Tres cabezas humanas reducidas por los indios jíbaros de Ecuador, instrumentos de tortura y una vaca con dos cabezas figuran en una colección de casi 500 objetos desplegados en «Ripley, aunque usted no lo crea», un nuevo museo que abrió sus puertas esta semana en Londres.
El museo dedicado a lo insólito -o más bien dicho, a lo que consideraba así Robert LeRoy Ripley (1890-1949), un estadounidense que creó en 1918 la serie de ilustraciones «Aunque usted no lo crea», que publican aún cientos de diarios en el mundo- abarca cinco plantas de un gran edificio en el corazón de Londres.
«Visite el lugar más extraño en Londres», invitan los carteles que anuncian la apertura del museo en Picadilly Circus, que sus promotores esperan se convertirá en una de las mayores atracciones turísticas de Londres, que ya tiene muchas.
«Siempre habíamos querido abrir en Londres, una de las capitales más importantes, y cuando vimos que el número uno de Picadilly Circus estaba vacante, saltamos para aprovechar la ocasión», explica Edward Meyer, vicepresidente de exhibiciones de Ripley Entertainment, un imperio con museos en 30 ciudades, que son visitados por 13 millones de personas anuales.
Estos museos están dedicados a demostrar que «la realidad es más increíble que la ficción», lo que fue el hilo conductor de la vida de Ripley, un antropólogo aficionado, obsesionado por lo insólito y lleno de excentridades, entre las cuales la de ser dueño de 100 automóviles aunque no sabía conducir.
En 1933, Ripley desplegó su colección de cosas raras traídas de todo el mundo en la Feria Mundial de Chicago, y atrajo a 2 millones de visitantes. De ahí nació la idea de crear exhibiciones permanentes bajo el lema de «increíble pero cierto».
La de Londres incluye un lagarto albino, un automóvil Mini Cooper cubierto enteramente con un millón de cristales Swarovski, una torre de Londres fabricada con fósforos, un cinturón de castidad y el sweater utilizado por Marilyn Monroe durante su última sesión de fotos, en las playas de Malibu, en California.
Figuran también hormigas pintadas con los rostros de miembros de la realeza británica y un retrato de un guerrero mexicano ejecutado en una tortilla por Enrique Ramos, de México D.F., que también pinta en alas de mariposas y en excremento de vaca. «Tratamos de presentar arte que no se exhibe en otros lugares», dice Meyer.
Pero la «pieza estrella» de la colección Ripley, según Meyer, son las cabezas traídas de las profundidades de las selvas de Ecuador, que están acompañadas por un filme mostrando los rituales de reducción de cabezas de los jívaros, feroces guerreros que cortaban y reducían las cabezas a sus enemigos, y luego se las colgaban en el cuello, como prendas.
«Creo que esta exhibición será una de esas que los londinenses jamás visitan, como el Museo de Cera de Madame Tussaud, pero que son un paso obligado para los turistas en Londres», vaticinó una irlandesa, Deidra 0″Grady, tras visitar la exhibición.
Eso, si los turistas no son disuadidos por el precio de la entrada: 18.95 libras (unos 34 dólares, 22 euros) para adultos, y cuatro libras menos para niños. En cambio, a unas decenas de metros, la National Gallery ofrece su colección de obras maestras, una de las mejores del mundo, gratis.