«Un medio con vocación social está interesado en la transformación de las realidades sociales»


Pedro Miguel:

Pedro Miguel es cofundador y columnista del diario mexicano La Jornada. Publica también sus comentarios en el blog Navegaciones. En esta entrevista se refiere al ejercicio del periodismo de vocación social, cuyo objetivo es la transformación de las realidades sociales. «La objetividad es la negación de la ideologí­a», sostiene, y «un disfraz para esconder la ideologí­a empresarial de los grandes consorcios mediáticos». Introduce, además, la categorí­a de los «comentócratas» a quienes define como los ideólogos de la nueva oligarquí­a, los fabricantes del discurso legitimador que monopolizan y cierran los espacios a otras voces. El camino para el verdadero ejercicio de los derechos a la comunicación es la construcción de medios de capital social, de medios de Estado y no gubernamentales, y la declaratoria de medios masivos -de contenido alternativo- como organismos de interés publico.

CENTRO DE ESTUDIOS DE GUATEMALA (CEG)
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CEG: ¿Qué papel juega la objetividad en el periodismo?

Pedro Miguel (PM): La negación de la ideologí­a, esa reivindicación un poco histérica de la objetividad, es un disparate. Los humanos somos sujetos, tenemos una visión subjetiva, vemos el mundo desde nuestro pellejo, desde nuestro barrio, desde nuestra preferencia sexual, desde nuestra religión, desde los productos culinarios, desde nuestra postura polí­tica; y no puede haber una visión objetiva. Entre paréntesis, una visión objetiva serí­a una visión absolutamente pobre, absolutamente chata, no podemos reproducir la realidad tal cual es, la interpretamos y la recreamos. Y el postulado «tenemos que ser objetivos» es un disfraz para esconder la ideologí­a empresarial, que es la subjetividad desde la cual, la mayor parte de la masa mediática, se dirige a la sociedad. La masa mediática le hace tragar a la sociedad una ideologí­a empresarial, cuya caracterí­stica central es negar cualquier ideologí­a, por eso te dicen: «Yo no tengo ideologí­a». ¿Cómo no la van a tener? ¿Cómo se puede construir un medio y una visión, y un ordenamiento y un orden de jerarquí­as, y una sintaxis informativa, sin ideologí­a? ¿Cómo se puede hacer un medio sin lí­nea editorial, sin una expresión ideológica aplicada al medio? Entonces, en la configuración de lo que es trascendente, de lo que es irrelevante, lo que es urgente, lo que es prescindible, está implí­cita la ideologí­a. La revista Hola por supuesto que tiene una visión del mundo, es una revista de pornografí­a sentimental, para ellos lo importante es la aristocracia. ¿Qué esconde todo esto? Pues esconde evidentemente un negocio, es el negocio de esa pornografí­a sentimental de ir a meter la nariz en la vida de los otros para olvidarnos de la vida propia, para estar metidos en el cuento de la princesa.

Vámonos al otro extremo, a lo brutal, a las publicaciones que nos entregan en la portada el close up del nervio óptico del cadáver despedazado, en primera plana y en medio de un charco de sangre bien roja. ¿Qué nos están dando estos medios? Nos están dando una inmediatez, en el sentido amplio de exaltar la representación gráfica como si fuera un todo, como si lo importante fuera el pedazo de retazo con hueso que fotografiaron, como si lo más importante fuera este cadáver y no la historia que hay detrás, no la historia de violencia social que provocó esta muerte. Siempre hay un ejercicio de ocultamiento, detrás del cuento de la objetividad (…) desnudémonos y digamos: «Sí­, yo veo el mundo de esta manera». Que lo digan las televisoras privadas latinoamericanas: «Sí­, nosotros somos fascistas». Los otros que digan: «Lo que queremos es explotar a la mayorí­a de la población, concentrar riqueza en unas cuantas manos, y ejercer el poder real a través de los medios», a ver, que nos lo digan. Pues no lo van a hacer, ¿verdad?

