Los periodistas de opinión (no los respetables profesionales de otras disciplinas que escriben columnas en sus tiempos libres o por afición) estamos conscientes de que nuestros lectores no siempre coinciden con los planteamientos que publicamos, sobre todo cuando se trata de política partidista, y de ahí que estoy convencido que de las pocas personas que toman su tiempo en leer mis artículos, esta vez la mayoría no coincidirá con lo que expongo; especialmente los capitalinos de las clases media y alta; pero no puedo permanecer indiferente ante la oleada de informaciones supuestamente tendenciosas en las páginas noticiosas de algunos matutinos, las afirmaciones francas de la mayoría de los columnistas sinceros que no esconden sus simpatías por el candidato militar y de los hipócritas que pretenden disimular sus preferencias hacia él.
Intentaré explicarme. Durante décadas de dedicarme a este oficio, he leído y escuchado de parte de personas de todos los estratos, especialmente de solemnes analistas políticos, rimbombantes articulistas de diarios impresos y lectores de periódicos, que una de las falencias de Guatemala es la ausencia de líderes jóvenes e incluyentes.
Adicionalmente, insisten en la imperiosa necesidad de que los políticos de diferente jerarquía y de diversas corrientes ideológicas se unifiquen para aunar esfuerzos y capacidades con el objetivo de contribuir a la búsqueda de soluciones a los problemas ancestrales del país y que, para el efecto, deben abandonar sus posiciones sectarias y sus intereses personales y partidistas, en aras del bien común.
Pues bien, justamente eso ha hecho, aunque en menor medida, el candidato presidencial Otto Pérez Molina, al recibir el apoyo del vilipendiado pastor evangélico Harold Caballeros y de la señora Adela de Torrebiarte, cuyos seguidores no aportan mayor volumen de voluntades y votos al abanderado del Partido Patriota. Nadie ha criticado las legítimas adhesiones de esos dos exaspirantes a la Presidencia de la República, aparentemente porque el apoyo de ambos es irrelevante, como pálida es la pompa del exrector universitario Efraín Medina al lado del general de la guerra y de la paz.
Sin embargo, cataratas de críticas y censuras se han derramado en contra del otro candidato presidencial, el abogado y empresario Manuel Baldizón, quien recibe toda clase de epítetos, no sólo de sus declarados adversarios políticos, sino de la mayoría de los columnistas de profesión o articulistas coyunturales.
Se minimiza la presencia en el PP del exrector nada menos que de la Universidad de San Carlos, golpeada y diezmada por los gobiernos militares; pero se subraya el hecho insólito de que la doctora Rigoberta Menchú respalde al candidato del partido Lider, al igual que lo hacen dirigentes de las ex PAC. Abundan las censuras al solitario diputado electo del FRG por estar a la par del dirigente de la izquierdista ANN. Se publican reproches a un líder departamental de la URNG por acompañar al excandidato presidencial del PAN, y pare usted de contar los ataques que recibe Baldizón, precisamente porque logra unir en torno a su plataforma a representantes de 13 fuerzas disímiles. ¿Dónde queda, entonces, el clamor para evitar el divisionismo entre los guatemaltecos y el plañido de la ausencia de liderazgo joven? ¿O tiene que ser a nuestra imagen y semejanza?
Y aunque ajeno a esas alianzas y sin ser adherido al petenero, con sus virtudes ignoradas y sus defectos acrecentados, atiendo mi responsabilidad de exponer mi criterio, equivocado o no.
(El activista Romualdo Tishudo cita al humorista Juan Verdaguer, al asesorar a un soltero diputado electo, a punto de casarse:-El matrimonio es una relación entre dos personas, en la que una siempre tiene la razón, y la otra es el marido).