Un pañuelo blanco para Kirchner


«Levantemos la Patria grande, levantemos a América latina, levantemos a nuestros hermanos desaparecidos.»

Néstor Kirchner, ex presidente de Argentina

Ricardo Ernesto Marroquí­n
ricardomarroquin@gmail.com

Cuando se instaló la capilla ardiente en la Casa Rosada de Buenos Aires, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, recibió un abrazo de Hebe de Bonafini, de las Abuelas de Plaza de Mayo, y de Estela de Carlotto, de Madres de Plaza de Mayo, lamentando la muerte del ex presidente Néstor Kirchner. Cada una colocó un pañuelo blanco sobre el féretro, sí­mbolos de su lucha por la búsqueda de la verdad sobre los crí­menes cometidos durante la dictadura militar en Argentina.

Horas antes, miles de hombres y mujeres habí­an iniciado una larga fila para ingresar al Salón de los Patriotas Latinoamericanos y despedirse de Kirchner, cuyos restos se encontraban frente a los retratos de Juan Domingo Perón, Ernesto Guevara y Salvador Allende.

Varios de los presidentes de Latinoamérica llegaron hasta Buenos Aires para participar del velatorio. Algunos de ellos, como Luiz Inácio Lula da Silva, Hugo Chávez y Rafael Correa, declararon tres dí­as de duelo en sus paí­ses. Además de rendir homenaje al hasta entonces secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas, los mandatarios latinoamericanos llegaron a mostrar su apoyo a Cristina y al proyecto polí­tico que inició su esposo en 2003, cuando asumió la Presidencia.

Sin duda, Kirchner es una de las figuras más importantes del proceso latinoamericano en contra de la continuación del neoliberalismo. Uno de los momentos más emblemáticos de su gestión fue el discurso que pronunció en la Cumbre de las Américas que se realizó en Mar de Plaza en 2005, en donde declaró sepultada la discusión sobre la intención de Estados Unidos de concretar el írea de Libre Comercio (ALCA).

Fue en los paí­ses de Latinoamérica, especí­ficamente en Argentina y Chile, donde las dictaduras militares sentaron las bases para la instauración de las polí­ticas neoliberales que tuvieron su mayor auge en la década de 1990. La liberalización del mercado y la privatización de todos los activos del Estado provocaron una profunda crisis económica en Argentina en 2001. En medio de esta revuelta, con un bajo porcentaje de los votos, Kirchner fue electo. Al momento, únicamente los presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, hací­an contrapeso a la lí­nea tradicional que predominaba en la región.

En su editorial del pasado 28 de octubre, el diario mexicano La Jornada presentó un breve repaso de la gestión presidencial de Kirchner: «Interpretó el sentir ciudadano e impulsó un proyecto nacional para un paí­s postrado; reorientó al Estado hacia la justicia social; redujo los indicadores de pobreza y desempleo; fortaleció el mercado interno; recuperó el control público en ámbitos centrales como la gestión del agua y las aerolí­neas; canceló la deuda con el Fondo Monetario Internacional y logró, con ello, liberar a Argentina de las órdenes de ese organismo financiero, que tan nefastas consecuencias han tenido en América Latina. Por añadidura, Kirchner dio un fuerte impulso a la observancia de las garantí­as individuales y al esclarecimiento de los episodios de terrorismo de Estado y crí­menes de lesa humanidad: en esa lógica, promovió la derogación de las impresentables leyes de Punto Final y Obediencia Debida, las cuales, durante más de dos décadas cobijaron a los integrantes de la dictadura militar.»

Ante lo difuso del peronismo y de la izquierda argentina, Cristina Fernández tiene el reto de conducir al paí­s por el camino trazado en 2003, cuando Kirchner asumió la Presidencia. El panorama parece complicado, incluso, para mantener la unidad de su propio partido. Sin embargo, las muestras de solidaridad con la mandataria por las miles de personas que asistieron al velatorio, dan un aliento de esperanza, cuando uno de los sí­mbolos más importantes de este proceso emancipador argentino ha desaparecido.