Samara Badescal llevó una vida normal sólo hasta antes de cumplir veinte años; de allí en adelante, comenzó a perder sus facultades mentales, y se marchitó su encanto femenino.
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La enfermedad que la atacaba era tan rara como fulminante; en pocos meses, de la vitalidad, hermosura y talento de Samara quedaba únicamente un triste recuerdo.
Pese a eso, su novio insistió en casarse con ella lo más pronto posible; nadie, absolutamente nadie, comprendió la clase de amor que impulsaba a ese joven a tan grande sacrificio.
Pero de todos modos, la boda se efectuó, y Samara en la agonía de su salud e inteligencia, estaba tan feliz que con un vestido blanco reflejaba lo que ya era: uno de los ángeles preferidos de Dios.
EL AMOR SE PRUEBA EN LA ADVERSIDAD.