Circula, en la avalancha de correos electrónicos «fowardeados», uno que se refiere a «un día especial». Relata el caso de un viudo que contempla a su recién fallecida esposa con el vestido que desde muchos años antes había reservado para «una ocasión especial» y le colocó de mortaja una preciosa bufanda que había adquirido en Madrid cuando viajaron unos años antes y que reservaba también para «una ocasión especial».
Se le hizo, llegó una ocasión especial, que no era la que tenía en mente la señora, y cumpliendo con sus deseos su apesarado marido se afanó buscando el vestido en el viejo ropero. De la misma forma nosotros dejamos un aromático perfume para usarlo en «un día especial», igual que aquella preciosa corbata de seda, aquel colorido vestido de marca, aquella brillante alhaja, o reservamos un libro para leer en una vacación especial, etc. Todo lo dejamos para «un día especial». Y ¿cuándo es un día especial? ¿Y hoy? ¿Acaso no es hoy ese día especial? Hoy, que respiramos, que nuestro corazón late, que nuestros ojos captan ese mundo externo. Hoy que podemos dar un abrazo a nuestros seres queridos, que saludamos a nuestros compañeros de trabajo, que escuchamos bella música, que admiramos los bellos volcanes y nos extasiamos con la danza de colores a la puesta del sol. Hoy que empezamos temprano nuestras labores cotidianas y luego almorzamos. Hoy que nos sentamos tranquilos a leer el periódico. Hoy, hoy, es ese día especial.
Mañana no sabemos. Por eso, no debemos dejar para mañana cuestiones que hoy podemos hacer. Un viejo Rabino decía que la clave para una sabia existencia consiste en vivir todos los días como quieras pero asegurarte estar en paz con Dios en la madrugada del día en que vayas a morir.
Si todos seguimos ese consejo, el mundo sería mejor. En esa misma línea un refrán recuerda que debemos pensar cada día al levantarnos que ese día nuevo puede ser el último día de nuestra vida? de seguro algún día vamos a acertar. Por todo ello, hay que vivir el presente. En este año nuevo que Dios nos brinda aprovechemos cada día para hacer las cosas bien, para recordarle al cónyuge o a la pareja que lo o la amamos, igual a esos padres viejitos, o al hermano alejado o al amigo perdido. Igualmente, para que tengamos al día la mesa de trabajo, porque nadie nos asegura que mañana lo podamos hacer. Para saldar aquella deuda pendiente (no solo económicamente), para dar aquella disculpa debida, aquella aclaración necesitada, aquella felicitación merecida, aquél agradecimiento esperado.
Como se dice «en vida hermano, en vida». No lo dejemos para «un día de estos?», o peor aún para «un año de estos?». Porque todos estamos en la cancha, haciendo nuestro juego y esfuerzo, pero a diferencia de los 90 minutos del fútbol, en este juego de la vida nadie sabe cuándo el árbitro va a dar el silbatazo final. Ojalá todos empecemos bien el año 2007. Felicidades para todos y muchas bendiciones. Y recuerden que cada día que amanezca de este año nuevo que Dios nos da debe ser ¡UN DíA ESPECIAL!