Un mensaje para José Carlos Marroquí­n


Si yo tuviera poder para hacerlo, a estas horas usted y su familia no estuvieran más en el paí­s. Como padre de familia y porque me considero su amigo, sufrí­ un fuerte impacto a las seis y cuarto de la mañana cuando me enteré del alevoso atentado que habí­a sido objeto la noche anterior en su casa de habitación. De ahí­ que me imagino lo que sus papás sufrieron al enterarse de tan deleznable hecho… sus hermanos… sus tí­os… ¡toda su familia! Porque aunque usted proviene de un grupo familiar que ha demostrado con hechos su gran valí­a y arrojo para enfrentar los problemas personales y del paí­s, nadie puede negar que se nos achiquita el alma ante una amenaza de muerte tan evidente.

Francisco Cáceres Barrios

Pero ya escuché por la radio sus palabras de «seguir adelante», porque usted no es de los que corre horchata en sus venas, como tampoco el que pega la carrera a la primera de cambios. Lamentablemente no comparto su criterio. Yo prefiero verlo estudiando o desarrollando un proyecto para hacer «cajas de cartón», ejemplo que usted también utilizó para referirse al peligroso oficio de la polí­tica por el que usted prefirió encaminarse. Creo José Carlos, que es muy joven todaví­a y muy valioso para perder la vida por algo que nadie se lo va a agradecer el dí­a de mañana, mucho menos que vayan a corresponder debidamente velando por la felicidad de su familia. Lástima que no tengo el poder para hacer lo que dije al principio.

De ahí­ que insista en decir que nuestro paí­s, con todo y la gran mayorí­a de su gente, va camino al despeñadero, porque empezando porque aquí­ la vida no vale nada, los valores y principios que nos enseñaron e inculcaron nuestros padres y maestros se quedaran tirados a saber por dónde con tanta basura regada por todas partes. Las generaciones posteriores a la mí­a considero que están pero todaví­a. Porque faltaron quienes formaran integralmente a los hijos. De esa cuenta el respeto a Dios, a sus progenitores, al prójimo y todos los demás valores y principios dejaron de ser asuntos vitales en nuestra existencia, hasta llegar a la debacle de inseguridad que actualmente estamos viviendo, en donde ni las clases más privilegiadas por la fortuna se escapan de perder la vida en un instante.

Yo también fui patojo José Carlos. A su edad ya me habí­a metido en camisa de once varas y todo por luchar por los más puros sueños e ideales también me la corrí­ en pelo, así­ es que si usted dispone cumplir con sus deseos de «seguir adelante», cuente con mi apoyo en la forma que estime más conveniente. Los años no pasan de balde. La vida es muy dura y quien honesta y sinceramente busca lo mejor para el paí­s y su gente, merece no sólo nuestro respeto y admiración sino «meterle el hombro» cuando sea necesario. ¡Que Dios lo bendiga y lo proteja!