Un clavo saca otro clavo


Oscar-Clemente-Marroquin

En Guatemala, más que en cualquier lugar del mundo, la opinión pública apenas logra enfocarse por unos pocos días en algún tema porque siempre surge algún nuevo escándalo que acapara la atención y nos distrae de los asuntos que nos mantenían con alguna preocupación. Casi siempre eso ocurre de manera que podríamos llamar espontánea, puesto que no es casualidad que la conflictividad y las crisis de gobernabilidad sean una de las preocupaciones que existen sobre la vida nacional. Pero también hay ocasiones en las que se buscan distractores para romper el hilo del pensamiento y la preocupación de la gente.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Eso pareciera ser lo que ocurrió la semana pasada cuando de la noche a la mañana, literalmente hablando, se dispuso la extradición del expresidente Alfonso Portillo a Estados Unidos sin darle siquiera oportunidad al Procurador de los Derechos Humanos a cumplir con las instrucciones claras y precisas que la Corte de Constitucionalidad le asignó, como para tapar el ojo al macho, en calidad de condiciones que debían cumplirse para que se diera la extradición. Era obvio que el caso Portillo tendría que parar en una Corte de Estados Unidos, sobre todo luego de que el Ministerio Público y la CICIG decidieron no apelar la absolución de los cargos de peculado que se le hicieron. Parte de las condiciones de la extradición era que se resolviera en Guatemala primero el proceso en su contra y esa parte dispuesta por la CC se cumplió, pero no la que tenía que ver con el acompañamiento y supervisión del PDH respecto a las condiciones en que se realizaría el traslado.
 
 En el caso de la extradición de Portillo es evidente que la intención era distraer más a la opinión pública internacional que a la nacional. Si el juicio a Ríos Montt se daba como un precedente histórico y así era catalogado por los medios de prensa y aun por los países amigos, la entrega de un expresidente acusado de lavar dinero usando bancos de Estados Unidos tenía que recibir por lo menos la misma cobertura en la prensa mundial. Y si estaban despotricando contra nuestro Sistema de Justicia por promover la impunidad, con esa decisión de entregar a Portillo a la justicia norteamericana se le taparía la boca a muchos de los que ponían en duda nuestro sistema legal.
 
 Yo creo que en Guatemala tenemos que asumir una posición más congruente en el debate de nuestra realidad nacional y dejar por un lado los subterfugios y maniobras, muchas de ellas con marcado tinte ideológico. Somos un país con grandes potencialidades que se desperdician porque nos resistimos a ver en el largo plazo y a entender que nuestras oportunidades están si trabajamos juntos sin discriminaciones, sin marginaciones y sin aprovechamientos desmedidos de privilegios y en un marco de absoluto sometimiento a la ley.
 
  Nos gusta aprovechar las ventajas que nos da nuestra posición para mantener un sistema de impunidad e injusticia que acumula todas las ventajas sobre los que tienen algún poder y todas las desventajas y la falta de oportunidades para los que carecen de riqueza, de influencia o de alguna notoriedad.
 
 Para eso principiemos por no dejar que nos duerman con esa práctica de usar un clavo para sacar otro clavo. Enfoquémonos en los temas, participemos activamente en el debate y obliguemos a nuestros políticos a ser serios, a entender que Guatemala no tiene viabilidad en la ruta que le han trazado, una ruta de corrupción y saqueo que es posible por la falta de interés y de compromiso de la ciudadanía para llamar al orden a los saqueadores. Tanta intransigencia que mostramos cuando se aborda un tema ideológico, usémosla para repudiar a los pícaros que abundan y que hacen daño irreparable.