Al Presidente le endulzaron el oído con encuestas en las que aparece con alta popularidad y posibilidades de ganar una reelección y, además, le dijeron que la gente aceptaría con agrado una prórroga de su período presidencial. La maquinaria se puso en marcha hace varias semanas, cuando el Presidente del Congreso soltó la expresión de que era una lástima que la ley no permitiera a los guatemaltecos reelegir a Pérez y Baldetti, iniciando un proceso que ya está en la fase de la carpintería final al plantearse como “sano y conveniente” el debate sobre dos temas que tienen enorme importancia histórica para Guatemala por el efecto de dictaduras como las de Rafael Carrera, Justo Rufino Barrios, Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico.
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No es cuestión de imitar “modas” como ingenuamente cree nuestro iluso y pintoresco Arzobispo, sino se trata de concretar una aspiración que han tenido todos los que llegan al poder porque cada uno de ellos se siente iluminado y ungido para dirigir los destinos de la Patria. Es cuestión de ambición de poder y de comportamientos abyectos de lambiscones que, para seguir mamando y bebiendo leche en la fuente de la corrupción, endiosan a los gobernantes y les meten en la cabeza ideas que rompen con el orden constitucional y que, no cabe otra expresión, constituyen un Golpe de Estado como el que en su momento propició Serrano.
Si el Golpe de Estado es la alteración del orden constitucional, lo es la pretendida reforma de artículos que la misma Constitución establece como irreformables. No se puede modificar “ninguna cuestión” relacionada al principio de no reelección y de alternabilidad en el ejercicio del poder. No hace falta que la Constitución declare irreformable el artículo 281 de manera expresa, porque su redacción es absolutamente clara. No se puede reformar “ninguna cuestión” que se refiera a esos principios que inspiraron el texto constitucional y el carácter pétreo de ese y los otros artículos es incuestionable.
El problema que yo veo es que es un juego peligroso porque hay muchos factores que pueden alentar la ruptura del orden constitucional. Un Congreso que responde a instrucciones enviadas en sobres conteniendo el soborno se combina con una Corte de Constitucionalidad en donde se ha demostrado el más descarado irrespeto a la legalidad y para evitar críticas se advierte que todos los que están en desacuerdo con la Corte son idiotas que no tienen la clarividencia de los magistrados que se sienten infalibles. Está un Ministerio Público que no moverá un dedo ante el carácter punible que tiene cualquier esfuerzo por promover la reelección o la prolongación del mandato y, finalmente, estarán los alcaldes y diputados que movilizarán sus distritos porque esperan agarrar avión con la propuesta y beneficiarse igualmente.
Y de ribete una sociedad que no entiende la historia y por qué en Guatemala se legisló tajantemente contra la reelección. Una sociedad en la que abundan los que añoran a Ubico porque no le tienen fe a una democracia que es fachada y que de todos modos no se traduce en forma de buen gobierno. Una sociedad indiferente, a la que lo mismo le da que robe Chana que Juana, y que se conforma con subsistir, sin darse cuenta que con su indiferencia está labrando la estaca en la que ha de ser sentada.