Efectivamente, volví al Norte para mis vacaciones, me había casado y mi marido al tener una finca en Soria para allá me llevó y después a San Sebastián en el mes de agosto, pero qué diferencia. Tengo que reconocer que la playa de La Concha, es una belleza que no tiene uno que envidiar a ninguna de las otras españolas o extranjeras, su arena blanca, su forma de almeja grande con una isla en el medio, llena siempre no solo de bañistas sino de barcos, yates, balandros y piraguas donde la juventud rema el día entero, por ello los vascos son tan grandes y fuertes, pero la alegría de Andalucía no tiene nada que ver con las vascongadas. Son más simples, más taciturnos, debe de ser por la cantidad de lluvia y el frío incluso en los meses calurosos, siempre tienes que llevar tu rebeca, como le dicen a los suéteres abiertos.
Nuestra sorpresa e incluso tristeza fue el ver el Nuevo TORREMOLINOS, habían desaparecido las antiguas residencias para dar paso a las torres de Babel, sus habitantes pertenecían a la Europa del Norte, y el gurigay, que se escuchaba era ininteligible para nosotros, los turistas que habían sido convencidos de invertir en estas playas, estaban felices con sus apartamentos y lo económico que era la vida por esos lares.
Naturalmente todo había cambiado en la Calle San Miguel, la principal arteria del pueblo, allí estaba la carnicería, la tienda de ultramarinos, la mercería y las tiendas de ropa y zapatos. Todo ello había desaparecido para convertirse en pequeños hoteles, en casas de pensiones, en bares, porque madre mía los bares estaban pululando por todo este tranquilo pueblo tan delicioso cuando lo conocimos, por allí bajábamos hasta la playa en el Hotel La Roca, donde nos reuníamos los primeros turistas españoles que llegamos por aquí en 1942.
La playa atestada YA NO CABíAMOS PARA TOMAR EL SOL, nos fuimos para MONTEMAR, al lado de la playa de La Carihuela, aquí aún seguían los pescadores llevando su misma vida, mas empezaban a ser tentados por el dinero para vender sus casuchas a la orilla del mar. Mi amiga Rocío Luque de Salviche, se había casado con un buen hombre, inteligente, persona de negocios y ambos con el Marqués de Najera, pusieron primero un restaurante El Remo, a la orilla del mar y un pequeño hotelito, que se mantenía los topes por ser uno de los más alegres y divertidos, hasta Brigitte Bardot, se hospedó en uno de ellos. Ese fue nuestro punto de reunión con mis amigas Luque, con Nena Perojo y mi futura cuñada Isabel Garcés, hija de una estupenda artista.
Así fue progresando esta Costa del Sol por su excelente clima el año entero y la simpatía, educación y alegría de sus habitantes que lograron atraer a los suecos, noruegos, finlandeses, alemanes, belgas de cambiar de país y cohabitar con los españoles tan diferentes a sus costumbres, pero ya ven comen tarde, cenan tarde y se acuestan tarde.