Durante mi adolescencia cuando él era Alcalde todo el pueblo lo decía, que era un buen hombre y, además, un excelente funcionario. Este viernes lo encontré en el edificio de la Contraloría, ¿viene por su finiquito?, le pregunté en tono de broma, rió de buena gana explicándome que allí laboraba su hija y que había pasado a visitarla. Hace muchos años que dejó de ser Alcalde de Mazatenango y por ser el mejor recordado, le expresé que desde hace algún tiempo quería escribir sobre él, me dio el aval a cambio de no mencionar su nombre. Siempre ha sido así, modesto y sencillo y por eso muy querido. Hoy en esta columna escribiré algo de su historia, pues voy a hablar de un hombre muy especial, de un verdadero funcionario público, de un político de altos quilates y sobre todo de un hombre honesto que ya es un anciano, pero un ejemplo para todos los jóvenes.
Dice mi madre que ahora casi nadie lo menciona, por eso la idea de hacerle un monumento de palabras, reconstruir brevemente su historia, que al haberme hecho prometer no divulgar su nombre me ha impedido ser totalmente justo, pero al menos podré compartirla.
Nació en Mazatenango dentro de una familia humilde en la década de los años 30, estudió su primaria en la escuela Justo Rufino Barrios para más adelante graduarse de maestro, según me dijo, en un Instituto de Retalhuleu. Su paso por varios cargos públicos hasta llegar a la alcaldía nunca le significó enriquecimiento material, a pesar de estar sometido a todas las tentaciones del poder. Aunque la faceta de su personalidad que más ha impresionado ha sido su humildad y sencillez y sobre todo su afán por ser siempre un hombre justo.
Como funcionario siempre fue un hombre muy activo que además supo escuchar y sobre todo comprender al prójimo, jamás favoreció a alguien violando la ley, situación por la cual nunca cosechó enemigos. Debo confesar que me resulta extraño escribir sobre alguien que no me ha permitido revelar su nombre, me ha dicho que su conducta a lo largo de todos esos años era simple y llanamente su responsabilidad. Aunque considero que los mazatecos que me leen saben muy bien a quien describen estas líneas, es acerca de aquel alcalde que nunca se corrompió porque supo mantener su espíritu a resguardo de las extralimitaciones del ejercicio del poder. Fue un funcionario público con mayúsculas que alcanzó en su momento las mayores distinciones que puede dar la política, entre ellas múltiples reconocimientos y el hecho de heredar a sus hijos un buen nombre. Imposible hacer mi visita a causa de este agradable y entretenido encuentro. Hablamos de cómo han cambiado aquellas calles limpias y todo ese tráfico que hoy satura a Mazatenango. Al bajar del edificio en ese parqueo callejero estaba su familia, en un picop doble cabina de los ochenta, en la palangana sentado uno de sus nietos con la cara desesperada por la larga espera. Repentinamente se despidió apresurado argumentando la pronta llegada de los fuertes aguaceros, al alejarme y estar conduciendo por el parque Morazán reparé en esa sensación de honor por haber estrechado una buena mano.