Estamos por terminar el año 2006 y nos preparamos para entrar a un año electoral en el que existen condiciones que lo convierten en distinto a los que hemos vivido desde el inicio de la apertura política que aspira a ser democrática y que tiene sustento en la Constitución de 1985. En efecto, posiblemente por el cansancio y el desencanto provocado por uno y otro revés sufrido por el Pueblo tras haber cifrado demasiadas esperanzas en los resultados de una elección, ahora la gente se muestra apática y no se percibe el entusiasmo político que antaño despertaban las campañas.
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Pese a que los partidos políticos se han lanzado abiertamente a realizar campaña antes de la convocatoria, como ha sido usual, no puede verse que exista una gran ilusión ni mucho menos una gran esperanza. Es más, a estas alturas, cuando faltan ya pocos meses para las elecciones que serán en septiembre, hay partidos importantes que ni siquiera han adelantado precandidatos y otros se han quedado sin ellos, como fue el caso del oficialismo que se vio obligado a abortar unas primarias en las que ya se habían invertido muchos millones de quetzales.
La marea apunta a que ílvaro Colom de la UNE consolide su posición de puntero, pero muchos de los analistas consideran que se trata de una ubicación que es más por «default», como dicen los gringos o «defábol», como decimos nosotros, que por los méritos de la candidatura o de la organización partidaria. Lo cierto del caso es que el sucesivo engaño y desengaño de la población tras elegir de manera entusiasta a sus gobernantes, está pasando una factura importante porque la mayoría de la gente no cree en la oferta electoral y no piensan que las elecciones vayan a traducirse en un cambio significativo para el país y para sus habitantes. El tema es que no existe tampoco una oferta electoral capaz de encender el entusiasmo, sea porque es expresada por una figura carismática que encienda a la población o porque sea de tal manera profunda e innovadora que haga renacer la esperanza.
Lo que sí sabemos es que alrededor de los movimientos políticos se mueven muchos y variados intereses que no tienen que ser los mismos intereses del país. Posiblemente ahora las mayores pujas alrededor de los candidatos y de los partidos con alguna posibilidad se den entre quienes han formado parte de alguna de las estructuras del poder paralelo y de las emergentes estructuras que se nutren y fortalecen con el recurso del crimen organizado. La necesidad de mantener el control del poder político hace que el esfuerzo sea redoblado porque les urge mantener un estado débil y poco eficiente, lo que deja vacíos y espacios que ellos sabrán ocupar con diligencia para satisfacer sus ambiciones.
Y es que nuestra democracia se ha convertido en una verdadera pistocracia en la que esos billetes que ahora son tan escasos se constituyen en el factor más importante de la campaña. Por ello es un momento de gran importancia para el capital guatemalteco honesto, porque tienen que reflexionar sobre su poder para impulsar proyectos y cómo tienen que definirlos con base en el interés nacional si quieren que el Estado se recupere, que deje de alentar la ingobernabilidad y si quieren que Guatemala tenga perspectivas de futuro para ellos y sus empresas. Al fin y al cabo, los que eligen y deciden en una pistocracia son los que ponen dinero y por lo tanto el dinero honrado tiene que apostar por propuestas honradas y patrióticas.