Historiadores de varios países trazaron líneas en el Congreso que se realizó en Cartagena. Estuvo el presidente colombiano ílvaro Uribe.
A los organizadores del Encuentro con la Historia, un congreso que reunió durante cuatro días a historiadores de América y Europa en la ciudad colombiana de Cartagena, les gustaba señalar que «se adelantaban» al resto de los festejos oficiales del Bicentenario en América.
Casi un año antes de la fecha clave, el 20 de julio de 2010, el gobierno de Alvaro Uribe aprovechó la ocasión para iniciar una ronda de debates en los que el clima político del país y la región Âya sea de forma deliberada, o por omisión dejó su marca sobre los focos de interés histórico: poco de las campañas bolivarianas y los movimientos panamericanistas, mucho interés por los procesos revolucionarios previos en Estados Unidos y Europa y un cierre en el que el propio Uribe hizo una reseña de los últimos doscientos años de violencia política en su país para defender la importancia del denominado proceso de «seguridad democrática», su programa para acabar con la violencia Âencarnada ahora, según él, por la Guerrilla marxista en Colombia.
Entre el público que desde temprano por la mañana llenaba las butacas del Teatro Heredia, había estudiantes de historia cartageneros que venían a ver a los autores (particularmente los extranjeros) a quienes leen «para sus clases»; también jóvenes cadetes de la Marina estacionados en el puerto que fue, alguna vez, uno de los principales centros comerciales del entramado colonial en América.
Entre los conferencistas, además de los colombianos, prácticamente todos eran profesores de universidades estadounidenses o europeas. Para los organizadores, la figura del encuentro era el estadounidense David Bushnell, autor de Colombia, una nación a pesar de sí misma, un recorrido por la historia del país desde la época precolombina hasta el siglo XX.
Sin embargo, la apertura estuvo a cargo de un joven investigador local. Mauricio Nieto trazó una radiografía de las publicaciones periódicas en la época de la Independencia para, a partir de ahí, mostrar como detrás de los discursos científicos de principios del XIX había un proyecto político que nada tiene que ver con una supuesta elite ilustrada y americanista.
En general, las intervenciones que miraron más allá de Colombia pusieron las luchas por la independencia sudamericana en un contexto de revoluciones mundiales. Dentro de esa línea, se recalcó la influencia de Napoleón, con su ocupación de Portugal y España.
El nombre del emperador francés sonó más, incluso, que el de Simón Bolívar. Una de las menciones más pintorescas al prócer de Caracas fue la del británico Felipe Fernández Armesto. «Cuando se observan las invasiones para reconquistar los territorios, se ve que muchas de ellas no fueron diezmadas militarmente sino por la fiebre amarilla», explicó. Para subrayar el peso de la ecología en las guerras de Independencia, Fernández Armesto incluso bromeó con que se considere al mosquito «como un prócer semejante a Bolívar».
El encuentro cerró con una larga intervención de Uribe, que hizo un recorrido por dos siglos de historia colombiana, con la violencia como eje: habló de las guerras civiles, de la separación de Panamá y de la guerrilla marxista. «La violencia ha sido, desde el siglo XIX, el principal obstáculo para el crecimiento de la Nación», señaló Uribe, quien además aprovechó una digresión para cuestionar la supuesta animadversión de Bolívar hacia los Estados Unidos.
Cuando los organizadores del encuentro hablaban de «adelantarse» a otros festejos, la referencia era cronológica. En 2010 festejan sus bicentenarios, además de Colombia, Chile y Argentina.
En 2011, lo harán Paraguay y Venezuela. Pero el encuentro de Cartagena también fue, de algún modo, un adelanto en los modos y maneras. En los bicentenarios, se sabe, no todo será historia.