Hace un año regresaba yo a Guatemala para encontrarme con la noticia del deterioro severo de la salud de mi padre. Dios quiso que me diera tiempo de volver y verlo aún con vida antes de que muriera rodeado por sus diez hijos. Y esta mañana asistiendo a misa, en la iglesia que es mi parroquia en Estados Unidos, pensaba en que tuve la dicha de tener a mi padre durante más de sesenta años, algo que en realidad constituye una bendición, sobre todo tomando en cuenta que la mayor parte de ese tiempo tuvimos una relación sumamente estrecha, más allá de lo puramente filial, desarrollando amistad y camaradería que nos permitió avanzar a ambos por la vida.
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Ahora, cuando analizo la relación que tengo con mis hijos y con mis nietos veo que afortunadamente hemos logrado proyectar ese tipo de identificación que yo tuve durante tantos años con mi abuelo y con mi padre. Relación de confianza en todo el sentido de la palabra y de afinidad en valores. Posiblemente existan matices en las formas de pensar y criterios distintos sobre cómo lograr los objetivos, pero en cuanto a lo que queremos para nuestras familias y lo que deseamos para nuestro país, las coincidencias vienen a ser plenas.
No puede uno, sin embargo, dar nada por sentado ni por definitivo, puesto que hay circunstancias en la vida que todo lo cambian de golpe y porrazo. Jamás hubiera yo imaginado que mi relación con mi padre se podría ver afectada por influencias extrañas, pero no cabe duda de que aún las más sólidas y estrechas relaciones pueden sufrir cuando surgen apasionamientos manejados con fines perversos. Son cosas sin duda dolorosas, pero que forman parte de la vida y contra las que no existe antídoto alguno.
Por ello fue que hoy, al recordar a mi padre en el primer aniversario de su muerte, pensaba en cuán importante es mantener uno la claridad de lo que significa su familia para no terminar tirando por la borda relaciones construidas en el transcurso de muchas décadas de confianza, de amor y de amistad entrañable que trasciende el mero vínculo de sangre y se sostiene más en la comunidad de ideas, de intereses y de principios. Se trata de bendiciones que hay que trabajar todos los días de la vida porque no se puede dar por garantizadas sin que uno las vaya abonando y las consolide día a día, hasta el fin de los tiempos.
Hace un año tenía un profundo resentimiento, no sólo contra la persona causante de ese distanciamiento con mi papá sino contra él mismo por haberse dejado manipular al punto de alterar su propia personalidad. Pero en este año que se ha ido tan rápidamente he meditado mucho sobre la vida de mi padre, sus enormes virtudes y las circunstancias tan especiales que le tocó vivir desde su niñez, lo que me ha ayudado a entenderlo y acabar con ese resentimiento doloroso.
Personas interesadas que tratan de meter cizaña para lograr el máximo provecho siempre encontraremos en la vida porque estamos rodeados de gente que anda viendo como saca raja de cualquier circunstancia. Por ello es que siempre será importante estar atento, valorar aquellos cariños que son verdaderos y auténticos porque se basan en identificaciones que tienen raíces en verdad profundas. Me hace mucha falta mi padre y más falta me hace la oportunidad de conversar sobre esos temas que muchas veces abordamos, pero que, por misteriosa razón que me cuesta comprender, se fueron desvaneciendo junto a la memoria.
Es esta una reflexión muy personal, pero en esta fecha no tenía ni ganas ni deseo de escribir de nada más.