Un presidente honesto


í“scar Enrique Alvarado S.

La dictadura ubiquista contó con hombres honrados y estudiosos, como en el caso de J. Antonio Villacorta, autor de libros de historia. Este presidente construyó obras que aún causan admiración, por ejemplo el Palacio Nacional. Existen ciudadanos de edad, que ante la descomposición moral de la clase polí­tica actual, y la corrupción, generalizada, suspiran por las dictaduras.

Pero el curso de la historia vio derrumbarse las dictaduras en la década de 1940, y así­ asistimos a la lucha en contra de Ubico en junio y en contra de Ponce Vaides en octubre de 1944.

Como consecuencia de tales luchas se formó en octubre la Junta Revolucionaria de Gobierno, la que convocó a elecciones habiendo triunfado el Dr. Juan José Arévalo, con gran ventaja sobre los demás candidatos.

Arévalo fue un incansable lector, escritor e investigador. En sus libros aparecen infinidad de nombres y de hechos, desde su niñez hasta su perí­odo presidencial 1945 ? 1951, y aún algunos acontecimientos posteriores.

Arévalo conoció a personas de renombre, por ejemplo, Raúl Haya de la Torre, máximo dirigente del APRA, cuando aquel movimiento era de izquierda en Perú.

Se nutrió de la lucha de universitarios, entre ellos Emilio Zea González y Jorge Luis Arriola. La obra del primer gobierno de la revolución fue enorme, en todos los órdenes de la vida incluyendo el sistema bancario, dirigido por auténticos banqueros honestos.

Manuel Galich y el mismo Arévalo dan los nombres de algunos de los muchos participantes en las gestas de junio y octubre. Todaví­a viven personas que observaron aquellos sucesos y que bien podrí­an escribir sus memorias.

En comitivas de campaña electoral iban con él nada menos que el Dr. Alberto Fuentes Mohr y el licenciado Clemente Marroquí­n Rojas, célebre el último por sus luchas en 1920 y su prolongado destierro en los casi catorce años del gobierno ubiquista. Cuando triunfó en las elecciones lo felicitó el escritor José Rodrí­guez Cerna, el autor de Tierra de Sol y de Montaña.

Arévalo siempre permaneció rodeado por hombres honrados, funcionarios honestos y obreros laboriosos con sus lí­deres incorruptibles. Hoy ya no existe decencia en los gobernantes, en muchos de los diputados, en los banqueros y algunos dirigentes sindicales. Se debiera estudiar la lucha sostenida por Ví­ctor Manuel Gutiérrez, incorruptible y gran revolucionario.