El presidente francés, el conservador Nicolas Sarkozy, celebrará mañana su primer año en el Elíseo, tras su victoria en las elecciones del 6 de mayo de 2007, en un clima de desilusión generalizada y críticas incesantes.
Con más del 53% de los votos en las elecciones presidenciales frente a la candidata socialista Ségolí¨ne Royal, tras una campaña que inclusive sus rivales reconocieron como brillante, que le permitió recoger votos de la extrema derecha y de las clases populares que antes votaban a la izquierda, el ex ministro del Interior de Jacques Chirac, prometió una «ruptura» con la etapa anterior y un cambio de rumbo.
Pero un año después, las encuestas indican que los franceses no lo apoyan como entonces: solamente del 32 al 38% de los franceses siguen confiando en Sarkozy, según los institutos encuestadores.
La derrota en las pasadas municipales de marzo ya habían sido interpretadas como un voto sanción hacia el poder y hacia una política de reformas que en varias ocasiones fue caótica y reflejó la falta de coherencia gubernamental.
Y lo que es peor: una encuesta del instituto CSA publicada el sábado en el semanario Marianne con el título «Esto va a terminal mal», dice que el 62% de los franceses piensa que su país atravesará una grave crisis de aquí al final del mandato de Sarkozy.
A fines de abril, el presidente francés afirmaba que lamentaba los «errores» de comunicación durante estos meses y se declaraba sereno frente a las encuestas negativas y más decidido que nunca a llevar a buen puerto «las reformas que el país necesita».
También se declaró decidido a limitar el alza de precios, principal preocupación de los franceses y fuente principal del desencanto hacia el hombre que había hecho campaña como «el presidente del poder adquisitivo».
La gota que rebasó el vaso fue la forma en que Sarkozy expuso públicamente su vida privada: primero su divorcio de Cecilia Ciganer Albéniz y luego con sus terceras nupcias con la ex modelo y cantante, Carla Bruni, episodios que llegaron a molestar a los franceses.
«Severos con Sarkozy, los franceses saludan las reformas», avanzaba hoy el diario de derecha Le Figaro, subrayando que la crisis financiera internacional había «perturbado al presidente de la República».
«Es cierto, el jefe de Estado tuvo mala suerte. Nadie había anticipado el escenario catastrófico de la crisis financiera estadounidense, de la subida de los precios del petróleo y de las materias primas y de la caída del dolar», afirmaba el diario económico La Tribune.
En los otros asuntos, el presidente ha sido blanco de ataques cruzados de la oposición socialista. Y en su propio campo, el descontento y las dudas se escuchan cada vez más.
«Nicolas Sarkozy fue el «Señor más» para los más ricos y el «Señor menos» para los demás». Es el «presidente del derroche», lanzó hoy el secretario general del Partido Socialista, Francois Hollande.
La izquierda fue sumamente crítica desde la primera medida del presidente Sarkozy en el verano boreal de 2007 con reducciones fiscales que beneficiaron a las clases más acomodadas.
Y a pesar de una serie de reformas que sin embargo son recibidas como un mal necesario, una serie de «metidas de pata» como el anuncio y luego la retirada de una tarjeta de descuentos ferroviarios para las familias numerosas, aumentaron la desilución entre los franceses.
Sarkozy afirma que se lo podrá juzgar al final de su mandato.
Mientras tanto, mañana, celebrará su victoria de hace un año con un ágape con los responsables de su partido y una cena con sus ministros y sus esposas.