Sí que fue una tormenta la que se desató este 19 de julio, y originada no precisamente por alguno de los océanos que bordean el territorio nacional, ésta «para variar», derivada del «honorable» Congreso de la República de Guatemala y desde el seno de su Comisión de Relaciones Exteriores. ¡¡La CICIG no pasa!! dijeron los «distinguidos» diputados, y esto terminó estremeciendo el ambiente político del país, de por sí ya caldeado a causa de las elecciones generales próximas a realizarse.
En el tema de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, más conocida como CICIG, muchos han sido los argumentos que se han vertido, tanto en contra como a favor de instituir dicho ente dentro de nuestro territorio. Entre los que se oponen a la CICIG, podemos observar un zoológico de lo más variado, hay algunas alimañas que saben muy bien que podrían ser tocados sus muy obscuros intereses, y otros cándidos y hasta bien intencionados que argumentan, por ejemplo, la soberanía del Estado. Y por razones únicamente útiles, a ellos quiero dirigirme, haciendo valer mi derecho ciudadano para rebatirles tan banal argumento y preguntarles entonces, ¿a cuál soberanía se refieren? Pues lo que yo veo y siento todos los días, es que el Estado de Guatemala está alarmantemente capturado, esto a causa del crimen organizado, la violencia desmedida, el narcotráfico y la campante corrupción en todas las esferas del gobierno, y no veo que la causa sea por la intervención de algún organismo internacional. Aquí se mata gente, se roba y se trafica todos los días, y ¿dónde está la respuesta de ese «Estado soberano»? No nos engañemos, Guatemala es un Estado colapsado, el mismo Presidente Berger ya declaró públicamente a su gobierno, como incapaz para combatir la violencia y la impunidad. Y en este vacío de justicia y gobernabilidad, ¿quiénes cree usted, estimado lector, son los que han ocupado estos espacios…?
Aceptemos nuestras carencias y limitaciones, que aunque no son intelectuales, sí son culturales, porque aquí, ante nuestros grandes males, lo que ha predominado es la apatía y la indiferencia, que otros arreen dice la mayoría. En Guatemala nos estamos ahogando en este mar de corrupción y violencia y no hemos podido dar respuestas concretas, por eso es que bienvenida esa ayuda internacional que viene a luchar contra esos poderes ocultos que tienen secuestrada la institucionalidad del Estado. Hay que tomar también en cuenta que la CICIG no es de carácter permanente, este es un convenio temporal y voluntario entre el Estado guatemalteco y la Organización de Naciones Unidas, prorrogable sí, pues será en dos años, cuando hayamos evaluado lo útil que habrá sido para el Estado y nuestra sociedad, que podremos entonces soberanamente decidir su prórroga o cancelación.
La negativa de estos diputados a aprobar la CICIG, ha contrastado con el agobio que está ocasionando la corrupción, la violencia y el crimen organizado en Guatemala, situación que de manera muy congruente ha provocado un verdadero huracán político en nuestro medio. No nos engañemos, la CICIG, más que intervención, constituye una gran oportunidad para darle respuestas contundentes a nuestro serio problema de seguridad e impunidad en Guatemala.