Un filme homenajea el «escritor fantasma» de «Los Tres Mosqueteros»


Bernard Pellegrin

El autor de «Los Tres Mosqueteros» no fue Alexandre Dumas sino su colaborador Auguste Maquet, afirma la pelí­cula «El Otro Dumas», que rinde tributo al «escritor fantasma» de esta maravillosa novela histórica que sigue haciendo las delicias de chicos y grandes.


El filme de Safy Nebbou, que se estrena en Francia la semana próxima, revela la relación entre Dumas (1802-1870) –interpretado por el colosal Gérard Depardieu– y su «colaborador literario» durante muchos años, Auguste Maquet (1813-1888), encarnado en la pantalla por un frágil Benoí®t Poelvoorde.

El realizador, que se declara admirador de «la fuerza de la escritura» del autor de «El Conde de Montecristo», indica que le sedujo la idea del colaborador que se toma por el escritor, «con todo el potencial de comedia pero también de tragedia» que ello conlleva.

El filme evoca también los «secretos de la creación, de la literatura, de la escritura, de la injusticia», resaltó el realizador en las notas de producción de la pelí­cula.

Maquet se rebeló tan solo una vez, denunciando a Dumas por haberse aprovechado de él y reclamando en un tribunal el dinero que le debí­a el escritor, así­ como el reconocimiento de su papel en la obra literaria que elaboraron juntos.

Obtuvo el dinero, pero jamás el reconocimiento de ver su nombre en la portada de esas obras que han dado la vuelta al mundo.

Sin embargo, la pelí­cula, aunque saca a Marquet de las sombras, deja claro que es Dumas, nieto de una ex esclava de Santo Domingo, quien es el genio que escribió las novelas de aventuras, tragedias, dramas.

«Maquet no tiene el genio de Dumas. El podrí­a pasar horas escribiendo, pero ello no cambia nada, el genio no se aprende», afirma el cineasta.

«El drama í­ntimo de Maquet es su admiración sin lí­mite por Dumas», que lo lleva a caer en el mimetismo, en la pérdida de su identidad, en «una mezcla explosiva de amor y odio», agregó.

La pelí­cula tiene la inmensa cualidad de que no caer jamás en la caricatura, y de retratar, con el tono y las palabras justas, la relación un tanto perversa de un hombre sin talento esclavizado por el genio del otro.

La trama – Maquet, que decide disfrutar a su vez de la celebridad, se hace pasar por Dumas para seducir a Charlotte (Mélanie Thierry), una admiradora del prolifico escritor, lo que sólo puede llevar al enfrentamiento entre los dos hombres – sirve sobre todo para iluminar esa relación.

La pelí­cula muestra también la dependencia que siente Dumas hacia Maquet. Cuando el colaborador desaparece durante tres dí­as, Dumas se muestra impotente. Su genio necesita el «rigor metódico» de Marquet, afirma el realizador, que logra con su filme sembrar la duda en el público de que quizá Dumas no serí­a Dumas sin el pobre Maquet.

Pero al final es Dumas quien está en el Panteón, mientras Maquet sigue relegado en el olvido.

SEMBLANZA


Auguste Maquet, escritor francés (Parí­s, 1813-Saint Mesme, 1888). Más conocido por ser el más famoso «colaborador» con quien trabajó Alexandre Dumas (padre) en sus novelas, incluyendo entre ellas El conde de Montecristo y la serie completa de Los tres mosqueteros.

En un principio profesor de historia, Maquet conoce a Dumas cuando un amigo decide enviar la obra teatral del primero «La Noche de Mardi Gras» a Dumas, para que la reescriba. Dumas retoca la obra (la cual se rebautizarí­a como «Bathilde») y se convierte en un éxito, lo mismo que ocurrirí­a con una novela de Maquet, «Good old Buvat», que se transforma en la serie por entregas El caballero de Harmmental. En esta ocasión, el editor estimó que una obra publicada sólo por Dumas era mucho más comercial que publicada por Dumas y Maquet, así­ que éste cedió en que su nombre no apareciera en la novela a cambio de una inmensa suma.

Durante años, esta colaboración se mantuvo al comprobarse que los lectores estaban ávidos de nuevas novelas, sobre todo de tipo histórico. La colaboración entre Dumas y Maquet prosperó en las mejores obras atribuidas al primero, destacándose las arriba mencionadas. El estilo del trabajo en equipo era siempre similar: Maquet organizaba la estructura general del argumento, y elaboraba el primer borrador. Después, Dumas quitaba, añadí­a (sobre todo esto último, ya que les pagaban por lí­nea), tanto a nivel de personajes como de detalles, y colocaba, sobre todo, su «toque mágico», ése que hací­a que sus obras se vendieran como rosquillas en toda Francia a fuerza de narrar pasiones desgarradas y enrevesadas y trepidantes tramas. í‰ste era el método de trabajo que Dumas mantení­a con los hasta sesenta y tres colaboradores que llegó a tener, habiéndolo comparado muchos con la labor de un maestro en un taller de arte, que sólo aporta la pincelada genial al final del cuadro, mientras el grueso del trabajo lo realizan los ayudantes. De hecho, para que veamos lo difundido que se hallaba el rumor acerca del auténtico modo de escribir de Dumas, sirve la anécdota de cuando Dumas padre le preguntó a Alexandre Dumas (hijo),»Â¿Has leí­do mi nueva novela?», a lo cual él le contestó: «Sí­. ¿La has leí­do tú?».

Luego los beneficios se repartí­an, aunque siempre caí­an más del lado de la bolsa de Dumas. De hecho, a Maquet no le debió parecer muy cómoda la situación, ya que en 1851, después de diez años de colaboración, se separaron de manera no amistosa. Varios años antes, Dumas, al ser interpelado sobre la supuesta autorí­a de sus obras por parte de «negros» literarios, habí­a reconocido orgulloso la colaboración con varios autores, e hizo pública la lista de novelas hechas en colaboración con Maquet. Maquet se basarí­a en estas revelaciones para, en un juicio, solicitar lo que creí­a el dinero que se le debí­a por su trabajo. No obstante, el juez determinó que si bien buena parte del grueso del trabajo de escritura y documentación histórica era de Maquet, la adquisición del «color» final era la de Dumas, y por tanto, falló a favor del demandado. A partir de su separación, Maquet probó fortuna de manera individual en el teatro (sin éxito), y la calidad de las obras de Dumas empezó a mermar.

Pese a que Dumas ganó mucho más dinero a lo largo de su vida que Maquet, su tendencia a dilapidarlo hizo que el primero muriera pobre, y el segundo rico.