Un grito en el cielo*


fotocartas

í‰sta es la primera vez que escribo sobre esto. Siempre pensé en no hacerlo por respetar el caso y la privacidad de la familia de Cristina. Probablemente me equivoqué. Y probablemente tú, que sigues con indiferencia o con simple novedad los detalles del caso también lo hagas. Porque tarde o temprano te darás cuenta que esta batalla no pertenece sólo a esta admirable familia. Hoy es más claro que nunca que la batalla por la justicia nos pertenece a todos. Y tú, que estás leyendo estas lí­neas, que ves los noticieros, que sigues con la misma frustración que yo la asquerosa impunidad con la que en este paí­s se resuelven las cosas, tienes un papel que jugar.

Héctor Herrera 

 


Estás equivocado si crees que no puedes hacer nada. Estás equivocado si crees que cada acción en la cual puedes apoyar o participar es inútil. Podemos hacer mucho. Sobre todo si queremos evitar que la historia se repita. Probablemente esta historia le pueda pasar a un total desconocido, pero lamento decirte que en este paí­s las probabilidades que ese alguien sea tu hija, tu hermana, tu madre, tu sobrina, o alguien que te importa, son demasiado altas. Es tu decisión. No es un camino fácil. Sé que nos invade el miedo y la impotencia. Pero te sorprenderí­a saber que no estás solo. Que somos muchos los que sentimos lo mismo. Y que si algo debemos aprender es que el miedo es el principal enemigo de la justicia.
Podemos empezar por hacer una autocrí­tica honesta, voraz y urgente en nuestras propias vidas. ¿Por qué te sorprendes de las alarmantes cifras sobre violencia de género en Guatemala? Si te parece normal definir a un caballero por la cosmética de su lengua, lo artificial de su trato y la suavidad de su hipocresí­a. Si consciente o inconscientemente te parece lo más apropiado un “buen apellido” a una vida dentro de una cárcel de cristal. Si confundes subestimación por cariño y te ofendes ante el trato igualitario y honesto de un buen corazón. ¿Qué es lo que en este silencio o ruido irreflexivo estamos enseñando?

No importa quién eres. No importa de dónde vienes. Lo que importa es que estás aquí­. Que juntos demos la cara y que no nos recluyamos en nuestra zona de confort. Que estemos dispuestos a apoyar, a hablar, a denunciar, a reflexionar; que no seamos espectadores un dí­a más. Estoy seguro que todos tenemos historias que no debieron terminar de una manera tan injusta e impune; todos tenemos familias mutiladas por la violencia. Si eres la excepción, te envidio profundamente; moverí­a cielo y tierra por intercambiar tu suerte con la mí­a. Pero debo advertirte que si haces trato conmigo recibirás once años de inmenso vací­o y daños irreparables que un impune y cobarde asesino le causó a mi familia. Parece una negra ironí­a pero, en medio de todo, para lo que sucede en nuestro paí­s hasta podrí­a considerarme un tipo con bastante suerte…

En Guatemala, ese impune asesino cambia en promedio 6.500 veces de nombre al año. Venzamos el miedo. Porque el camino de la justicia se construye cuando enfrentamos nuestros errores, cuando damos la cara y buscamos la verdad; cuando encontramos en el prójimo un espejo de nuestras propias vidas.
Hoy se cubre esta ciudad de rosa… Antes lo hicimos de negro. ¿Y mañana? ¿Seguiremos pintando nuestra ciudad en completa resignación? Cristina es un grito en el cielo. Depende de ti si lo quieres escuchar. Depende de ti que valores su importante advertencia. “Ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste, porque la vida es aquí­ y ahora mismo”. Pasemos de la apatí­a a la indignación. Pero no paremos allí­. Demos un paso más desde la indignación hacia el compromiso. Por Cristina Siekavizza, por sus hijos y su familia; por tu familia y nuestro futuro. Esto es lo que está en juego.

*Tí­tulo tomado de la exposición de José Manuel Mayorga (Fundación Paiz) y su foto en homenaje a Cristina Siekavizza.