Para los lingí¼istas, «si la consonante es muda, desaparece. Si se pronuncia, hay que seguir escribiéndola», pero para la mayoría de los portugueses, la reforma de la ortografía es un rompecabezas que sólo aplica el que quiere.
Después de 20 años de debates, el acuerdo que debe unificar la ortografía de los ocho países lusófonos, que ya se aplica en Brasil, ha comenzado a ser adoptado en Portugal, en forma desordenada.
Un diario deportivo, Récord, fue el primero en lanzarse, el año pasado. A comienzos de febrero, la agencia de prensa Lusa advirtió a su vez a sus clientes que a partir de esa fecha, sus despachos serían escritos «en función del nuevo acuerdo ortográfico».
Oficialmente, Portugal se ha dado hasta 2014 para aplicar el acuerdo, firmado en 1990 y que entre otros puntos prevé el abandono de las consonantes mudas, nuevas reglas de acentuación y el paso a un alfabeto de 26 letras, con la incorporación de la «k», la «w» y la «y».
Durante este «periodo transitorio», las dos versiones serán aceptadas en las escuelas, donde el ministerio de Educación ha postergado ya varias veces la puesta en aplicación de las nuevas reglas.
Mientras tanto, organismos privados proponen cursos de formación.
El sábado pasado, por ejemplo, unos 20 profesores, traductores y editores se reunieron en una sala del Museo de Oriente, en Lisboa, para seguir el curso del lingí¼ista Joao Malaca Casteleiro, uno de los «padres» del acuerdo ortográfico.
Visiblemente perplejos, los asistentes anotaron escrupulosamente en sus cuadernos que la «p» desaparece de la palabra «Egipto», pero no en el caso de «egipcio».
Elisabete Rodrigues, una profesora de 52 años, explicó que se inscribió en el curso porque, «hasta ahora, aquí hay mucha polémica, pero poca información científica».
Esto se debe a que dicha reforma, que afecta a 1,6% de las palabras del portugués de Portugal y a 0,45% del portugués de Brasil, está lejos de ser aceptada en forma unánime.
Para sus más feroces opositores, este acuerdo significa la «abdicación cultural» de Portugal frente a la potencia comercial de Brasil, su ex colonia. «Es una mala reforma ortográfica y un instrumento político del expansionismo brasileño», insiste el lingí¼ista Antonio Emiliano.
En el lado contrario, Luis Miguel Viana, director de información de la agencia Lusa, defiende la tesis de que «una ortografía única abrirá una perspectiva de mercado importante, en particular en Brasil», que cuenta con 190 de los aproximadamente 230 millones de lusófonos.
Después de Lusa, varios diarios han anunciado que adoptarán en forma «progresiva» la nueva ortografía.
Mientras tanto, muchos son los que pierden su portugués, ahora que dos ortografías coexisten en las páginas de información en internet, o cuando un diario regional anuncia a sus lectores que va a aplicar la reforma «en un 70% en un primer momento».
«Es absurdo», se indigna Nuño Pacheco, subdirector del diario Público, que ha decidido entrar en «resistencia contra una reforma llena de contradicciones». «Nuestros hijos leen diarios que no respetan la ortografía que les enseñan en la escuela», exclama.
«Están intentando inventar una lengua única que no existe. La verdad es que, como en francés o en inglés, hay varias variantes de portugués, según se lo hable en Brasilia, Lisboa, Maputo o Dili», subraya.
Pensando en esos diferentes usos lingí¼ísticos, la nueva norma establece que algunas palabras tendrán una ortografía diferente o «facultativa». «Lo más difícil es comprender que, de ahora en adelante, habrá varias maneras de escribir correctamente algunas palabras», suspira Elisabete Rodrigues.