Un ramillete de rosas


Mario Gilberto González R.,Almerí­a, España. Otoño de 2007

«El fracaso no me sobrecogerá nunca, si mi determinación para alcanzar el éxito, es lo suficientemente poderosa».

(Og Mandino. El vendedor más grande del Mundo)

Octubre, además de su bella Luna que ha inspirado a músicos y poetas y que cuando alumbra con su tenue las olas de la mar, al estrelallarse en los acantilados se transforma en blanca espuma, es también cuando la juventud estudiosa, alcanza el éxito a sus esfuerzos y realiza sus sueños y ensueños. Los padres de familia ven cumplido el deber de entregar a la patria y a la sociedad, hijos útiles y personas de bien, con su formación académica. Y los maestros contemplan cómo, con sus enseñanzas, aquellos niños confiados a su formación, se tornan profesionales. Años después, es motivo de recuerdos bañados de nostalgia, pero de la profunda satisfacción por haber cumplido con los deberes que les impuso la vida. Las Bodas de Plata y las de Oro son ocasiones especiales para reencontrarse y recordar aquellos dí­as idos que saben de tantas aventuras escolares, de desvelos y quebraderos de cabeza hasta entender la lección, la presentación a tiempo de la tarea, de las alegrí­as, sustos y sorpresas que dan las calificaciones finales, del inicio de una amistad, a veces pasajera y otras veces tan sólida que perdura siempre y desde luego, de esas emociones especiales cuando el corazón late con una carta, un regalo o un beso furtivo de quien la espera a la salida de clases. Sólo la amiga sabe de ese secreto que hace más romántica la aventura.

En octubre se cumplieron las Bodas de Oro Magisteriales de la IX Promoción de las egresadas del Instituto Normal para Señoritas de la Casa Central. Entonces 41 señoritas se presentaron con su uniforme de gala, blanco con el distintivo de una cinta celeste y una boina en la cabeza. La algarabí­a muy propia de ese momento se tornó en solemne cuando cada una de ellas recibió su tí­tulo de Maestra de Educación Primaria Urbana, a la vista de su directora Sor Elena Roche que fue recia columna del magisterio nacional y de su formación tanto espiritual como académica. Su carácter fuerte impuso disciplina y exigió de profesores y estudiantas excelencia académica. Se le recuerda con el distintivo de amorosa orientadora. Les inculcó valores eternos para que su vida privada y su labor magisterial fueran siempre dignas de tomarse como ejemplo. A la vez que guió sus vidas juveniles con recia disciplina que no toleraba descí­os ni deficiencias académicas, su mano de madre amorosa se reposó sobre el hombro de sus pupilas para transmitirles cariño y buenos deseos para su futuro. Su nombre es sí­mbolo de respeto y admiración.

Junto a ella, maestros de sólida formación académica y espiritual, impartieron docencia. Entre los Maestros que dignificaron al Magisterio Nacional y que dejaron huella imperdurable a su paso por las aulas del Instituto Normal par Señoritas de la Casa Central se recuerdan con gratitud y emoción a los profesores Guillermo Paiz, Francisco Castellanos Monasterio, Marta Estela Rivas, padre José Vandongue Celeste de Espada, Rodolfo Valladares, Marí­a Luisa Bueso, Maria Luisa Cajas Cuesta, Amalia Fallace, Carmen Carrillo, Mercedes Vides Tobar, Carlos Solórzano, Dolores Bátres de Zea y tantos más que honraron y enaltecieron al magisterio y fueron forjadores de personas de bien.

El ramillete de lindas y frescas rosas, lo integraron: Sor Marí­a Margarita Alberto, Sor Marí­a de Lourdes Ordóñez Barrios, Adela Flores Cárdenas, Aí­da Guadalupe de Dios de Santori, Amparo Izquierdo, Ana Otilia Valenzuela vda. de Barrientos, Ana Rosario Mejí­a Hernández, Amada Lainez Carrera, Blanca Concepción Velásquez de Quevedo, Blanca Estela Alvarado Pezzarosi, Blanca Silvia Soto de Bonilla, Carmen de Jesús Vaides de Aguilar (q.e.p.d.), Celia Ruiz Navarro, Celia Victoria Garcí­a de Kritchey, Celeste Aí­da Miralda de León, Elena Margarita Dardón de Morán, Estela Chavarrí­a de Dubón, Elvira Garcí­a de Ruí­z, Gloria Eugenia Molina de Samayoa, Gladys Hidalgo, Hilda Elizabeth Velásquez de Lursen (q.e.p.d.), Imelda Graciela Barrios de Corzantes, Ilma Esther Contreras de Alonso, Isabel Rayo de Velásquez, Josefina Abdo de Quezada, Julia Alicia Amado de Zeissig, Juana Estela Castellanos de Sánchez, Lilia Arminda Portillo de Soto, Lilia Regina González Arellano (q.e.p.d.), Marí­a del Carmen Campos Quintana de González, Marí­a de Lourdes Baldizón Navarro vda. de Moreno, Milvia Jeannette Pimentel de Ortega, Marta Yolanda Garcí­a de Godí­nez, Marí­a Elsa del Cid de Izaguirre, Miriam Josefina Castillo de Cunha, Nelly Odilia Estrada de Massot, Olga Amparo Zippfel Garcí­a, Olga Marina Conde Sánchez, Olga Marina Gutiérrez de Meneses, Olga Yolanda Gálvez de Rimola, Olga Consuelo Castellanos, Reina Argentina Mayén de Cardona y Silvia Amparo Conde de Lima.

Cincuenta años después son troncos de sólidos hogares, con una estela luminosa de su magisterio que se baña con el oro de recuerdo.