En contraste, yo creo que un medio con una vocación social, un medio interesado sobre todo en la transformación de las realidades sociales, está obligado a este ejercicio de desnudo, tiene que asumirse así­, tiene que estar por delante, porque la vocación de transformación social es inocultable, y no tiene ningún sentido ocultarla, si lo que queremos es señalarla, mencionarla, decirla, enumerarla, y cada vez que estamos haciendo un lid, una primera plana, un tí­tulo, una cortinilla, estamos dando nuestra visión de cómo deben ser las cosas, de lo que es trascendente.

Y en toda esta reflexión, un dato muy fundamental es que no se debe confundir la objetividad con la verdad. La verdad es una categorí­a, que tal vez sea filosófica, pero yo dirí­a que para los efectos que nos interesan, es ética. Por supuesto, un informador sabe cuál es la verdad, sabe distinguir la verdad de la mentira.

CEG: ¿Es con esa visión del mundo que nace el Diario La Jornada?

PM: La Jornada es un medio de propiedad social. El origen de La Jornada es darle voz a los que no tienen voz, es presentarle a la sociedad el retrato de su propia diversidad, una sociedad que se habí­a tragado el cuento de que era homogénea, de que era un paí­s mestizo, donde todos eran «guadalupanos», todos votaban por el PRI, todos tení­an mamá y papá, y todos eran heterosexuales, por ejemplo. Ahí­ tenemos una aproximación de esa homogeneidad que era absolutamente falsa. Ni todos eran «guadalupanos», ni todos votaban por el PRI, ni todos eran heterosexuales, ni todos tení­an mamá y papá, ni todos eran mestizos por supuesto, México tení­a 30 millones de indios, que no se veí­an, no salí­an en la foto, no los contaban, no eran noticia, no estaban en el panorama mediático.

Es un proyecto también que surge para impulsar la diversidad y la pluralidad polí­tica porque en ese entonces existí­a una pluralidad polí­tica muy acortada, regularmente perseguida y oprimida. Esa presunta uniformidad se agrieta y se agrieta; y nosotros leemos esa proliferación de grietas como la necesidad de crear un medio que nos diga qué está pasando y qué está causando esas grietas. Y lo que encontramos fue un montón de actores que no tení­an voz, que no tení­an imagen, que eran invisibles. Los académicos, los artistas, las mujeres en tanto que son ciudadanas y sujetas de derecho, los indí­genas, los obreros que no están inscritos en las centrales oficiales dominadas por la mafia prií­sta, las ligas campesinas que no forman parte del sistema corporativo vertical de nominación, las diversidades de géneros y de preferencia sexual que estaban simplemente criminalizados. También en este grupo están los desempleados, los precaristas -como les llaman en algunos paí­ses- los colonos que llegan a poblar terrenos sin dueño y se asientan ahí­ sin ninguna formalidad. En fin, aquello era una diversidad y empezamos a retratarla.

CEG: ¿Y qué pasa con los otros medios, los del circuito empresarial?

PM: Cuando los medios de comunicación forman parte de un sistema de dominación oligárquico y están a la defensa de este sistema de oligarquí­a, entonces este sistema de dominación comete crí­menes y los medios entran a encubrir en esos crí­menes y a veces hasta son partí­cipes de las conspiraciones.

En México tenemos muy recientemente un episodio de consumación de una impunidad, de conquista de una impunidad, de fabricación de una impunidad para los asesinos materiales que participan en la masacre de Acteal, en diciembre de 1997. Hay una fabricación que es preponderantemente mediática y académica, que surge en los medios de la «academia», es decir en la revista Nexos y en el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE). En la vertiente mediática, es la elaboración, la revisión que hace Héctor Aguilar Camil del episodio de Acteal la que marca el camino, para concluir que no se puede establecer la culpabilidad de los asesinos (?) La otra parte de la pinza, son los expertos en Derecho del CIDE que establecen que en el juicio de estos asesinos materiales se cometieron irregularidades, lo cual muy probablemente sea cierto, porque en todo juicio que se realiza en México se cometen irregularidades, es tan simple como eso; yo me atrevo a afirmar que en América Latina, no hay un solo juicio que sea 100% respetuoso de la ley, y desde luego en Estados Unidos tampoco, y en España tampoco. Tenemos entonces una fabricación intelectual de la impunidad que pasa por el uso de los medios, e inmediatamente se va a manos de la «comentocracia», a los medios electrónicos; los «comentócratas» forjan una unanimidad a la no culpabilidad de los asesinos, y consiguen crear un clima que desemboca en el caso puesto en manos de la Suprema Corte, que excarcela en un primer episodio a estos asesinos. Tuvo que haber un concurso mediático para este operativo de impunidad, y se tienen que generar climas de linchamiento mediático para legitimar persecuciones polí­ticas.

