El jesuita es el Reverendo Gonzalo de Villa, el Maya, Sam Colop, y el dudoso musulmán o cristiano, Barack Obama.
El artículo versará sobre estas tres personalidades, de diferentes culturas y su vocación solidaria hacia la humanidad, en estos momentos que tanto a nivel internacional como nacional, prevalece una crisis social moral generalizada.
El sacerdote jesuita Gonzalo de Villa, a quien conocí en alguno de los años de la década de los 80 del siglo pasado en Nicaragua, estando yo exiliado allá y al servicio del Gobierno del presidente Daniel Ortega, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), por tener amistad con una hermana suya, también en el destierro, a quien él iba a visitar con frecuencia. Y desde entonces, puedo dar testimonio de la calidad ética y cívica del presbítero de Villa.
Y, recientemente, el 30 de enero del mes pasado, Prensa Libre, publicó en su sección Opinión, un artículo de él, «Rerum Novarum, Viendo Nuestra Realidad», en el que comenta las deliberaciones de la Conferencia Episcopal de Guatemala, con ocasión de su Asamblea Anual Ordinaria.
En resumen plantea: La preocupación de los Obispos por la violencia imperante en todo el territorio nacional; el irrespeto a la vida humana, el poderío del crimen organizado y la impunidad que lo permite. Situación que les hizo asumir el compromiso de continuar la lucha contra la impunidad, la injusticia estructural, la pobreza, y el deterioro en la práctica de los valores morales, «profunda debilidad del Estado» y cita de la sentencia del papa Benedicto XVI: «la búsqueda y promoción del bien común es responsabilidad principal de la comunidad pública». O sea no sólo en Guatemala, sino en todo el orbe.
Sam Colop, autor de una reciente versión del libro sagrado maya-quiché, el Popol Vuh, es el Maya, quien también en la misma sección Opinión de Prensa Libre, y el mismo día 30 del pasado mes, publica el escrito suyo «Popol Wuj ilustrado» en el que informa de la reciente edición en Nicaragua del Popol Vuh, ricamente ilustrado por el pintor Nivio López Vigil, al cual denominó Libro de Todos, escrito especialmente para la niñez, o sea para un futuro esclarecido de los pueblos nacidos gracias al «Creador y el Formador, la madre y el padre de la vida, de todo lo creado, el que da la respiración y el pensamiento, la que da la luz a los hijos, el que vela por la felicidad de los pueblos, la felicidad del linaje humano, el sabio, el que medita en la bondad de todo lo que existe en el cielo, en la tierra, en los lagos y en el mar».
Nótese que si el pensamiento del jesuita de Villa y de su Iglesia, predominante en la Asamblea Anual Ordinaria de la Conferencia Episcopal de Guatemala, fue de proyección nacional y mundial, el de Sam Colop inmerso en el sacro Popol Vuh, es también para todo el orbe, al proponerse como meta «la felicidad del linaje humano».
Barack Obama, presidente de los Estados Unidos de América, es el personaje de dudosa fe. Porque en la sociedad norteamericana se le ha considerado, por unos, como musulmán y, por otros, como cristiano. Pero, la verdad es que él, por ser descendiente de su padre, quien era musulmán, se le ha tenido como del mismo credo, aunque por su madre debió haber sido ateo, pero no fue así y en el distrito Bronx, de Nueva York, donde vivió largo tiempo, se le tenía por cristiano, pues asistía a una de las iglesias católicas del lugar de su residencia. En su vida de político del Partido Demócrata, ha sido severo crítico de la Biblia hebrea y también se ha manifestado como libre pensador. Por su ideología democrática fue elegido Presidente de la Federación de los Estados Unidos, a pesar de su origen étnico africano, pues en aquel inmenso territorio la discriminación racial es una de las calamidades más antihumanas que pueda haber. Pero, su triunfo se debió a la caótica crisis económica, financiera, social y moral que padece aquella gran nación, a consecuencia del irrefrenable poder de las colosales corporaciones de la industria, la agricultura, el comercio y los servicios, constitutivas de oligopolios dueños no sólo de la economía estadounidense, sino también amos dominantes de la economía de la mayor parte de los países del resto del mundo, en especial de los no desarrollados.
Oligopolios que explotan recursos naturales renovables y no renovables en toda la faz de la tierra, para su provecho y para no perder ese privilegio imperial, han hecho suya la industria de guerra de los Estados Unidos de América, y obligan a los gobiernos federales a tomar los caminos del belicismo para domeñar cualquier intento de liberación de alguno de los países sometidos a su dominación.
So pretexto de combatir dictaduras, el terrorismo internacional, pero en verdad, para adueñarse de riquezas petroleras, como en Irak, el imperialismo yanqui desató la guerra en Irak, con resultados inimaginables de destrucción y el presidente Obama, quien debió ponerle fin definitivo a la ocupación militar de aquel legendario país, mantiene solapadamente su intervención.
En tanto que el imperialismo estadounidense, convirtió en potencia nuclear a Israel que ha despojado de su hábitat al pueblo palestino y que, en unión con Israel preparan la invasión de Irán, porque opera un programa de producción de energía nuclear que afirma no tener objetivo bélico, sino pacífico. Y, lo peor, es que según denuncia internacional reciente, procedente de Rusia, Estados Unidos ya cuenta con una nueva arma de guerra: una causante de terremotos, con la intención de hacer desaparecer a Irán, y que en maniobras de prueba, en el 2008, produjo sismos de 6.5 grados en el condado de Eureka, California. Y, al parecer, el holocausto de Haití, país que ha sido destruido y perdido, por lo menos, doscientas mil vidas humanas y en vez de recibir suficiente ayuda económica y de reconstrucción ha sido ocupada militarmente por el ejército estadounidense.
Obama, indiferente a todo eso, y por tanto, a diferencia de Villa y Colop, él ha demostrado carecer de vocación de solidaridad humana.
Lamentablemente ni la Organización de las Naciones Unidas(ONU), ni la Organización de Estados Americanos, se han abocado a reparar esas tropelías contra la humanidad, razón por la cual es deber de los ciudadanos de los Estados víctimas de esos atropellos y opresión, exigirles a sus gobiernos demandar el cumplimiento de las disposiciones de Derecho Internacional, por parte de los Estados Unidos de América, comenzando por: las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas, aprobada en el año de 1945.
De dichas disposiciones sólo citaré algunas relativas a los Propósitos y Principios de las Naciones Unidas:
Propósitos: Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz.
Respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos y tomar medidas para fortalecer la paz mundial.
Principios. Igualdad soberana de todos los miembros de la ONU. Obligación de éstos de cumplir de buena fe las obligaciones contraídas por ellos de conformidad con la Carta. Arreglar sus controversias internacionales por medios pacíficos de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacional ni la justicia. En sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado.