Cuando platiqué con Carlos Meany sobre su participación en el Congreso, abordamos otros temas y entre ellos le dije que uno de los problemas serios para el gobierno era el frente que se estaba abriendo con el sector empresarial y con la Prensa por el tema de los programas de cohesión social que no son del agrado del gran capital. Y le dije que el gobierno tenía que entender que un flanco totalmente vulnerable que tenían era la debilidad institucional del Estado y que eso sería aprovechado por los sectores opuestos a la materia fiscal y a la inversión entre los más pobres para ir minando la posición de su régimen.
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Pero evidentemente no hará falta ni siquiera que se recurra a esos procedimientos porque el mismo Presidente comete errores que abrirán la brecha para que le ataquen y destruyan sin misericordia. Debe saberse que en Guatemala ejercitar alguna opción preferencial por los pobres tiene un alto costo político porque los sectores dominantes, con enorme influencia en los medios de comunicación escritos, no perdonan ese tipo de «desviaciones» que consideran como actos populistas producto de la tendencia socialista de algunos. Y la historia demuestra que no tienen misericordia para pasar facturas y para eso tiene que prepararse el gobierno de Colom.
Pero cuando el mismo Presidente ofrece tantas municiones a sus adversarios como lo hace el ingeniero Colom con su empecinamiento en el uso de aviones privados para sus desplazamientos oficiales, sobre todo recurriendo a los dueños extranjeros del negocio del gas propano, hace evidente que no comprende ni siquiera su personal posición y los riesgos que tendrá que enfrentar en esa línea.
En cualquier país del mundo los políticos se cuidan de que sus actos no parezcan parte de tráfico de influencias porque no hay que ser muy puntilloso para darse cuenta que gestos que pongan en entredicho ese tipo de honradez terminan siendo muy costosos tarde o temprano. Pero en Guatemala es evidente que el mandatario no está en la línea de contemporizar con la opinión pública y siente que basta con decir que él no recibe esos favores a cambio de otros para enterrar el tema, sin darse cuenta que, por ejemplo, el tema del precio del gas propano siempre será delicado a ojos de la opinión pública y mientras no baje el precio como el público quisiera, se pensará que hay un arreglo entre el mandatario y los importadores a cambio del uso del avión.
Aquella idea de que no basta ser honrado sino que además hay que aparentarlo, atribuida a la mujer del César, parece no tener cabida en la línea de acción del mandatario guatemalteco que debe entender que es mucho lo que está en juego. No se trata únicamente de su prestigio personal, sino la continuidad de programas que por primera vez le llevan a los guatemaltecos más pobres un poco de beneficio. Y por supuesto que se escuchan las voces que gritan que eso es populismo, pan de hoy y hambre para mañana y cosas por el estilo, sin entender que el hambre es de hoy y que si no se mitiga para esa gente no hay mañana y que no tenemos tiempo para «enseñarles a pescar» porque lo prioritario es dar de comer al hambriento. Pero eso despierta pasiones ideológicas y, por lo tanto, reacciones muy fuertes que encuentran en errores como el del uso de aviones la munición para alimentar el ataque.