Un monopolio imperialista, la salud humana en grave peligro y unas Naciones Unidas delicuenciales (I)


El señor Arturo Monterroso escribió el domingo, 13 de los corrientes, en el periódico El Acordeón, Sección Máquina del Tiempo, un alarmante artí­culo, Monsanto: la semilla del mal (I), en el cual resalta un pensamiento de los cientí­ficos estadounidenses Donald L. Barlett y James B. Steele: «Quien provee las semillas al mundo, controla la cadena alimentaria mundial». Dicha aserción forma parte de un reportaje ¯Monsanto»s Harvest of Fear¯ (Monsanto: Cosecha de Temor), publicado en la revista Vanity Fair, de mayo del presente año.

Alfonso Bauer

En dicho reportaje se relatan los abusos de esa transnacional y la contaminación al medio ambiente que causan sus actividades. Entre otras cosas, los autores de la información dicen: «Con sus semillas genéticamente modificadas, Monsanto domina la cadena alimentaria de Estados Unidos. Ahora tiene como objetivo la producción de leche, algo tan terrorí­fico como las tácticas de la corporación -sus despiadadas batallas legales en contra de pequeños granjeros- en su larga historia de contaminación tóxica»

Con respecto a lo anterior, el señor Arturo Monterroso advierte el peligro concreto para los habitantes de Guatemala, porque la Monsanto recientemente compró la empresa guatemalteca Marmot, vinculada a otra llamada Semillas Cristiani Burckard.

En otras palabras, tenemos ya el peligro de tener en el paí­s, como dueña del mercado de semillas a esa monstruosa compañí­a que está envenenando al género humano y parte del animal con sus semillas hí­bridas y transgénicas. En los Estados Unidos de América, siempre se habí­a prohibido patentar semillas. Pero, en las ví­speras del Consenso de Washington y de la imposición de la polí­tica de globalización neoliberal, la Corte Suprema de Justicia de aquel paí­s, permitió, como dice el señor Arturo Monterroso, se convirtiera «en el lí­der mundial de la modificación genética de semillas y tiene 674 patentes de biotecnologí­a». Y está obligando a los agricultores del mundo a ya no utilizar las semillas de la cosecha anterior, pues tendrán que comprar, cada año, las semillas transgénicas de Monsanto.

Ante ese terrorí­fico futuro alimentario para la humanidad y ciertas especies de animales, los pueblos y Estados del mundo debieran alzarse contra ese súper monopolio troglodita e impedirle sus aviesas intenciones contra la humanidad en aras del becerro de oro. Y siendo éste un peligro universal, exigir en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el respeto al derecho humano, al disfrute de la seguridad alimentaria y a la salud.

Al efecto, se pueden invocar los compromisos internacionales relacionados con los derechos humanos. Por ejemplo:

De la Declaración Universal de Derechos Humanos, su artí­culo 25, numeral 1: «Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así­ como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación (…)»

De la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, el artí­culo XI, Derecho a la preservación de la salud y al bienestar. «Toda persona tiene derecho a que su salud sea preservada por medidas sanitarias y sociales, relativas a la alimentación (…)».

De la Organización Mundial de la Salud (OMS) La finalidad de la OMS es la de alcanzar para todos los pueblos el grado más alto posible de salud. Y esa finalidad no podrá alcanzarla si las semillas de granos alimenticios están intoxicados, como las semillas transgénicas de Monsanto.

De la Resolución 39/248 de la Asamblea General de los Derechos Humanos del 9/4/1985. Derecho del Consumidor y Derechos Humanos… su objetivo d) (…) Poner freno a las prácticas comerciales abusivas de todas las empresas, a nivel nacional e internacional, que perjudiquen a los consumidores». Como las semillas transgénicas de la Monsanto, por ejemplo.

También sus Programas de Educación e Información al Consumidor, que deben contemplar aspectos importantes para la protección del consumidor, como: la sanidad, nutrición, prevención de las enfermedades, transmitidas por los alimentos; peligros de los productos; y contaminación.

De la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés). sus propósitos fundamentales que están í­ntimamente relacionados con los derechos humanos, entre ellos el de elevar los niveles de nutrición y de vida de los seres humanos, lo cual es imposible que logre si los habitantes del planeta se alimentan con cereales contaminados, como las semillas transgénicas que suministra a los consumidores la Monsanto.

Del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el artí­culo 12, numeral 1, que reza: » Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud fí­sica y mental», (continuará).