El ya antiguo debate sobre la reforma de la Iglesia Católica de cara a cuestiones como la homosexualidad, el control de la natalidad y el papel de las mujeres en el plano religioso y sacerdotal, tendrá que esperar todavía mucho tiempo porque hay cosas más urgentes que requieren de una profunda reforma para modificar la forma en que se administra a una de las instituciones más importantes del mundo actual y los cambios que hacen falta deben anteceder, por fuerza, a la discusión de los temas que tienen que ver con la férrea doctrina cuya defensa se encomienda al Sumo Pontífice.
La elección ayer del Cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, quien escogió el nombre de Francisco por inspirarse en las virtudes de San Francisco de Asís, se produce justamente cuando el Papa reinante, Benedicto XVI, renunció a su cargo abrumado por la edad y por sentir que no le alcanzaban las fuerzas para enfrentar los problemas internos de la Iglesia cada vez más graves en términos del hegemonismo de ciertos grupos religiosos de nuevo cuño y la voracidad por el manejo de los recursos de una banca caracterizada por tal nivel de secreto que se convirtió en presa de intereses oscuros vinculados al lavado de dinero.
Los Cardenales pidieron, antes de entrar al Cónclave, informes precisos de lo que había ocurrido en la administración de Benedicto, concretamente sobre los famosos Vatileaks que filtraron informaciones sobre las pugnas internas de la curia vaticana y los enfrentamientos entre el mismo Papa y su Secretario de Estado por el tema de las finanzas vaticanas. Los latinoamericanos, con los brasileños y el argentino a la cabeza, dijeron que no podían hacer una elección responsable sin saber exactamente lo que tendría que enfrentar el nuevo Papa y por eso hubo reuniones secretas en las que se habló de esos temas puntuales.
Los cambios más profundos que ha vivido la Iglesia en los últimos años fueron idea de un Papa, Juan XXIII, pero producto de un Concilio que duró muchos años durante dos papados. No se puede esperar racionalmente ningún cambio de fondo en temas de doctrina sin una decisión colegiada pensada y repensada. Pero la administración interna de la Iglesia, con un clero vaticano cada vez más cuestionado, si puede recibir un fuerte golpe de timón con la presencia de un Pontífice con carácter y talento, virtudes que se asocian con la Compañía de Jesús, la orden Jesuita a la que pertenece el Papa Francisco.
Un Concilio manejado por los grupos que hoy tienen el control del Vaticano es inviable. Por ello, entendiendo que lo primero es lo primero, urge un Papa con barredora para eliminar las lacras que se esconden bajo la alfombra de los edificios vaticanos.
Minutero:
Cualquier radical, muy arisco,
desconfía de Francisco;
no le gusta a la derecha
y la izquierda ya lo acecha