Un aporte que pasa inadvertido


El año pasado fue crí­tico en materia de salud porque el sistema hospitalario del paí­s colapsó por falta de insumos y los médicos residentes, que realizan en esos nosocomios su especialización en las distintas áreas de la medicina, se vieron obligados a presionar para forzar a las autoridades a dotarles de recursos para salvar vidas. El problema fue tremendo, pero hubiera sido mucho mayor de no ser por la presencia en Guatemala, desde el huracán Mitch, de las brigadas de médicos cubanos que realizan una importante labor en remotos poblados, atendiendo a miles de personas que nunca habí­an tenido contacto con un profesional de la medicina y que ahora gozan del beneficio de acciones preventivas que se traducen en mejoras importantes en su propia salud.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

El trabajo de los médicos cubanos, alrededor de trescientos que están de manera permanente en nuestros remotos parajes, es algo que no trasciende ni es de conocimiento de mucha gente porque lo realizan de manera tan discreta como efectiva. Viven en apartadas regiones a donde nunca ha llegado ningún médico guatemalteco ni los estudiantes que realizan su ejercicio profesional supervisado y se insertan de tal manera en las comunidades que pasan a formar parte de ellas. Cuando uno habla con alguno de los pobladores que siente el beneficio de la presencia de los médicos cubanos, se da cuenta que los ven como si fueran una especie de ángeles por los cuidados que prodigan para sus hijos y por la forma en que ha mejorado el nivel de la sanidad en aquellos sitios donde ha sido permanente la presencia de los isleños que vienen a ayudar a Guatemala.

Es muy difí­cil cuantificar el aporte porque Guatemala es un paí­s que no tiene adecuadas ni suficientes estadí­sticas como para medir lo que ha significado la presencia de los médicos cubanos al reducir la necesidad de la gente de acudir a los centros hospitalarios departamentales o nacionales en busca de salud. El concepto de la medicina que ofrecen los médicos cubanos que vienen al paí­s es distinto al que tienen los profesionales que se forman en nuestras universidades porque se trata de una medicina orientada cabalmente a tratar los problemas que forman parte de nuestras carencias derivadas del tema social. Su especialidad es, en ese sentido, distinta a la que buscan nuestras facultades que preparan al galeno para que luego pueda optar a residencias en el paí­s o en el extranjero para convertirse en especialistas y subespecialistas que pueden tratar complejos males.

Ellos dan mucha importancia a la prevención que alivia la presión que sobre el gasto público significa la recurrente presencia de pacientes sufriendo los mismos males que persisten como resultado de la pobreza y hasta de la ignorancia en que mantenemos a mucha de nuestra población. Conviviendo con el habitante de los remotos lugares, el médico cubano se esmera en ayudarlos a evitar que contraigan los males que han afectado históricamente a nuestro pueblo y que tienen que ver con la desnutrición y los males intestinales. No pueden, por supuesto, hacer milagros ni pueden superar los efectos de la pobreza que es extrema en muchos lugares, pero sin su presencia este año anterior, con la crisis hospitalaria, hubiera sido catastrófico para buena parte de nuestra gente.

Eso no quita que, además, vengan también especialistas como los oftalmólogos que operan en el paí­s a personas que tienen problemas de cataratas. Pero todo ese aporte, el de las brigadas de médicos cubanos, pasa relativamente inadvertido y es preciso que lo reconozcamos y agradezcamos.