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Y quizá lo sea, si se toman en cuenta algunas evidencias: las dos últimas cúpulas policiales, en la cárcel, y la antepenúltima, con señalamientos. Un ex presidente del cual ya pesa una decisión para ser extraditado. El ex ministro que se encargaba de capturar a los prófugos, ahora es prófugo.
Y es que si una persona tuviera cada día malas noticias, o no lograra que le salieran bien las cosas, seguramente ya estaría en un estado anímico de depresión. De esa cuenta, abordamos a expertos en la materia para evaluar cómo esta el país en cuestiones de depresión psicológica.
Pero no se trata de casos aislados, como el de ayer, en que una señora quiso suicidarse por supuestas malas condiciones en su hogar, que van desde lo económico hasta en su propia integridad. Se trata, más bien, de la moral de un pueblo, en su autoestima que, si fuese una persona, seguramente este país tendría diagnóstico de depresión clínica crónica.
MENSAJES NEGATIVOS
«Esto no se va a arreglar», «otra vez cambio de ministro», «sólo campaña política hacen y no atienden a las personas». í‰sas son algunas de las frases que se pueden escuchar en torno del trabajo de las autoridades estatales, cuando éstas no trabajan debidamente.
Especialistas en salud mental aseguran que lo que se da entre los guatemaltecos es un estado de depresión, que se puede definir como la expresión social de cómo los ciudadanos se sienten con sus autoridades y la sociedad.
Un estado de ánimo «de decaimiento» es otra de las definiciones, pues se piensa en una situación de seguridad y economía crítica, que se suma al mal funcionamiento de las entidades públicas, así como también el mal trabajo de algunos funcionarios oficiales.
Desde un punto de vista emocional, la situación social de corrupción tiende a convertirse en baja autoestima generalizada en la sociedad, según explica Marco Antonio Garavito, de la Liga de Higiene Mental.
A nivel personal, explica Garavito, baja autoestima es todo lo que una persona no se da a sí misma y busca en su relación con los demás, como el afecto, confianza, reconocimiento y la independencia, que pasa por aprender a autoabastecerse.
Ya a un plano mayor, a nivel social, la baja autoestima sería el síntoma de que la población no logra satisfacer ni siquiera sus más primarias necesidades, como la de la seguridad, la alimentación, la felicidad, el afecto, entre otros.
«Debido a nuestra falta de conocimiento y entrenamiento en inteligencia emocional, solemos reaccionar o reprimirnos instintivamente cada vez que nos enfrentamos a la adversidad», indicó, en referencia a la respuesta de los guatemaltecos antes los problemas cotidianos.
«Apenas nos damos espacio para comprender lo que ha sucedido y de qué manera podemos canalizar de forma constructiva lo que sentimos», dijo el psicólogo social.
«Las heridas provocadas por la guerra interna nos dejan un pozo de miedos, angustias y carencias», lo cual incide directamente en el ánimo de la sociedad.
SISTEMA FALLIDO
Garavito menciona que la experiencia del malestar colectivo facilita que «nos creamos» una de las «grandes mentiras» que preconiza este sistema.
«Que nuestro bienestar y nuestra felicidad dependen de algo externo, como el dinero, el poder, la belleza, la fama».
Esto, en buena medida provoca más complicaciones sociales y se puede reflejar en la disfuncionalidad de la organización gubernamental.
Sin embargo, Garavito que debido a que no solemos saciar estas falsas necesidades, enseguida interpretamos el papel de víctima, convirtiendo nuestra existencia en una frustración constante
EGOCENTRISMO
Según el director de la Fundación Iniciativa Civil para la Democracia (Incide), Rafael Castro, todos estos factores también han afectado a los jóvenes, que, según indicó, son las personas que podrían sacar a la sociedad de este estado apático de vida.
Es por ello que Castro menciona que los jóvenes con preparación social y política podrán sacar a delante el país y lograran traer una «frescura» a las entidades de estado
Expertos en el campo de la psicología afirman que este egocentrismo -que se origina en nuestra más tierna infancia- condiciona nuestro pensamiento, nuestra actitud y nuestra conducta, formando lentamente nuestra personalidad. Así, la falta de autoestima obliga a muchas personas a compensarse emocionalmente, mostrándose orgullosas y soberbias.
Al negar sus propias necesidades y perseguir las de los demás, son las últimas en pedir ayuda y las primeras en ofrecerla. Aunque no suelan escucharse a sí mismas, se ven legitimadas para atosigar y dar consejos sin que se los pidan. De ahí que suelan crear rechazo y se vean acorraladas por su mayor enemigo: la soledad.
El denominador común de esta carencia es que nos hace caer en el error de buscar en los demás el cariño, el reconocimiento y la aceptación que no nos damos a nosotros mismos. La paradoja es que se trata precisamente de hacer lo contrario. Sólo nosotros podemos nutrirnos con eso que verdaderamente necesitamos.
La verdadera autoestima es sinónimo de humildad y libertad. Es el colchón emocional sobre el que construimos nuestro bienestar interno. Y actúa como un escudo protector que nos permite preservar nuestra paz y nuestro equilibrio independientemente de cuáles sean nuestras circunstancias. Los filósofos contemporáneos lo llaman «conseguir el éxito más allá del éxito». Dicen que cuando una persona es verdaderamente feliz, no desea nada. Tan sólo sirve, escucha, ofrece y ama.