Hoy, al despertar, debo encencer en mi corazón la llama de la fe; así podré contentarme con todo aquello que realice.
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No permitiré que el desaliento invada mi ánimo, porque me debilitaria y no tendría fuerzas para enfrentar la adversidad.
Inyectaré en mi alma una dosis de optimismo y alegría, así, éste quedará en cada una de las obras que realice, como un sello de la valentía que me conducirá hacia el triunfo.
Sé que el secreto del éxito consiste en arriesgar inteligentemente lo que se posee, con habilidad y confianza en uno mismo, porque se sabe que las posibilidades de triunfar son mayores que las de fracasar.
Si hago eso, descubriré que vale la pena vivir, y que cuando el espíritu está lleno de motivación, la vida florece cada día más.