La ministra de Gobernación ha decidido, dice ella, limpiar a la Policía y sacar de ahí a todos aquellos elementos que han infringido la ley: mordelones, matones, delincuentes? ¿se vaciará o no dicha institución?, eso puede ser, debería ser, pero no es la cuestión. El punto es que, estos agentes a los que se está destituyendo porque se sabe de su mal actuar, no reciben castigo alguno, van a la calle y ¿qué hacen?, pues, elemental: matar, robar, delinquir, ser ellos mismos, sin la plaquita y sin días libres, ¡ahhh! que país más justo (in).
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La gente manifiesta, los maestros, y ya es mucho, estamos hartos del tráfico que ocasionan, de que reclamen mejores salarios, pero que no estén casi nunca en los salones de clases, de ver a Joviel Acevedo hacerse imagen y congraciarse con partidos políticos, dicen por ahí, y abrir los periódicos cada mañana, cada tarde y leer lo mismo. Pero de eso, de ya estar hasta el copete de alborotos a aceptar que golpeen a la gente, a mujeres, como ocurrió con la maestra que tuvo un aborto provocado por los golpes de la Policía y luego escuchar de las «autoridades» que es su culpa, por salir, por manifestar en ese estado; por favor, de verdad que estamos jodidos.
Y para más, Sperissen, el profeta, que se cree súper héroe, está listo y presto para librar a Guatemala de los delincuentes, claro, delincuentes de bajo perfil o bajo nivel, es decir, con el perdón del término, mareros, ladroncitos, carteristas, rebelditos?, porque bueno, hay otros, los de los bancos, los narcos, a esos no les pasa nada, siempre hay excusas, fianzas y fugas, así no más, acá todo es posible.
Este hombre habla de limpieza social con desenfado y la gente lo aplaude, Derechos Humanos hace mutis, pero cuidado, porque como no se juzga, sólo se condena, escondan sus tatuajes, córtense el pelo y que Dios nos ampare, y en este caso los santos, porque el discurso se difunde en un canal evangélico.
Así las cosas, entre bochinches, policías, ladrones y mensajes «celestiales», Guatemala sigue posicionándose como un país violento, un destino inconveniente, algo así como Medellín en la Virgen de los Sicarios, las historias sangrientas de Tarantino y tan absurdas como las de Ionesco.