El día de ayer 10 de julio, fecha en que en Chile, en la Escuela Militar y en cada uno de los regimientos, se celebra el aniversario de la Batalla de la Concepción y hasta hace pocos años también el día de la gloriosa infantería de parche rojo al cuello, cumplí 72 años de existencia por la voluntad de Dios.
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Varios queridos amigos se comunicaron para felicitarme y aun cuando mis hijos y nietos me insistieron en que efectuáramos una celebración familiar o un evento un poco más grande para celebrar mi onomástico, no quise aceptar porque no sé si es de celebrar el continuar caminando día a día por la vida y los senderos de esta terrena existencia.
Será de celebrar que todos los días tenga que tomarme cuatro pastillas en el desayuno, a mediodía otras dos, en la noche cuatro y antes de dormirme dos o tres, según las circunstancias, que adicionalmente me tenga que inyectar diversas insulinas cuatro veces al día: en el desayuno, almuerzo, cena y antes de dormir.
Será positivo dormirse a medianoche y en las seis horas o siete de sueño, cada dos horas y media, tener que ir a lavarse las manitas y a descargar la vejiga. También será un estímulo y una alegría despertar a las seis de la mañana con el cuerpo adolorido, sin que nos den ganas de levantarnos, ni mucho menos tengamos motivos que nos estimulen a hacerlo. Por supuesto que la contraparte es ver a nuestros hijos casados, maduros, adultos, llenos de vida, dedicados a producir por el bien de sus hijos y demás familia. Indudablemente, es un estímulo que algunos de los fines de semana nos podamos reunir con la mayoría de los nietos que por sus diversas edades nos cuentan diferentes vivencias. Además, es una alegría el ver a los más pequeñitos que aprenden poco a poco a expresarse y a decir “tataâ€.
Que difícil es mantenerse firme, con las botas puestas, al pie del cañón y que cuando menos lo esperemos, de una hora para otra, nos vengan numerosas molestias físicas, respiratorias, de circulación, infecciones, subidas de azúcar, de ácido úrico y que los médicos nos digan que tenemos el corazón al doble de tamaño de lo normal, que debemos de nuevo aprender a comer alimentos cocidos, sin grasa, sin sal y en cantidades medidas.
Para colmo existen algunos individuos que sin veracidad, en uso y abuso de la libertad de expresión envían correos llenos de mentiras, imprecisiones y acusaciones sin fundamento.
Claro está que como católico, apostólico y romano, como hombre formado bajo los fundamentos del Colegio San Sebastián, de la Escuela Militar de Chile, de la Universidad Rafael Landívar, sé cuales son mis principios y derivado de ellos cuáles son mis obligaciones hacia mi familia, hacia el prójimo y hacia el país donde Dios le permitió a mis padres concebirme y verme nacer.
Será mi forma de ser porque nací un 10 de julio, que como ya indiqué coincide con la batalla de La Concepción, en la que todos los soldados chilenos y sus familiares murieron en la sierra peruana ante el ataque de fuerzas cinco veces superiores que ellos, pero no arriaron la bandera y por esa razón se celebra el santo sacrificio de allá en la Concepción.
También será por ello que al despertar y saber que el día será igual a los otros 365, “como hojitas de calcarâ€, que les digo a mis hijos, a mis amigos, a mis compatriotas y a quienes me lean o me escuchen en mis Opiniones y Reflexiones, que tanto me estimulan en el tratar de transmitir mi experiencia de buena fe, que mi base está sólida, que como hombre así viviré, sin ninguna novedad, que “nada me inmuta o turba, que en Dios confío y en í‰l descansoâ€.