Desde que leí un artículo acerca de los beneficios que resulta tomar bastante agua pura, hice el intento de seguir ese consejo, sobre todo cuando un íntimo amigo me envió un correo electrónico que contiene recomendaciones sobre el mismo hábito y después de que un médico reforzó esa sugerencia, que más parecía una orden draconiana.
eduardo@villatoro.com
Debo confesar que los objetivos que me propuse resultaron un rotundo fracaso, porque jamás logre apurar más de un par de vasos de agua al día, siempre que estuviera bien fría, porque si la tomo en su estado natural tengo que hacer un gran esfuerzo para que no me provoque nauseas.
Anteriormente consumía por lo menos un par de aguas gaseosas al día, especialmente de cola; pero cuando me enteré de que esta clase de sodas se utilizan hasta para limpiar servicios sanitarios, por la clase de elementos químicos que contiene, desistí voluntariamente de seguir tomando este tipo de refrescos embotellados y opté por los que tienen sabor a naranja, hasta que finalmente también abandoné ese hábito, prefiriendo los jugos de fruta.
Sin embargo, la conciencia me atormentaba cada vez que en cualquier reunión familiar o encuentros con amigos y conocidos la conversación giraba en torno a los beneficios de tomar hasta ocho vasos de agua pura diariamente, y veía a mi nieto el Jóse, de apenas 5 años de edad, cuando le ofrecía una bebida, siempre pedía o pide ese líquido inodoro, incoloro e insípido.
Parecida actitud a la de mi mujer, que ni siquiera en la hora de almuerzo bebe de los refrescos de frutas, sino que de inmediato pide agua pura, aunque se encuentre tibia, mientras que yo, sólo de pensarlo, sentía un sencillo pero contundente rechazo, creo que de naturaleza congénita, que he heredado a un par de mis hijos y a otro nieto.
El día de la Nochebuena me trajo una magnífica noticia. Como soy aficionado, por no decir dependiente lector de diarios -además de libros y revistas-, además de que mi trabajo lo exige, ese lunes 24 de diciembre, hace cinco días, aprovechando del descanso previo a la Navidad leí con más detenimiento los periódicos de la mañana y posteriormente La Hora, deteniéndome, incluso, en páginas que usualmente paso por alto.
El caso es que en Siglo Veintiuno mi vista de posó en el breve titular ?Tiran por tierra algunos mitos?, e iba seguir de largo si no es que leí el pie de grabado de una fotografía en el que se insinúa el rostro de una bonita chica, con esta leyenda: ?Salud. El beber 8 vasos de agua diarios no sería tan saludable?.
Estaba por exclamar Ufff?qué alivio, pero no quise hacerme ilusiones antes de tiempo, por lo que me adentré en la lectura de la noticia, y ¡cabal tu pisto!, lo que ansiaba leer o que me dijeran desde hace varios años. La nota informativa indica que ?el beber ocho vasos de agua diarios podría no ser tan saludable como se piensa?puesto que se trata de uno de los mitos que ha tirado por tierra un grupo de científicos de la escuela de Medicina de la universidad de Indiana?, en Estados Unidos.
Según la información publicada originalmente en el British Medical Journal, los científicos analizaron la recomendación de ingerir agua como un hábito inmejorable para la salud; pero descubrieron que no existen pruebas médicas que sugieran que uno necesite tanta agua. Todo lo contrario: los investigadores afirman que ?beber en exceso ese líquido puede ser peligroso y puede conducir a la intoxicación o incluso la muerte?.
¡De la que me he salvado! Ahora tengo la conciencia tranquila, con la seguridad de que debo beber agua pura sólo lo indispensable. Y siempre que esté bien fría, para evitar una intoxicación que apresure el fin de mi larga, extenuante y vivaracha existencia.
A raíz de haberme puesto al día en esta clase de noticias tan halagadoras, disfruté con mayor regocijo la reunión familiar de la Nochebuena, brindando con un refresco de frutas por la felicidad de mis seres queridos y dándole gracias al Creador por su amor y misericordia. No de balde el amado Jesús transformó el agua en vino, les recordé a mis parientes.
(El bohemio Romualdo Krudo le comenta a su amigo Apapucio:-El agua ha matado más gente que el licor. Su camarada replica: ¡Cómo voy a creer vos semejante disparate!, a lo que mi compadre repone: -Solo acordáte del diluvio?).