No hay postura más antidemocrática que anular derechos.
Ahora resulta que la libertad de expresión es el único derecho a reivindicar. El discurso de quienes defienden al capital sobre todas las cosas ha ido un poco más allá al anular otros derechos, que junto con el que nos permite decir lo que pensamos y sentimos, son iguales de importantes.
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Una vez más podemos darnos cuenta de la sarna de la sociedad guatemalteca al tener un doble discurso: se dicen cosas y se hacen otras; los argumentos son contradictorios entre sí. Lo peor, es que los voceros de esta confusión, que no aportan para la problematización ni para el debate serio, son los que concentran grandes recursos para comprarse espacios mediáticos.
El tema del aborto ha sido el último ejemplo, al señalar a las mujeres que deciden hacerlo como el resultado de una «red del mal». ¿Por qué no se apuesta a la educación sexual y reproductiva? ¿Por qué sólo ven a la sexualidad como un medio de reproducción? Nuestra sociedad está anclada en una serie de valores mojigatos que no permiten un verdadero desarrollo personal.
Y no hay postura más antidemocrática que anular derechos y reconocer únicamente aquellos que aseguran el status quo de las élites económicas y sociales. La demanda actual de este sector es el respeto de la libertad de expresión, de la misma manera que defienden la propiedad privada bajo el sistema capitalista y la libertad de empresa.
¿Qué hay de los demás derechos? Podemos mencionar algunos ejemplos, como la tenencia de la tierra. ¿Qué hay del derecho de propiedad sobre este recurso? A ese no le apuestan, porque un cambio en la estructura agraria del país significaría la disolución del sistema finca, ese espacio territorial que controla la vida de familias campesinas, condenadas generacionalmente a ser únicamente brazos productivos y no seres humanos. Por el temor al cambio, boicotearon la creación del Código Agrario y ahora se oponen a la Ley 4084, de Desarrollo Rural Integral.
¿Qué nos pueden decir del derecho a la educación? Al oponerse sistemáticamente a una reforma fiscal progresiva condenan a miles de niños y niñas a ser analfabetos, o a no poder acceder a una educación de calidad. Le apuestan a la privatización de todos los servicios sociales, por eso, la educación y la salud, por ejemplo, ya no son derechos, sino mercancías.
¿O el derecho a la salud sexual y reproductiva? Como apuestan a que las iglesias sean las que dirijan la educación sexual, el tema todavía es un tabú, y como no se cuenta con información certera sobre los métodos de planificación familiar, miles de adolescentes son condenadas a ser madres y a desvivirse desde pequeñas edades.
La libertad de expresión es un derecho que los seres humanos hemos conseguido a través de una lucha loable, pero no podemos apartarnos de la realidad ni defender a quienes a través de los micrófonos transmiten mensajes clasistas, racistas y homofóbicos.
Lamentablemente, el Gobierno de ílvaro Colom, tan confuso como el discurso tradicional, acumula puntos para pensar lo peor. Por un lado, a través de la Secretaría de Comunicación, se despliegan mantas, espacios en los medios de comunicación y actividades en donde se escuchan palabras a favor de la población, con verdaderas propuestas sociales y democráticas. Pero la política pública en sí se ha quedado estancada con los programas asistencialistas (que tanto necesita la población rural) pero no avanza en la transformación inicial de la estructura económica, responsable de la situación actual, con los altos índices de desigualdad y pobreza.
Ningún diálogo es en vano. Ninguna discusión puede ser considerada como vana. Seguro, hay que priorizar puntos. ¿Cuál, entonces, es el principal tema?