó 900, mientras que en Perú ya son casi 8.000. En este paí­s fue clave en el proceso de reconstrucción de las ciudades afectadas por un terremoto en agosto de 2007.</p>
<p>En Chile el objetivo es más ambicioso: erradicar todos los asentamientos ilegales del paí­s. Aquí­ también, a diferencia por ahora del resto de los paí­ses, se incluye otro objetivo: levantar comunidades sustentables, con viviendas sólidas y definitivas.</p>
<p>De hecho Tito y Etelbina vivirán unos 18 meses en su vivienda de emergencia y luego se trasladarán una casa sólida de 57 metros2… algo que por ahora les parece un sueño.</p>
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ENTREVISTA El jesuita


Con un discurso trasgresor que saca chispas en la élite chilena y unos enormes zapatos gastados que se niega a cambiar, el sacerdote jesuita Felipe Berrí­os moviliza a miles de jóvenes latinoamericanos para que construyan viviendas para los más pobres.

«Hay mucha gente que vive de la pobreza y le interesa perpetuarla. Frente a eso yo me rebelo», señala en una entrevista en las oficinas de su movimiento «Un techo para mi paí­s».

La iniciativa ha movilizado a unos 200 mil jóvenes, con una convocatoria no muy frecuente en la región.

«Este es un proyecto donde los jóvenes no son invitados sino protagonistas», dice Berrí­os, para explicar su éxito entre los jóvenes.

De 53 años, atractivo y con un lenguaje bastante juvenil, Berrí­os -que pide que lo llamen «Felipe» a secas- dice que lo mejor del proyecto es que «se da un contacto horizontal y real con la gente más pobre».

«No es una cuestión asistencialista, paternalista o culposa, sino que un encuentro muy bonito. Ese contacto no culposo es tremendamente atractivo, enriquecedor y formativo para los jóvenes», agrega.

Berrí­os afirma que no le importan las crí­ticas de que su programa sólo atrae a una élite de jóvenes universitarios, que muchas veces ingresan por motivaciones diferentes al deseo de ayudar.

«A mí­ me da lo mismo qué es lo que los lleva a ingresar. Si van porque hay niñas bonitas o porque no tení­an nada qué hacer. Lo importante es cómo regresan», señala.

«Todos regresan distintos. Algunos no regresan nunca más porque no son capaces de enfrentarse a eso y la gran mayorí­a se cuestiona su vida y sus opciones», agrega.

Su forma de encarar la pobreza, junto a sus frecuentes crí­ticas a la clasista sociedad chilena y a la jerarquí­a de la Iglesia Católica ha convertido a Berrí­os en blanco de cuestionamientos, y también de cierta devoción.

«Este último tiempo se nos ha ido metiendo en Chile una Iglesia súper conservadora y yo dirí­a con rasgos clasistas», señala frente a los cuestionamientos.