Un gran error llamado Petrocaribe 2ª. Parte y final


A consecuencia de que todos los correos que ingresaron a mi dirección electrónica apoyaron mi negativa a la intención del gobierno de adherirnos a Petrocaribe, decidí­ escribir una segunda parte con el propósito de ampliar el aspecto que más preocupa y me hace rechazar esta adhesión. Con el tema de Petrocaribe no hay que hacerse muchas bolas, ya sabemos que no representa ningún alivio económico a las familias guatemaltecas, simplemente porque el precio de los combustibles serí­a el mismo que comprarlos en cualquier otro lado. Y lo recalco, porque aún existen algunos ilusos que creen lo contrario.

Guillermo Wilhelm

Cuál serí­a el atractivo y la intención en este programa entonces. Lo tentador, especialmente para los mandamases del actual gobierno, es que el acuerdo de Petrocaribe se convierte en una millonaria fuente de financiamiento en el momento en que el 50% de la factura de combustibles la estarí­amos pagando a 20 años plazo con una taza de interés del 1% anual. Con los que ingenua u oficiosamente han coqueteado con este programa, estoy de acuerdo que esta es una tasa bastante baja, pero nuestra coincidencia se limita hasta ahí­. Por eso es que las dos grandes interrogantes obligadas en torno a la «Financiera Petrocaribe» son, primero el destino que le vamos a dar a estos recursos, y segundo y la más preocupante, como los vamos a controlar. Porque no olvidemos que estamos hablando de Guatemala, un paí­s que ha sido saqueado de manera constante y sistemática, y estos son «elotes» (los grandes robos) que aún no terminamos de pagar. Sabe a que me refiero estimado lector, si pertenece a la mayorí­a amnésica de este paí­s, solo recuerde los 82 millones de quetzales que por los trances politiqueros (Congreso y Mercado de Futuros) y sobretodo la falta de auditoria social, en estos momentos estamos a punto de perder. Este es solamente un ejemplo en un millón.

Y es que a pesar de las interminables experiencias en el trafico de influencias y hueveos (Serrano Elí­as, Portillo y Cí­a, etc, etc), no cabe duda que como sociedad hemos sido tremendamente intransigentes al no querer organizarnos y ejercer una verdadera auditorí­a social. Y esa era exactamente la intención de la Polí­tica de Desarrollo Democrático del mismo plan de gobierno de UNE al proponer el Consejo Nacional Contra la Corrupción y que su mismo candidato antes de la segunda vuelta ofreció a la sociedad… (¿ ?).

Por eso es que después de toda esta historia dolorosa yo me pregunto, ¿qué es lo que va adelante entonces, el caballo o la carreta? Es decir, después de tanto robo y saqueo primero vamos a «pegarnos» la mayor endeudada de la historia y después nos vamos a organizar. Tan brutos y tan intransigentes somos pues. Por supuesto que una verdadera auditoria social demanda una institución a nivel nacional (Consejo Nacional Contra la Corrupción) plenamente estructurada con suficiente capacidad organizativa y operativa para penetrar en todos los estamentos del Estado y así­ ejercer un verdadero monitoreo y control. Claro que para estructurar una institución que valga la pena (con capacidad en todos los municipios del paí­s) no lleva menos de 18 a 20 meses. Hacer algo improvisado serí­a solamente demagogia. Y en relación al tema y para cerrar el mismo me viene a la memoria un proverbio árabe que dice: «Si cometes un error… no te preocupes, pues todos cometemos errores; si cometes el mismo error por segunda vez, empieza a preocuparte pues algo anda mal en ti; si lo cometes por tercera vez, ¡ya no te preocupes, solo cómprate una silla de montar y póntela en la espalda»!