Un ilustre almeriense


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Cuando estudié Historia de la Literatura Española en el Instituto antigí¼eño, el catedrático don Luí­s Gaytán Pivaral, recomendó como libro de texto: Historia de la Literatura Española escrito por Fermí­n Estrella Gutiérrez.

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POR MARIO GILBERTO GONZíLEZ R.

La forma de impartir la cátedra y el contenido de la asignatura, despertaron en mí­, entusiasmo e interés particular que, desde su  inicio, me sentí­ identificado con la asignatura y me propuse anotar con claridad los apuntes de clase y leer, cuando menos, un libro de cada autor. Proyecto un poco ambicioso pero no imposible de realizar si sabí­a distribuir mi tiempo.

Lo primero que hice fue, comprar en la Imprenta y Librerí­a Azmitia –de don Bartolomé  Azmitia Frener- un cuaderno empastado  en color azul de quinientas hojas con lí­neas. En la hoja falsa pinté en silueta difuminada, las figuras legendarias de don Quijote y Sancho Panza. Y con escritura antigua: Historia  de la Literatura Española.

Cada tarde, pasé en limpio las notas de clase y las enriquecí­ con trozos y fragmentos significativos de cada autor. Para distinguirlas, usaba dos tintas. Azul para el texto y roja para el trozo o fragmento.

El Instituto carecí­a de Biblioteca y la Biblioteca Pública que funcionaba en una sala de la que fue Real y Pontificia Universidad de San Carlos, era muy pobre en sus fondos bibliográficos. Ese vací­o habí­a que llenarlo de alguna manera. Me propuse aprovechar mis ahorros, producto de mi trabajo de cada sábado en un taller de pintura y escultura y así­ comprar los libros de autores españoles y a la vez, formar mi propia biblioteca. Un esfuerzo que dio resultados maravillosos.   Disfrutaba tanto cuando iba a la ciudad Capital, a comprar los libros en la Librerí­a La Lectura del señor César Guzmán, situada en la Sexta Avenida, vecina a la Empresa Eléctrica. Mis ojos de joven lector, se extasiaban recorriendo los anaqueles y mi deseo era, llevarme todos los libros a mi casa. En mi caso, se aplicaba el dicho popular de “que la Magdalena no estaba para tafetanes…” y habí­a que conformarse con lo que sí­ era posible.  Con mis escasos ahorros y con la ayuda económica de mi madre, compraba los libros de bajo precio para que, esos escasos recursos  abundaran.

La Editorial Sopena Argentina, publicó  una rica bibliografí­a de autores clásicos a precio al alcance del bolsillo de un estudiante. Cada libro estaba impreso a dos columnas en papel resistente,  letra legible y pasta blanda. Cada tomo costaba 8 o 10 centavos de Quetzal y los dos tomos de don Quijote –por ejemplo-  quince centavos de Quetzal. Ese precio visto hoy no es nada. Entonces era mucho dinero y para un estudiante, significaba sacrificar el disfrute de sus golosinas de una semana.

No le desprendí­a la vista al dependiente  que me atendí­a, cuando iba de anaquel en anaquel buscando los libros solicitados y más aun, cuando los tení­a enfrente. Percibí­a con emoción ese peculiar olor a tinta fresca y a papel nuevo. Lo primero que hací­a era forrarlos con el mismo papel con el que se envolvieron. Y abrirlo con mimo para que en nada se dañara la encuadernación. Me dolí­a tanto, cuando en otras manos, crují­a el libro al abrirlo con brusquedad. El mimo consistí­a en que el libro después de leí­do, quedara como nuevo, sin el menor daño posible.

Poco a poco fueron llegando a mi mesa de estudio, El Mí­o Cid,  Gonzalo de Berceo, El Conde Lucanor, El Marquéz de Santillana, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Cervantes, Bécquer, Espronceda,  Quevedo,  Santa Teresa de Jesús,  San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Fray Luis de Granada, Tirso de Molina,  Campoamor, Zorrilla, Alarcón,  Severo Catalina y tantos más que enriquecieron mi mundo literario.

La sombra del frondoso naranjal a la mitad del patio de la casa, la sacristí­a de la Limpia Concepción y la que fue  librerí­a del seráfico, fueron mis salas preferidas de lectura y estudio y cuna de mis sueños juveniles.

Un estudiante de escasos recursos con ansias de aprender, tení­a que recurrir a los libros usados. La Librerí­a Iberia de don Pepe –frente a la Facultad de Derecho- donde se encontraban todos los libros de texto usados,  cumplió una misión maravillosa.

Así­ fue posible obtener el libro Historia de la Literatura Española de Fermí­n Estrella Gutiérrez, editado por la Editorial Kapelusz de Buenos Aires Argentina. Un regalo especial de tí­a Carlota que siempre veló por mi preparación profesional.

Desde un inicio se apoderó de mí­, la curiosidad  de saber que si el autor de Historia de la Literatura Española era argentino, ¿cómo habí­a obtenido tan sólido conocimiento de la literatura española?. Y mi sorpresa ha sido mayor. Fermí­n Estrella Gutiérrez nació en la ciudad de Almerí­a, España, a donde el destino me trajo con mi familia.

