A un lado de la piscina de un hotel del balneario mexicano de Acapulco, una estudiante universitaria, con los senos al aire, agita sus caderas para deleite de la multitud que la aclama, mientras un guardia armado observa a la distancia y limpia el sudor de su rostro.
La presencia de agentes de seguridad busca tranquilizar a los estudiantes de todo Estados Unidos que viajaron a celebrar su orgía anual de «spring break» (vacaciones de primavera) en México pese a las noticias de cuerpos decapitados y a la recomendación de no visitar este país.
Ante la espiral de violencia ligada al narcotráfico, que desde principios de 2008 ha dejado más de 6.400 muertos, el Departamento de Estado lanzó en febrero pasado una alerta en la que recomienda a los estudiantes no viajar a México, sobre todo al norte, durante las vacaciones de primavera.
«Hay noticias que dicen «no vayan a México»», dice Jason Lucas, un estudiante de 19 años de la Universidad de Maryland, mientras holgazanea en traje de baño en la recepción de un hotel de Acapulco (sudoeste), sobre el Pacífico.
«A un compañero de la universidad sus papás le pagaron los 1.600 dólares que había pagado por el viaje para que no viniera. Otro de mis amigos dejó a su mamá sumida en llanto», explica.
«Reservamos hace mucho y luego empezamos a escuchar sobre secuestros y decapitaciones. Estaba muy nerviosa antes de venir, pero no logramos que nos devolvieran el dinero» del viaje, dice Sara Fox, estudiante de 21 años de la Universidad de Nueva York.
Pero el temor parece derretirse mientras los estudiantes, ligeros de ropas, con cócteles o cervezas en mano, deambulan por el hotel de cinco estrellas, que los recibe con los brazos abiertos a pesar de su escandaloso comportamiento.
Los llamados «spring breakers» representan una mínima parte de los 22 a 23 millones de turistas que cada año llegan a México, en su mayoría de Estados Unidos, pero el gerente del hotel los ve como una inversión para el futuro.
«Es importante porque los «spring breakers» son jóvenes estudiantes que muy pronto van a ser profesionales y podrían ser el turismo del futuro de Acapulco», afirma José Salgado, gerente del hotel y presidente de la asociación de hoteles de Acapulco.
Reconoce que la afluencia de «spring breakers» cayó 20% este año, pero no lo atribuye a los temores por la violencia sino a la crisis económica y a la competencia de otros destinos como Puerto Vallarta (oeste) y Cancún (este).
En general, el sector turístico en México, que representa la tercera fuente de ingresos, está soportando bien esta imagen negativa y la falta de dinero de los estadounidenses, afirma Carlos Behnsen, director ejecutivo del Consejo de Promoción Turística.
«Los dos primeros meses han sido muy exitosos en los principales destinos turísticos (…) Lo que nos preocupa es el futuro. Hay mucha información negativa y confusión en Estados Unidos y la gente duda de viajar a México», dice Behnsen.
Ante las cancelaciones, los profesionales del turismo han contactado a más de 2 mil agentes de viajes en Estados Unidos y Canadá para subrayarles que ningún turista ha sido afectado por la violencia ligada al narcotráfico.
Por su parte, Salgado sostiene que «en la difícil situación económica que estamos viviendo, quieren evitar que los estadounidenses salgan del país de vacaciones a gastar su dinero».
Las historias más dramáticas contadas por los «spring breakers» es la cada vez más frecuente presencia de policías y militares en el centro vacacional.
«Nos asustamos un poco cuando vimos policías armados fuera del hotel, pero nos sentimos seguros y nos mantenemos en grupo», afirma Fox mientras Lucas manifiesta su acuerdo.
«No quiero regresar a casa. He pasado las mejores semanas de mi vida. Me siento mal por los que no vinieron», dice.