El tiroteo que este jueves dejó 12 muertos en la base militar más grande de Estados Unidos se cierne como una amenaza sobre la moral de un Ejército exigido al máximo en Irak y Afganistán, y enfrentado a un alto índice de suicidios por depresión.
El caso parece una ironía del destino: el hombre que antes de ser herido mató a 12 efectivos e hirió a otros 31 era un siquiatra del Ejército, el comandante Nidal Malik Hasan, que estaba a punto de ser enviado a Irak.
Esta matanza -en la que murieron más soldados estadounidenses que los caídos en octubre en Irak- no dejará de golpear a unas fuerzas armadas presionadas por los duros combates y las prolongadas misiones de doce meses consecutivos en Irak y Afganistán, con descansos de apenas 15 días.
Las prolongadas campañas militares son consideradas como la causa de un aumento de suicidios en el Ejército estadounidense.
El año pasado 128 soldados se quitaron la vida, en 2007 la cifra fue de 115 y este año el número puede ser mayor.
Ante las alarmantes estadísticas, el Pentágono puso en marcha programas de prevención, acentuó los esfuerzos para detectar los problemas sicológicos como el síndrome post traumático, y los traumatismos cerebrales causados por las explosiones o los enfrentamientos.
«Quiero romper con el tabú alrededor de estas lesiones. Son tan lesivas como una pierna rota o un brazo desmembrado. No son problemas falsos inventados por soldados débiles», dijo en octubre el número dos del Ejército estadounidense, general Peter Chiarelli.
Entre los soldados involucrados en incidentes en Irak o Afganistán, el promedio de quienes sufren el síndrome pos traumático pasó del 38 al 52% desde agosto de 2008.
Según el general Chiarelli, cerca de un tercio de los soldados enviados a los frentes de guerra sufrirán de una forma u otra este síndrome.
El problema ya empieza a ser tomado en serio. En el hospital militar Walter Reed, en Washington, la atención sicológica forma parte de los cuidados que reciben los heridos que regresan de las zonas de combate.
El personal médico también ofrece apoyo a las familias de los ex combatientes, debilitadas por la larga ausencia de los militares y los traumatismos con los que vuelven.
«Está claro que cuanto más rápido sea el tratamiento que usted recibe, más son las probabilidades de éxito. Verdaderamente hay urgencia de enfrentar el problema», comentó el miércoles el jefe de Estado Mayor de Estados Unidos, Michael Mullen, en una conferencia de prensa.
El jefe militar reconoce, sin embargo, que los soldados -inmersos en una cultura que valoriza a los más fieros combatientes- son reticentes a pedir ayuda.
«Debemos continuar rompiendo este tabú. Porque es difícil (para los soldados) pedir ayuda, y a menudo esto se vuelve en contra» de ellos, destacó el oficial.