Lamentablemente nuestra sociedad tiene muchas razones para ser desconfiada y para dudar de sus autoridades y por ello muchos piensan que el tema del espionaje al Presidente de la República es apenas una cortina de humo para desviar la atención de problemas sin solución como puede ser el desvío de dinero del Congreso. Nuestra posición es que ese espionaje es algo real y concreto, aunque no es novedad ni se puede pensar que se haya establecido contra este Gobierno, y que el problema debe enfrentarse porque constituye la raíz de la debilidad del poder político.
Pero obviamente no puede ni debe servir para que se desvíe la atención ciudadana al problema del Congreso de la República porque se trata de cuestiones que no pueden postergarse. Desafortunadamente nuestra población pareciera tener poca capacidad para enfocar su atención a varios temas y por ello es que en nuestro medio los políticos saben que aun el mayor de los escándalos apenas dura unos pocos días en el candelero porque luego viene otro tema que se convierte en comidilla y distrae por completo a la gente.
Creemos que es real el tema del espionaje y que debe entenderse como una deficiencia en la estructura misma del sistema democrático porque históricamente ha servido para condicionar a los gobernantes. Pero atender este otro escándalo no debiera desviarnos de la atención que tenemos que mantener para exigir que el Congreso asuma posturas que evidencien, por lo menos, un mínimo interés por corregir las actitudes tradicionales que apuntan a una corrupción sistemática. Hay que volarle ojo a los diputados que tienen intereses en empresas constructoras, algunas de ellas de su propiedad y encubiertas con el uso de testaferros, puesto que buena parte del presupuesto de gastos se destina a ese tipo de negocios que son, repetimos, el pan nuestro de cada día en la asignación de contratos.
El hecho de que tengamos muchos clavos en el país no debe hacer que los ciudadanos sólo podamos concentrar nuestra atención en uno de ellos. Cabalmente uno de los problemas serios de Guatemala es la acumulación de males que no se atienden porque ni los funcionarios ni la población parecen tener la capacidad de enfocarse en varios de ellos al mismo tiempo y cuando surge un hecho escandaloso ese se convierte en comidilla y centro de la atención general.
Duro contra los espías, indudablemente, pero también mantener el dedo en la llaga del Congreso de la República y el comportamiento generalmente corrupto de muchos de los diputados que no sólo devengan salarios enormes, sino que, además, se benefician con otras «cachas». Es tal la corruptela que algunos diputados hasta se benefician con parte del sueldo de sus asesores que firman por una cantidad, pero le pasan parte al diputado que les consiguió el contrato.