«La violencia contra la mujer nunca es un hecho aislado, se ejerce contra las mujeres por el hecho mismo de serlo, al ser imaginadas por parte de sus agresores como inferiores, objetos de propiedad; es decir, desprovistas de derechos.» (Socióloga Ester Caballero).
Por gentileza de la licenciada Miriam Maldonado, directora del Instituto Universitario de la Mujer de la Universidad de San Carlos, y a través de correo electrónico, me enteré de la acusación que semanas atrás hizo pública la arquitecta íngela Orellana López, funcionaria de la Facultad de Arquitectura, por medio de la cual acusó al también arquitecto Luis Raúl Navas Escobedo de cometer actos y expresar palabras calificadas de «violencia verbal y psicológica» en contra de ella por un hecho concreto en el que resultó agredida. La arquitecta Orellana López subió la denuncia a la red, logrando con rapidez una multiplicación del mensaje que generó múltiples manifestaciones de repudio, de condena a los hechos, también de apoyo y solidaridad con la ofendida.
Ayer jueves recibí la información de que la Junta Directiva de la citada Facultad, luego de llevar a cabo una investigación de lo ocurrido, resolvió instruir al Decano de esa unidad académica para que inicie el proceso de destitución del Arq. Navas Escobedo, en virtud de haber comprobado que, es responsable de cometer faltas graves. Saludo la resolución emitida porque muestra que en la Usac no se tolera la impunidad como tampoco se acepta la violencia contra la mujer, lo cual es un importante avance en la hoja de ruta para lograr la eliminación de todas las formas de violencia en contra de la mujer. Reitero mi apoyo y solidaridad con la ofendida y saludo su coraje y decisión de no quedarse callada y denunciar los hechos. Esa es la actitud que deben asumir todas las mujeres que son o puedan ser víctimas de abusos y violencia, sean intrafamiliares, laborales, sociales.
Guatemala es un país con estructura patriarcal, cultura machista y plagada de misóginos que descargan sus frustraciones, complejos y debilidades con acciones y manifestaciones de violencia contra la mujer, expresada de manera recurrente y sistemática, legitimada durante siglos a partir de considerarla como algo normal y hasta necesario, algo que ocurre en la vida privada y en lo que por lo tanto no se debía intervenir. Cuando esta violencia escandaliza por su crueldad se recurre a pensarla como derivada de patologías sufridas por algunos individuos (hombres extremadamente violentos – mujeres masoquistas). Del anclaje de estas ideas en el imaginario social se deriva que se conozcan solamente los casos que algunas mujeres se atreven a denunciar o, aquellos en que el desenlace es la muerte de la mujer. «El acoso, el abuso continuo, la violencia sobre la cual se nos ha socializado a las mujeres y hombres en la sociedad, son todos eslabones de la misma cadena, que en su extremo más perverso está atada a los cadáveres de las mujeres ejecutadas».1
Se estableció el 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, con el objetivo de que los gobiernos y la comunidad internacional lleven a cabo acciones concretas para acabar con la violencia contra la mujer. La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1993, define la violencia contra la mujer como «todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico. Incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vía pública o en la vía privada».
1 Aguilar, Ana Leticia. «Femicidio… La pena capital por ser mujer». Diálogo No. 44. FLACSO, Guatemala, 2005.