En México lo hemos vivido mucho (?) los medios informativos son desvirtuados, desnaturalizados, y empleados para presentar una realidad inexistente como una realidad «real», y esta producción de impunidad va generando el ejercicio de un poder fáctico, que es el poder polí­tico real de los medios, que no está legalizado, la Constitución no dice que la radio, la televisión y la prensa tengan derecho a tirar un gobierno, no son un órgano facultado para deponer a un gobierno, pero lo deponen. Depusieron a Chávez 48 horas, participaron de manera activa y entusiasta en la deposición de Zelaya, han intentado deponer a Colom, clara y abiertamente; si eso no es impunidad entonces mi abuelo es Britney Spears travestido.

La operación Rosenberg fue una operación en buena medida mediática, no habrí­a podido ejecutarse si no hubiese sido por el concurso de medios informativos y de informadores, que debiéramos llamar «desinformadores», y fue una operación de desinformación, es decir, ahí­ confluye una operación de desestabilización polí­tica, un homicidio y un operativo de desinformación de la opinión pública, que permitiera un operativo de desestabilización del Gobierno.

CEG: Profundicemos en este concepto de la «comentocracia». ¿Qué es exactamente?

PM: Son los ideólogos de la nueva oligarquí­a. Son los fabricantes del discurso legitimador, son inteligentes, ya no son esos tipos brutos a los que poní­an a repetir como loros hace 15 años. Son una nueva generación de tipos que tienen doctorados, que tienen preparación, que tienen cultura, que leen, y tienen una habilidad dialéctica.

Yo te dirí­a que son lo que las computadoras a las máquinas de escribir, comparándolos con esos discursos primitivos, bestiales, a los que estábamos acostumbrados; ahora es gente de tecnologí­a de punta que nos hace y presenta un acto de ilusionismo precioso que parece perfecto, que es la ilusión de su «independencia frente al poder». Ellos son crí­ticos, saben que no pueden ser como sus antecesores: serviles, porque saben que de esa forma no tienen ninguna credibilidad, ellos son fabricantes de credibilidad. Y son buenos artesanos, les sale su producto porque señalan errores, critican a los poderes, simulan indignación y en los momentos crí­ticos, en los momentos en los que está en juego una posición de poder o el poder, entonces es cuando desempeñan su verdadera función: la de legitimadores (?) han estado trabajando para ejercer como fieles de la balanza de la opinión pública, es decir, «!ah!, si fulanito lo dice debe ser cierto». Y entonces qué pasa, la gente dice: «Sí­, seguramente el Presidente estaba involucrado en el asesinato de Rosenberg», y con esto logran su misión cumbre, golpear a la opinión pública en contra del Presidente a quien quieren deponer.

Están en todos lados. Tienen este rasgo del que hablábamos, que monopolizan: son presentadores de televisión, comentaristas de radio, columnistas, lo cual, además, plantea la evidencia de su simulación, porque al menos, yo publico dos columnas a la semana y la vida no me da para más, porque trabajar una columna requiere mucho trabajo, y quien tiene un programa de radio diario se tiene que dedicar a eso, esa es la verdad. Cuando alguien trabaja en las mañanas en un noticiero de radio, en las tardes-noches en un noticiero de tele, y una vez a la semana escribe una columna o un artí­culo, bueno entonces sabemos que este alguien no es un «alguien», sino es un «algo», es una fábrica detrás de la cual hay un equipo existente que está fabricando ideologí­a, que está ocupando espacios, que está multiplicando su propia relevancia mediática -de manera sistemática, incidental y colateralmente- cerrando espacios para otras voces, asegurando que el efecto multiplicador los rebote entre sus propios espacios, y entonces ya saben que lo que ellos digan en la tele les va a dar carne para escribir en el periódico, y los impactos de esto, les va a dar material para la radio, entonces están creando cí­rculos muy productivos. Son un invento muy inteligente los comentócratas.

