Los seres humanos, en términos generales, pero en este caso los guatemaltecos son muy propicios para generalizar cuando se trata de descalificar a sus semejantes desde la perspectiva de su profesión, de suerte que, por ejemplo, muchos atribuyen a todos los políticos ser sinvergí¼enzas, a los funcionarios públicos de corruptos, a los abogados de tramposos, a los médicos de arrogantes y farsantes, a los periodistas de mentirosos, a los empresarios de explotadores, a los militares de ignorantes y prepotentes, sin hacer excepciones, salvo cuando llegan a entablar estrechas relaciones de amistad con uno o varios de esta clase de personas.
Respecto a los militares, podría señalar numerosos casos que desvirtúan las apreciaciones colectivas, pero para los fines de estos apuntes me aboco a una historia específica en el campo político y que se refiere a lo acontecido en Perú, en 1968, cuando en plena juventud trabajaba en el desaparecido diario El Gráfico y, a la vez, compartía espacio radial con el asesinado periodista Mario Monterroso Armas, en un noticiero denominado Cartones Radiofónicos, en el cual el recordado colega leía dos artículos sobre el acontecer nacional y en medio programa yo hacía lo mismo, pero en torno a sucesos internacionales, siempre vinculados a la actividad política.
No recuerdo la fecha con precisión, aunque sí el nombre del general Juan Francisco Velasco Alvarado, quien aquel año encabezó un golpe de Estado que depuso al presidente derechista Fernando Belaúnde Terry. El hecho de que el golpista era militar fue suficiente para que yo lanzara severas críticas en su contra, sin contar con mayores elementos de juicio. Días más tarde me retracté porque Velasco Alvarado dio principio a un programa desarrollista que, durante su mandato, propició una política nacionalista (“populistaâ€, dirían ahora los neoliberales), que, según el Pequeño Larousse Ilustrado, impulsó la reforma agraria, limitó la presencia económica estadounidense, promovió un sector de empresas estatales al nacionalizar las minas.
Sin embargo, en 1975 el ala conservadora del Ejército peruano desplazó a Velasco Alvarado a favor del también general Francisco Fernández Bermúdez, dando marcha atrás al programa de reformas de su antecesor y devolvió el poder a las fuerzas políticas tradicionales. Décadas más tarde, Perú vuelve a tener de Presidente a un militar, el coronel Ollanta Humala, quien triunfó en elecciones muy disputadas este año, bajo las sindicaciones de estar subordinado al presidente venezolano Hugo Chávez, otro militar, pero ya en el poder ha dado muestras de ser un gobernante de la nueva izquierda democrática instalada en varios países sudamericanos que sigue la línea del expresidente brasileño Ignacio Lula da Silva.
Traigo a cuento todo lo anterior a propósito del triunfo electoral del Presidente electo Otto Pérez Molina, quien asumirá el poder el próximo 14 de enero, bajo la sombra de su pasado como comandante contrainsurgente durante la guerra interna y exdirector de Inteligencia Militar, pero en una reciente entrevista con la BBC de Londres rechazó acusaciones reiterativas de sus antecedentes, al precisar que “Han sido señalamientos de grupos muy pequeños que no han sido capaces de presentar ninguna prueba o ganar ningún juicio; y ahora quieren levantar el fantasma de que hubo violaciones de derechos humanos (en los) que estuve involucradoâ€, según la famosa emisora británica.
Continuaré con este tema en mi artículo del sábado 12.
(El coronel de línea Romualdo Tishudo, asistente de cierto excandidato presidencial. le dice al atleta Erick Barrondo, quien obtuvo medalla de oro en marcha en los Juegos Panamericanos: -¡Felicitaciones, muchacho! Puso las piernas, los brazos y la cabeza a correr juntos todos en la misma dirección).