Un artí­culo que nos debe causar vergí¼enza


Felipe Menjí­var es un salvadoreño que estudió en Guatemala hace muchos años y que luego vivió aquí­ un tiempo trabajando para Naciones Unidas, entidad con la que ahora labora en Ginebra. A los que fuimos sus compañeros de colegio nos enví­a frecuentemente correos electrónicos interesantes, muchos de ellos provocadores para obligar a reflexiones profundas. Pero hoy encontré en mi buzón un enví­o de Felipe que me pareció desgarrador, además de que él puso, literalmente, «Una vergí¼enza para quienes no hacen nada por aliviar esta obscenidad!», frase que es durí­sima pero que tiene toda la razón. Se referí­a a un artí­culo publicado en España sobre la situación en Guatemala y creo que es necesario que los guatemaltecos lo leamos para ver las cosas desde una perspectiva muy distinta, desde esa perspectiva que tienen afuera de nuestro paí­s y con toda razón. El artí­culo dice así­:

«Guatemala africana»

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

«ARIANE ARPA (Directora general de Intermón Oxfam) – Barcelona – 19/07/2010.»

«Cuando pensamos en el terrible azote del hambre en la infancia, nos vienen a la mente imágenes de niños y niñas africanos. Y es que los paí­ses con mayores í­ndices de desnutrición infantil en el mundo son Burundi, Tanzania, Zambia… y Guatemala. Cuesta comprender cómo es posible que uno de cada dos guatemaltecos menores de cinco años sufra desnutrición crónica. Más de un millón de niños y niñas que se acuesta con hambre cada dí­a. Cuesta comprenderlo porque la comida no escasea en Guatemala… para quien pueda pagarla.»

«El hambre no cesa de crecer en Guatemala, desde un 14% en 1990 hasta el 16%, según los datos más recientes (2004-2006). La proporción actual probablemente es significativamente mayor, por la subida del precio de los alimentos en 2007-2008, la crisis económica global, las intensas sequí­as y la tormenta tropical Agatha. El rostro del hambre en Guatemala tiene un perfil claro: mujer productora, comunidad campesina, población indí­gena.»

«La comunidad internacional ha aumentado estos años la ayuda humanitaria, y está bien. Pero hay que atacar a la vez las causas estructurales que provocan el hambre y la pobreza. El 80% del terreno cultivable está en manos de solo el 8% de los productores, lo que convierte a Guatemala en el segundo paí­s del mundo con mayor inequidad en la tenencia de la tierra. En 2006 la aprobación del acuerdo de libre comercio con EE UU supuso la eliminación de los aranceles a los cereales procedentes de EE UU, lo que obligó a los campesinos locales a competir con un maí­z subsidiado en origen, y terminó desmantelando la producción familiar de granos básicos y multiplicando la dependencia alimentaria del paí­s.» «El Gobierno español -el mayor paí­s donante a Guatemala desde 2006- tiene una responsabilidad clara ante esta situación. Un reto pendiente de la cooperación española es la atención a los grupos vulnerables que cultivan en zonas marginales o sin propiedad legal de la tierra. Normalmente, mujeres que practican agricultura de subsistencia que suelen quedar excluidas de los programas de desarrollo económico. Pero un reto más importante aún es ayudar a que se consagre el derecho a la alimentación. El Gobierno guatemalteco lleva años sin ser capaz de enfrentar los poderes locales que se oponen a una ley de desarrollo rural integral. Sin ella, la cooperación basada en la entrega de semillas y fertilizantes no pondrá freno a la crisis alimentaria guatemalteca, que no es un problema técnico, sino polí­tico. La sociedad civil organizada en la campaña Vamos al grano exige justicia económica. ¿Qué ofrece la cooperación española?» Poco hay que comentar sobre una situación que vivimos de manera permanente y que es ignorada deliberadamente por quienes tienen poder de decisión en el paí­s. Pero el drama está allí­, aunque lo vean más claramente desde afuera.