Un balance del gobierno saliente


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Como dice el refrán popular, llegó a su final, ”sin pena ni gloria”; eso suena bien para calificar al gobierno saliente, pues en verdad durante los cuatro años de la administración que concluye, fueron más los desaciertos que aciertos, más desorden, más corrupción, más malos manejos de la cosa pública, en pocas palabras, el Gobierno de ílvaro Colom deja más sinsabores que satisfacciones. Una abultada deuda pública millonaria, saqueo de los dineros del Estado, crisis hospitalaria y de los servicios de salud, crisis económica y social, inseguridad, desorden y descalabro administrativo; en fin, una administración fallida en un Estado débil.

Factor Méndez Doninelli

 


Algunos con criterios bondadosos podrán decir lo contrario, sostener que este Gobierno hizo “cosas buenas”, sin definir cuáles, que tuvo buenas intenciones, pero que no lo dejaron gobernar como se querí­a. De seguro este cuento sólo los gobiernistas se lo creen, tanto que son los mismos funcionarios salientes, quienes se han tenido que autocalificar haciendo creer que actuaron bien durante su mandato.

Pero hay hechos sobresalientes, que saltan a la vista, que no se pueden ocultar queriendo “tapar el sol con un dedo”; como por ejemplo, los desalojos violentos en contra de campesinos que reclaman el uso y tenencia de la tierra, el irrespeto a los derechos de los pueblos indí­genas, la persecución a la organización sindical o los favores y concesiones a las empresas transnacionales para que exploten sin medida ni control los recursos naturales. O los deshonrosos indicadores sociales que colocan al paí­s en primer lugar de América Latina por desnutrición crónica infantil. Pero también arrastramos un elevado í­ndice de mortalidad materna infantil, un creciente desempleo, con bajos salarios y deficiente seguridad social. ¿Acaso se cumplió la promesa de los “socialdemócratas” de crear 70 mil nuevas plazas de trabajo? ¿Por qué no construyeron el hospital en Mixco, tal como fue ofrecido? ¿Qué explican ahora que se van?

Otro ejemplo es el marginamiento y olvido de los Acuerdos de Paz; ni la administración saliente que se autoproclamó “socialdemócrata”, ni las anteriores, han mostrado la suficiente voluntad polí­tica para echar a andar los compromisos asumidos en los citados Acuerdos, pese a que los mismos fueron elevados a la categorí­a de compromisos de Estado. No obstante, el gobierno saliente perdió la oportunidad histórica de hacer avanzar al paí­s y su población hacia el desarrollo con equidad y sostenibilidad.

Desde luego que en este balance, reconozco algunos aspectos positivos como lo son, aunque muy tí­midos, el trabajo a favor de la equidad de género y los espacios conquistados en defensa de los derechos de la mujer; no puedo decir lo mismo, referente a los derechos de los pueblos indí­genas, no se tomaron en cuenta o no respetaron las decisiones de las consultas populares y el rechazo de las comunidades a la exploración y explotación de las compañí­as mineras o el daño ambiental por los megaproyectos y las hidroeléctricas.

También reconozco como avances, el impulso de algunos programas sociales, la gratuidad en la educación, las escuelas abiertas, la bolsa solidaria y otros temas que quedaron inconclusos y pendientes. Pero en general, el gobierno que todos pensamos tendrí­a rostro humano, resultó igual de neoliberal o peor que los anteriores. Sobre esto hay todaví­a mucha tela que cortar, es muy temprano para juzgar en definitiva a los que se van.