Un paí­s plagado de problemas enfrenta un Chávez enfermo


aa_FOTO_1qwe

Antes de que el presidente Hugo Chávez anunciara que estaba luchando contra el cáncer, Venezuela ya era uno de los paí­ses con más problemas de América Latina.

Por FABIOLA SANCHEZ
 CARACAS / Agencia AP


El paí­s, de 28 millones de habitantes, ha sido azotado por un déficit de energí­a y algunos apagones en los últimos meses a pesar de que dice tener las mayores reservas petroleras en el planeta. Venezuela también enfrenta la segunda mayor tasa de inflación del mundo y uno de los peores í­ndices de criminalidad.

Ahora, el presidente, de 56 años, ha retornado a casa luego de una cirugí­a en Cuba, insistiendo en que tiene todo bajo control y que está dispuesto a postularse para la reelección el próximo año. Muchos de sus compatriotas, sin embargo, se preguntan cómo hará su lí­der para enfrentar los problemas que no fue capaz de resolver antes de caer enfermo.

El éxito de Chávez se ha sustentado en que ha incrementado los ingresos de las personas de escasos recursos y ha llevado los servicios sociales a los barrios pobres de todo el paí­s, lo que lo ha ayudado a mantener el estatus como el polí­tico más popular de Venezuela.

Las encuestas recientes muestran que cerca de la mitad de los venezolanos respaldan al mandatario a pesar de las deficiencias de su gestión. Aunque el apoyo popular de Chávez ha mermado desde el 63% que lo reeligió en el 2006, se prevé que sus padecimientos médicos podrí­an incidir favorablemente en su popularidad.

Sin embargo, parece probable que el lí­der, que ha tejido estrechos lazos con la Cuba comunista, sea un hombre debilitado en la campaña electoral del próximo año.

La inflación ha erosionado los ingresos de los pobres, sus partidarios más fervientes, al tiempo que la ineficiencia y los señalamientos de corrupción han minado las promesas populistas de construir masivos desarrollos de viviendas públicas, levantar gasoductos continentales y establecer nuevos parques industriales que hagan al paí­s menos dependiente de las exportaciones petroleras de lo que es en la actualidad.

Incluso su don de la palabra ha sido refrenado. Por órdenes de sus médicos Chávez ha tenido que limitar sus maratónicos discursos, aunque el pasado jueves habló cerca de hora y media en medio de su convalecencia.

Angel Oropeza, profesor de psicologí­a social y analista polí­tico de la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas, dijo que la enfermedad del presidente podrí­a servirle de excusa al gobierno para justificar la falta de resolución de los problemas. «Justifica la ineficacia con la enfermedad», agregó.

Esto puede darle a Chávez un breve descanso, pero es un mal presagio para los venezolanos que tienen que vivir en un paí­s que los crí­ticos dicen parece disfuncional.

Sin embargo, algunos en la comunidad financiera creen que un Chávez distraí­do por su salud podrí­a ayudar a que las cosas mejoren en el paí­s.

Alejandro Grisanti, economista de la banca de inversión Barclays Capital, dijo que el gobernante podrí­a tener ahora menos tiempo para pensar en nuevas formas de gastar el dinero, lo que podrí­a ayudar a frenar la inflación que alcanzó en junio una tasa anualizada de casi 24%, sólo superada por la de Etiopí­a.

Los partidarios de Chávez también dicen que un presidente debilitado podrí­a ser menos activo, pero eso les genera temor.

«Yo pienso que si Chávez no está aquí­ al frente, como ha estado, las cosas pueden empeorar», dijo Luis Morales, un taxista de 38 años.

Morales ha estado siguiendo muy de cerca las apariciones de Chávez en busca de pistas sobre la salud del gobernante para entender un poco hacia dónde irá el futuro del paí­s.

«Se podí­a ver ayer (el pasado martes), por ejemplo, que casi ni habló» durante el discurso televisado que dio desde el palacio presidencial para autorizar el desfile por el bicentenario de la independencia.

Chávez ha señalado que el 20 de junio le fue extirpado un tumor canceroso en la región pélvica, pero no ha especificado qué tipo de tratamientos recibirá.

Médicos externos y analistas coinciden en que, como mí­nimo, el tratamiento y la recuperación podrí­an limitarlo por varios meses.