He aquí­, el testimonio de ese hallazgo:
 
PARTIDA DE NACIMIENTO DE FERMIN ESTRELLA GUTIERREZ
 
Número 25985
 
Fermí­n             En la Ciudad de Almerí­a á treinta y uno de Octubre de mil novecientos
Estrella            , ante Don Francisco Garcí­a Peinado, Juez Municipal y D. Eduardo Mor-
Gutiérrez          cí­llo Secretario compareció D. Fermí­n Estrella Moreno natural de Alme-
                         rí­a, término municipal de it., provincia de it. de 26 años domiciliado
                         en esta Ciudad plaza de Paví­a no. 9  presentado,  con objeto de que se
                         inscriba en el Registro Civil, un niño, y al efecto, como padre, declaró:
                         que dicho niño, nació en esta Ciudad el dí­a veinte y ocho a las cuatro de
                         la tarde en dicho domicilio. Que es hijo legí­timo del compareciente y de
                         Dolores Gutiérrez Aznar natural de Almerí­a, que es nieto por lí­nea pater-
                         na  de D. Fermí­n, de Roquetas y de Da. Marí­a, delas Barrí­as,  (Cádiz)
                         y por la materna de Dn. Francisco, difunto y de Dña. Marí­a, naturales
                         del Marchal. Y que á el expresado niño se le puso el nombre de Fermí­n,
                         Francisco, Nicolás, Simón.
                           Todo lo cual presenciaron como testigos Dn. Indalecio Caminillo y
                         José Murcia naturales de Almerí­a mayores de edad y deestas vecinas.
                           Leí­da í­ntegramente esta acta, e invitadas las personas que deban suscri-
                         birla  á que la leyeran por sí­ mismas, si así­ lo creí­an conveniente, se es-
                         tampó en ella  el sello del Juzgado municipal, y la firmaron el Sr. Juez
                         declarante y testigos y de todo ello como Secretario certifico.
 
                         Fco G.. Peinado, Fermí­n Estella, Indalecio Camí­nilla,  José Murcia,
                         Eduardo Morcí­llo.
                        —

(Sección 1 del Tomo 77-1 Página 330 del Registro Civil de la Ciudad de Almerí­a, España)
 
Así­ que el 28 de octubre de 1900, en la casa marcada con el numero 9, frente a la Plaza Paví­a, al pie de la Alcazaba de la ciudad de Almerí­a Capital, España,  nació Fermí­n,  Francisco, Nicolás, Simón, conocido en la vida educativa y cultural con el nombre de Fermí­n Estrella Gutiérrez.  Su padre Fermí­n Estrella Moreno y su madre Dolores Gutiérrez Aznar, le prodigaron desde siempre una delicada educación familiar.

De su niñéz, recordará Fermí­n que fue su madre la que le enseñó a leer y escribir y quien le “proyectó en el tiempo, su pasión por la lectura.” Don Vicente Gómez y Noguera, fue su primer profesor y al que no olvidó jamás.

De su madre doña Dolores Gutiérrez, heredó la vena poética. En 1969 reunió una colección de sus poemas y los publicó con el tí­tulo de “Poemas” con un prólogo escrito por él con la elocuente frase de “Mi madre, historia de una vida ejemplar…” y dice de ella que “…mi madre era como la poesí­a misma. Quien la vio una vez y habló con ella, no la puede olvidar…”

Su abuelo materno don Francisco,  fue administrador de una empresa inglesa que se dedicaba a la exportación de esparto, con el que se elaboraba papel para libros. Su Abuela Marí­a Aznar se dedicó a la atención del hogar. Los dos abuelos influyeron en la educación de Fermí­n, quien años después hizo referencias exquisitas de ellos.

Su padre don Fermí­n Estrella Moreno, se desempeñó en Almerí­a por los años 1905 al 10, como cónsul de Cuba y Ecuador. De la Plaza Paví­a se trasladaron a la casa marcada con el número 28 de la  Calle Pedro Jover. Fermí­n dijo más tarde en el prólogo de su libro “Contemplando el mar y los barcos”: “Desde allí­, el niño veí­a las huertas cercanas y una noria prodigiosa…” y su madre, escribió un poema donde  revive esos recuerdos, porque desde su casa –en la calle Jover- se contemplaba sin impedimentos el Mar Mediterráneo ya que la urbanización de la ciudad, lo permití­a.

A los nueve años de edad -Abril de 1910-  Fermí­n, junto con sus padres y sus abuelos maternos, emigraron para la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Sin ocultar su nostalgia, el barco “Atlanta” se alejó sobre las olas del mar hacia un lugar lejano y desconocido. El niño, no olvidó ese instante, cuando el barco lentamente se adentraba en el mar y la ciudad poco a poco se alejaba de su vista. Recordará –años después- los sollozos, los suspiros y las lágrimas de sus padres, cuando abrazados dijeron adiós a la ciudad de Almerí­a.   “En una noche serena, dejé mi tierra natal”, dijo  años después Fermí­n, con gran sentimiento, porque todos añoraron siempre su tierra natal. Sin duda pensando en el remoto retorno que no llegó jamás.

