UN EJí‰RCITO GRINGO DEPRIMIDO


Cuando a un persistente problema no se le encuentra solución, son muchos los que se deprimen, y también se deprimen aquellos que sienten no ser queridos y que no quieren a nadie.

Dr. Carlos Pérez Avendaño

En la guerra de Irak y Afganistán esta clase de aconteceres es más impactante. «Vi como a mi compañero una granada lo decapitaba», afirma, deprimido, un soldado gringo y así­ también el oficial Lejeune se siente dolido cuando se le ordena que limpie las guaridas de iraquí­es, casa por casa, y se encuentra en el sótano, entre los muertos unos zapatitos, muñecas y carritos tirados en el piso.

La revista TIME, 16 junio 08 publica el artí­culo «El Ejército de América medicado» (America`s Medicated Army) y describe, con detalle, ese problema que cada vez se les hace más difí­cil.

Es que esa guerra les impone misiones cada vez más irracionales cuya moralidad, ellos, los soldados, se cuestionan registrándolo en su conciencia. Y también se dan cuenta de que, tal y como sucedió en Vietnam, llevan las de perder. Han perdido la esperanza y deprimidos, se sienten abatidos.

Ante esta situación el Pentágono ha promocionado el uso de antidepresores, medicamentos tales como Prozac, y Altruline, Stilnox para dormir y tranquilizantes como el Rivotril. A pesar de eso son muchos los militares que regresan a sus casas ví­ctimas del «sí­ndrome post-stress» con sus consecuentes divorcios, alcoholismo y suicidios.

Es que llega un momento en que el combatiente, como humano, se cuestiona su comportamiento, más aún cuando una actuación chueca, suya, tuvo una triste e irreversible consecuencia que le lastimará toda la vida. Una granada gringa que mata, entre otros, a un niño, será grabado para toda una vida.

Se calcula que son alrededor de 20,000 los soldados que, hoy por hoy, consumen esos medicamentos y la cosa se pone peor ya que los suicidios dentro de las tropas fue, durante 2007, el doble que en 2001.

Un soldado ví­ctima de la depresión, es en algunos excepcionales casos, enviado a descansar a su casa para después de algunos meses mandarlo de vuelta al campo de batalla. Sin embargo, esto resulta, para el Ejército, muy poco práctico, por lo que es mejor darle sus antidepresores, para levantarle el ánimo y que siga matando gente sin sentir remordimientos. ¿Será esa una solución sensata?

Es indudable que la guerra Bush ha resultado muy complicada, más que triste y decepcionante de lo que se habí­a anticipado. Le quedará a Barack Obama un menudo problema que, de verdad, será su primordial pruebas de fuego que ojalá resuelva sin el uso de las armas y sin Prozac ni Altruline.