El poderoso carisma de Chávez, sumado al acceso discrecional que tiene a los fondos públicos, representan las mejores armas con las que cuenta de cara a las elecciones presidenciales de finales del próximo año. Pero los añejos problemas sin resolver pueden ser su mayor desafí­o para lograr la reelección.

Un estudio del 2010 de la organización de vigilancia Transparencia Internacional clasificó a Venezuela en el puesto 12 en la lista de paí­ses más corruptos de un total de 178 encuestados, sobre la base de las percepciones de grupos empresariales y expertos de los bancos de desarrollo. Las autoridades venezolanas insisten en que la clasificación no refleja la realidad.

Las decenas de miles de viviendas prometidas que aún están sin construir, las ampliaciones y reparaciones de las plantas termoeléctricas que están retrasadas, y los violentos motines en algunas cárceles en las últimas semanas han dejado al descubierto las graves deficiencias del gobierno de Chávez.

A esto se suma el deterioro que enfrentan las fábricas y haciendas nacionalizadas en los últimos años, así­ como el salto de más de 20% que ha dado la deuda pública en el último año a pesar del rí­o de ganancias que han ingresado al pais gracias a los aproximadamente 100 dólares que vale el barril de crudo.

Uno de los flancos más débiles de la gestión de Chávez, que podrí­an implicarle costos polí­ticos, lo representa la galopante inflación, la cual se ha visto alimentada en parte por un creciente gasto público que ha socavado de manera importante el poder de compra de los venezolanos.

El poder adquisitivo de la población promedio ha caí­do un 14,5% en los últimos cuatro años.

La economí­a venezolana se contrajo 3,3% en el 2009 y 1,4% el año pasado, aí¹n cuando gran parte de los paí­ses de América Latina mostraron cifras muy favorables en esos años a pesar de la crisis financiera mundial.

Para muchos, la crisis eléctrica que padece el paí­s simboliza muchos de los males de la gestión de Chávez.

Los crí­ticos del gobierno sostienen que el reemplazo de los ingenieros y técnicos calificados, que manejaban cargos clave en el sector eléctrico estatal, por militares y miembros del partido oficialista ha sido la principal causa que ha llevado a la crisis.

El gobierno ha desestimado los cuestionamientos, asegurando que el déficit de energí­a eléctrica responde a un aumento de la demanda.

Para afrontar la crisis el gobierno anunció la imposición de un estricto plan de ahorro eléctrico, que entrará en vigencia el 15 de julio y que obliga a los consumidores residenciales, comercios, industrias y organismos públicos a reducir el consumo mensual en al menos 10%, ya que de lo contrario tendrán recargos en las facturas o suspensión del servicio.

Asimismo, se anunció que se aplicarán cortes de luz programados en algunas regiones del paí­s para cubrir el déficit de generación que se estima en más de 2 mil megavatios. La demanda nacional de energí­a oscila en unos 17 mil megavatios.

«Los problemas de Venezuela no tienen nada que ver con la salud del presidente Chávez», dijo recientemente Henrique Capriles, gobernador del estado central de Miranda y posible rival del mandatario en las elecciones del 2012.

Capriles sostuvo que incluso antes de la enfermedad del lí­der el paí­s vení­a enfrentando «un gobierno profundamente ineficiente».

Sin embargo, Chávez, en medio de su convalecencia, está tratando de proyectar la imagen de un mandatario fuerte y eficiente dispuesto conducir a Venezuela hacia el futuro.

Durante sus 12 años de mandato ha resistido innumerables crisis, como el intento de golpe de Estado en el 2002 y una huelga petrolera que enfrentó ese mismo año, la cual logró nulificar gracias a sus enérgicas condiciones y grandes dotes de comunicador.

«Aquí­ los problemas verdaderamente de Venezuela, con Chávez enfermo o Chávez estando normal, van a seguir igual empeorando», afirmó Camilo González, de 58 años, un capataz de una constructora.

«Esa es la situación verdadera de este paí­s. Yo lo creo, yo vivo aquí­ y lo siento todos los dí­as. No hay voluntad propiamente de este gobierno de querer realmente hacer algo por mejorar la situación», agregó.