Hay hechos que jamás se borran. No importa la edad. Se graban de tal manera que al correr de los años se fijan y no se olvidan. La partida de Almerí­a con rumbo a Buenos Aires Argentina, dejó una huella imborrable en la mente y en el sentimiento de Fermí­n Estrella Gutiérrez que dijo:

“Yo tení­a nueve años. De todos nosotros no puedo olvidar los hondos sollozos de mis padres, abrazados, mientras agitaban sus pañuelos despidiéndose de la ciudad…”

Doña Dolores vivirá permanentemente unida a su lugar de origen y sus versos son la expresión de ese recuerdo y de ese anhelo del siempre retornar.

Fermí­n aprovechó su tiempo en Buenos Aires y se dedicó a los estudios, con tal dedicación,  que se destacó siempre.  Respetó su vocación de maestro y estudió magisterio. Si larga es la lista de los cargos que desempeñó, mayor es el aporte que junto a su esposa Josefina Barrio, legaron a la docencia argentina. La Editorial Kapelusz, publicó varios de sus sólidos aportes educativos.

Su aporte a la educación fue tal, que mereció ocupar el cargo de  Sub Secretario de Educación. Junto a su esposa Josefina, se ocuparon de aportar soluciones para mejorar la calidad de la educación., no sólo de Argentina sino también de América Latina.

Fermí­n Estrella Gutiérrez, A los catorce años de edad, comenzó a publicar sus artí­culos y poemas en la prensa argentina. Se desempeñó como catedrático de Literatura Española en la Universidad de Buenos Aires; fue fundador y presidente de la Sociedad Argentina de  Escritores; fundador y director del Museo del Escritor de Buenos Aires, Vicepresidente de la Academia Argentina de las Letras y otros puestos que se honraron con su presencia.

Canción de la Tarde, La Ofrenda, Destierro, Sonetos del Cielo y de la Tierra, Nocturno, Sonetos de la Soledad del hombre, el  Libro de las Horas y otros  complementan cuarenta tí­tulos de su obra literaria. La Editorial Losada publicó su Antologí­a Poética. Argentina lo tiene como uno de sus poetas, nacido en Almerí­a.

Su libro Historia de la Literatura Española, fue libro de texto en el curso del mismo nombre en mis estudios de magisterio. Fue una guí­a maravillosa. Despertó en mí­, un fascinante deseo de adentrarme en tan apasionado tema, al extremo que me propuse leer un libro de cada autor, como ya lo expresé. Así­ enriquecí­ mi biblioteca personal, con la que me deleité tanto. Fermí­n Estrella Gutiérrez, dice en su prólogo: “…hemos puesto todo nuestro amor por esta materia y nuestra larga experiencia en la cátedra, ofreciendo un panorama de las letras españolas, a través de sus autores y obras más importantes…”     Se inicia con el origen y la formación del castellano,  los orí­genes de la poesí­a épica con el Méster de Juglarí­a y el Méster de Clerecí­as, pasando por Gonzalo de Berceo, el Conde Lucanor, el Marquez de Santillana… Resalta el Siglo de Oro de la literatura española y termina con los escritores contemporáneos: Vicente Blasco Ibáñez, Ramón Menéndez Pidal, Azorí­n, José Ortega y Gasset y Ramón Gómez de la Cerda. Su libro de más de setecientas páginas, es un monumento a la Literatura Española y fue libro de texto en varios centros escolares de América Latina.

“Su poesí­a se inspiró inicialmente en el paisaje y en la intimidad familiar para mostrar luego acusadas inquietudes existenciales.” Cántaro de Plata, 1924; Canciones de la Tarde, 1925; La Niña de la Rosa, 1931; Sonetos del Cielo y de la Tierra; El Libro de las Horas, 1972; Sonetos de la Vida Interior, 1979, son algunos de los tí­tulos de sus más de cuarenta libros. La Revoltosa Trópico son dos novelas suyas de 1928 y 1937 respectivamente. Y Desamparados, 1926 y Ladrón de la Selva, 1930,  son dos libros de Cuentos.

Con su esposa Josefina, procrearon cuatro hijos: Marí­a del Mar, Alba, Josefina y Fermí­n. Los cuatro heredaron la vena poética,  tanto del padre como de la abuela y los sólidos conocimientos docentes de la madre. Son personas, altamente estimadas en la sociedad de Buenos Aires y reconocidos por sus méritos intelectuales, así­ como por el basto recuerdo intelectual y docente de su padre.

A los noventa años de edad, después de ochenta años vividos y laborados con una ejemplar fecundidad  de más de cuarenta libros de poesí­a,  en Buenos Aires Argentina, falleció Fermí­n Estrella Gutiérrez el 18 de febrero de 1990.

Y como epitafio dijo:
 
            “Almerí­a, patria mí­a,
            cuna de mi nacimiento,
            de tu suelo y de mis padres
            saqué lo bueno que tengo.”