Luchar contra un sistema de impunidad como el que prevalece en Guatemala es tarea de titanes, no sólo porque las instituciones no funcionan, sino porque los ciudadanos tampoco funcionamos como tales. Es tan grave la situación que hubimos de recurrir a la comunidad internacional para que nos ayude a luchar contra la impunidad y se creó la comisión formada por Naciones Unidas para contribuir a ese esfuerzo y ayer se dio un paso crucial para demostrar que es posible desentrañar aun los más tortuosos crímenes si hay voluntad y decisión de hacerlo.
Pero nos queda como ciudadanos una tarea pendiente, toda vez que hemos de entender que CICIG tiene un mandato temporal que vencerá en poco tiempo y si no nos subimos hoy al carro del combate a la impunidad y asumimos esa tarea como un deber de todos los guatemaltecos, de nada habrá servido ese valioso aporte que hemos recibido. Entendemos perfectamente que hay personas que no creen en la CICIG y algunas que se han sentido decepcionadas por el resultado de la investigación del caso Rosenberg que tiene ribetes que resultan en realidad difíciles de asimilar. Pero objetivamente hablando la prueba es contundente, abrumadora y de una calidad nunca antes vista en nuestro país. Falta que los acusados sean sometidos a proceso penal correspondiente y juzgados con las debidas garantías, pero esa investigación demuestra entre otras cosas que en nuestra cultura de muerte hay gente que sabe cómo contratar sicarios para salir de «maleantes» o enemigos, lo cual hacen con sentido de limpieza social. Nunca imaginaron que el caso sería investigado y que saldría a luz tanto la existencia de bandas de sicarios que operan a la sombra de instituciones del Estado, como la Policía Nacional Civil, sino particulares que los utilizan para determinados «trabajitos» que implican enviar a alguien al otro potrero mediante el cobro de sumas que, tomando en cuenta la gravedad del hecho, terminan siendo módicas. El país se ha desnudado con el caso Rosenberg en muchos sentidos, pero también se dio un paso crucial que nos debe abrir los ojos y forzarnos a actuar con responsabilidad ciudadana en una tarea inmensa para erradicar tanto esa cultura de muerte como la terrible impunidad.