Ucrania, uno de los mayores países de Europa con sus 47 millones de habitantes, elige el domingo a un nuevo parlamento, sin garantías de recobrar la estabilidad tras una serie de crisis que han debilitado al presidente Viktor Yushenko, héroe de la Revolución Naranja.
Las legislativas serán las segundas que se celebran en un año y medio en esta antigua república soviética. Los comicios llegan bajo el sino del enfrentamiento entre el presidente y su enemigo jurado, el primer ministro prorruso Viktor Yanukovich, que se saldó con la disolución del parlamento.
La ruptura del equipo que alcanzó el poder por la Revolución Naranja en 2004 y la incapacidad de Yushenko para aplicar las reformas prometidas han decepcionado a los urcranianos y han minado su popularidad.
Ahora, la coalición presidencial Nuestra Ucrania-Autodefensa Popular sólo cuenta con el 13% de las intenciones de voto, lejos del Partido de las Regiones de Viktor Yanukovich, que goza de 33% a 37% de intenciones de voto, según un reciente sondeo del Instituto internacional de sociología.
Viktor Yanukovich, que fue barrido por la Revolución Naranja tras el fraude electoral a su favor que se produjo en la elección presidencial de 2004, volvió con fuerza a la escena política tras las legislativas de marzo de 2006, ganadas por su partido.
Desde entonces, la presencia de los dos Viktor en las riendas del país ha estado marcada por una serie de choques, que han acabado desesperando tanto a los ucranianos como a los occidentales.
«Es importante volver a la estabilidad para que Ucrania pueda concentrar su energía en las reformas», advirtió en septiembre el presidente de la Comisión Europea, José Durao Barroso.
Por su lado, el Bloque de Yulia Timoshenko, quien pese a ser una figura clave en la Revolución Naranja fue destituida por el presidente de su puesto de primera ministra en 2005, podría obtener entre 16,8% y 23% de los votos.
En vistas de que los resultados se anuncian ajustados, se plantea la cuestión de cómo saldrá deparada la próxima mayoría gubernamental.
«Veremos si las elecciones permiten salir rápidamente de la crisis política o si el conflicto arrecia», se pregunta el analista Volodimir Fesenko, del centro de estudios políticos Penta de Kiev.
«Si se forman rápidamente una coalición y un nuevo gobierno, el país saldrá gradualmente» de la crisis, considera el experto.
Pero la hostilidad entre los tres protagonistas augura un futuro agitado. «Habrá un nuevo período de inestabilidad», pronostica el director del Instituto de Estudios de Conflictos Políticos de Kiev, Mijailo Pogrebinsky.
El partido derrotado podría no reconocer el resultado de las elecciones y organizar manifestaciones, o incluso intentar invalidar el nuevo parlamento ante los tribunales, según Pogrebinsky.
Oficialmente, la coalición presidencial y el Bloque de Yulia Timoshenko se han comprometido a cerrar una alianza si juntos obtienen más votos que sus adversarios.
En caso de victoria, el presidente podría aprovechar para «acelerar la adhesión de Ucrania a la OTAN», según Pogrebinsky.
Sin embargo, tampoco se puede excluir del todo una alianza entre los dos Viktor. En ese caso, la política exterior de Ucrania tendría que encontrar el equilibrio entre Europa, la OTAN y Rusia, como dicen los analistas.
Por otro lado, se espera que las elecciones no tengan un impacto directo en la economía nacional, cuyos indicadores son buenos pese a la crisis política.
En los ocho primeros meses del año, el PIB aumentó un 7,5%.
«En cualquier caso, habrá reformas con tintes de liberalismo. Los empresarios que están detrás de las tres fuerzas las necesitan», destaca Fesenko.
El presidente Viktor Yushenko, un «héroe» caído en desgracia, Yulia Timoshenko, una «pasionaria» que aguarda su momento, y el primer ministro prorruso Viktor Yanukovich conforman el trío que protagonizó la Revolución Naranja de 2004 y que hoy monopoliza la vida política en Ucrania.
Las elecciones legislativas anticipadas del domingo están dominadas por esta troika de líderes carismáticos, que han sido entre ellos amigos, enemigos, aliados y rivales, y ahora buscan hacerse con el poder.
En 2004, Viktor Yushenko, el líder de la oposición desfigurado por un misterioso envenamiento con dioxina, lideró la Revolución Naranja con Yulia Timoshenko en la plaza de Maidan, en Kiev. Frente a ellos, Viktor Yanukovich, apoyado por Moscú, encarnaba el antihéroe.
Sin embargo, la amistad entre el oponente convertido en presidente y su aliada, primera ministra de febrero a septiembre de 2005, terminó mal. Luchas de poder y acusaciones mutuas incesantes en el seno del equipo naranja llevaron a la destitución de Timoshenko, seguida de su espectacular ruptura con el presidente Yushenko.
Tras las elecciones legislativas de marzo de 2006, ganadas por el Partido de las Regiones de Yanukovich, los dos «enemigos», es decir los dos Viktor, tuvieron que repartirse el poder, uno en la presidencia, y el otro al frente del gobierno.
La Revolución Naranja, presentada como un modelo de revolución democrática en la zona post-soviética, ha dejado paso a numerosas crisis, que han terminado exasperando a los ucranianos.
«Son el mayor problema de Ucrania», considera Yulia Mostova, del influente semanario Dzerkalo Tyzhnya, refiriéndose a los tres protagonistas de las elecciones legislativas.
«Quienes votan por Yushenko lo ven como un anti-Yanukovich. Los que votan a Yanukovich lo consideran a su vez como un anti-Yushenko. Y Yulia Timoshenko es lo opuesto a los otros dos», destaca Yulia Mostova.
En medio de esta lucha de poder se presenta el Bloque de Yulia Timoshenko. Ex jefa de una importante empresa energética, Timoshenko parece a sus 46 años capaz de sacar una buena tajada, gracias a los votos de los electores desencantados con Yushenko. La candidata ha aumentado su ventaja en su feudo, el oeste nacionalista del país, y ha mejorado su imagen en el este, de habla y filiación mayoritariamente rusas.
Apreciada por una parte de la población por su lucha contra los «oligarcas», su política teñida de populismo ha tropezado con el rechazo de los inversores, temerosos de que ponga en práctica sus planes de replanteamiento de las privatizaciones.
Por su lado, el primer ministro Viktor Yanukovich ha captado el error de 2004 y se ha propuesto ganar la batalla de la imagen.
Así, varios consejeros de comunicación occidentales, entre ellos Paul Manafort (que trabajó para los republicanos en las elecciones presidenciales estadounidenses de los años 80) han transformado al candidato prorruso.
Con su nuevo peinado, un traje de mejor corte, su sonrisa constante y su cortesía hacia los periodistas, Viktor Yanukovich, de 57 años, es ahora más seductor. Y su partido está al frente en los sondeos de cara a las legislativas del domingo.
Frente a él tendrá al partido Nuestra Ucrania del presidente Yushenko, de 53 años, el otrora talentoso director del Banco Central entre 1993 y 1999. Su popularidad y su electorado han caído a medida que éste rompió con sus compañeros de la Revolución Naranja, y también por la subida de los precios y el bloqueo debido a la disolución del parlamento en abril.
A pocos días de los comicios, en Kiev se especula sobre una posible alianza de los dos Viktor contra Yulia Timoshenko. En el horizonte se anuncia ya la próxima elección presidencial, en la que ésta irá a por todas.