CEG: Y frente a este panorama, ¿cuáles son los caminos?

PM: Esta es la búsqueda del santo grial en la que estamos empeñados desde hace décadas. Hay una salida posible que es la construcción de medios sociales, ahí­ tenemos el caso de las radios comunitarias que han surgido en toda América Latina, que han demostrado ser instrumentos muy eficientes en la mejora de las condiciones de vida de las comunidades, en la transformación de esas comunidades, en la dignificación, en saltos cualitativos en el nivel de información de una comunidad (?) pero se han revelado muy débiles y muy deficientes cuando se plantean a escala nacional e incluso departamental, ahí­ dejan de funcionar porque están pegadas al sujeto social. Entonces perdemos la oportunidad de construir otros medios que obedezcan a los intereses informativos reales de la sociedad, no a las agendas de los accionistas de los medios, pues la agenda de un accionista de medios es generar utilidades, no hay otra. Y a partir de ahí­ se puede venir cualquier clase de dispersiones a la información, ya cuando se ve a la información como un producto a vender pues hay que venderlo como les guste más a los clientes, y entonces tenemos a la princesa o tenemos el pedazo de carne ensangrentada, eso gusta, hay que producir eso como información.

Por tanto, hay que quitar de en medio al dueño. Hay que quitarlo de en medio en la construcción de estos nuevos medios, hay que hacer la propiedad social, hay que aterrizar la propiedad. Que cada ciudadano interesado en ser radioescucha, en ser televidente, en ser lector de un nuevo medio tenga un dólar de acciones, que es un desafí­o organizativo, propagandí­stico, lo digo sin ningún pudor, pues hay que llamar las cosas como son, ahora propaganda es mala palabra; es por ese afán de ocultar las cosas, es decir, «voy al inodoro» se oye tan horrible que decimos «voy al tocador», todo con tal de alejarnos de los significados; no, no, no, la propaganda es algo legí­timo, legal, correcto que hay que hacer en función de proyectos de nación. Y hay que hacer mucha propaganda para construir un medio social.

Tercera salida, hagamos medios de Estado. Esto tiene un gran riesgo, y es que los medios de Estado sean malentendidos y terminen siendo medios de gobierno y aparatos de propaganda gubernamental, y de esto estamos hartos. No queremos que el gobierno se glorifique a sí­ mismo. Frente a esto están medios de Estado, y ahí­ está la BBC de Londres o Radio Francia Internacional, y en México tenemos un caso que es Radio Educación -que es tan pequeñita y yo creo que ni se han fijado que existe y por eso la han dejado en paz- y es una radio estatal que depende del Ministerio de Educación. Es una radio que cuenta con independencia de criterio absoluta, es una radio crí­tica, es una radio que presenta el otro lado de la foto mediática, lo que no sale en el panorama que nos presentan los medios todos los dí­as, que nos pone en contacto con los sujetos sociales (que) están absolutamente marginados del relato de los medios.

Hablemos también de medios privados -de la manera tradicional- que encuentran en la diversidad y en la alternativa una diferencia con los otros medios. Entonces se les declara como un organismo de interés público, autónomo, y el Estado asume la tarea de financiarlos parcial o totalmente. A mí­ me parece, que en el caso de los medios, tendrí­amos que pugnar también por avanzar en una declaratoria de organismo de interés público, para que los medios dejen de estar sometidos a una venta de publicidad que es también un yugo editorial, digan lo que digan, el cliente que compra espacios publicitarios a la larga tiende a determinar los contenidos editoriales, y siempre quiere meter las narices. Algunos libran esa guerra y la ganan, otros la pierden, siempre hay resultados variables. Pero eliminar esta tendencia o reducirla, complicarí­a eso de decir: «Bueno, hay un periódico con una tradición que es parte de una identidad cultural, nacional, etc. que debe ser financiado por recursos públicos para que no tenga que volverse pizzerí­a, no tenga que volverse revista porno, para que no se destruya en la búsqueda de viabilidad comercial».

«En México, los medios informativos son desvirtuados, desnaturalizados, y empleados para presentar una realidad inexistente como una realidad real».