Tunguska hace un siglo


Tunguska es una remota región de la Taiga, en Siberia, Rusia. El 30 de junio de 1908, pobladores de algunas aldeas situadas a varios kilómetros de Tunguska vieron cruzar en el cielo un objeto muy luminoso. Y que se hundió en el horizonte. Cayendo lejos de donde fue visto. En la región donde cayó se levantó una columna de fuego que atravesó las nubes.


En la aldea Vanavara, un campesino que estaba en la puerta de su casa viendo su granja, poco después de las siete de la mañana, narró así­ su experiencia: «Sintió un calor que lo quemaba. Oyó un estruendo como de mil cañones a la vez. Y luego una tremenda sacudida del aire lo lanzó al suelo sin sentido. Cuando volvió en si, su casa estaba hundida y el cielo teñido de tonos nunca vistos». Vanavara se ubica a sesenta y cinco kilómetros del sitio de la explosión.

La primera información que tuve de este fenómeno astronómico fue por el año 1960, leyendo un texto de lectura para 5o. y 6o. primaria; «Lecturas ejemplares», de Herminio Almendros, prologado por Alejandro Casona.

Una de las lecturas del texto se llama «Proyectiles contra la Tierra». Empieza por describir algunos de los objetos que hay en el espacio, aerolitos y meteoritos. Dado que es una lectura para niños, su descripción es somera. Describe lo que popularmente conocemos como estrellas fugaces. Y el papel que juega la atmósfera terrestre como gran protector contra los objetos que pueden venir del espacio. Pero de vez en cuando se nos dejan venir «tetuntes» muy grandes y sólidos que si llegan a atravesar la atmósfera. Dejando grandes cráteres como el Cráter del Meteorito en el desierto de Arizona, Estados Unidos, de un kilómetro y medio de diámetro y cuatrocientos metros de profundidad.

El objeto visto en Siberia fue registrado por estaciones sismológicas así­: Irkutsk a 890 km registró vibraciones de terremoto, en San Petersburgo a 3 mil kms al este, en Jena, Alemania a 5200 kms; a 600 kms el maquinista del Ferrocarril Transiberiano detuvo el tren temiendo que se descarrilara por la tremenda sacudida.

«Unas nubes plateadas colosales invaden el cielo de Siberia y Europa. Durante varias semanas en Viena, Copenhague, Londres, Amberes y hasta en el sur de España se observaron estas nubes de polvo y fantásticos cuadros nocturnos.»

Este fenómeno sigue siendo un rompecabezas para los cientí­ficos.

Sucedió en tiempo de la Rusia zarista. Y al suceso no se le dio importancia. Fue después de la Primera Guerra Mundial, en los comienzos de la era soviética que se inicia una serie de visitas al lugar. El gobierno designó a Leonid Kulik, un mineralogista para iniciar las investigaciones. Primero entrevista a testigos de varias aldeas para poder ubicar el lugar. Meses después emprende lo que fue la primera visita, y desde lejos «contemplaron un panorama increí­ble: las primeras señales de la colosal explosión de 1908». Algunas lomas que fueron grandes bosques, con sus cimas peladas. Miles de árboles derribados en kilómetros a la redonda. Se calcula en dos o más millones los árboles derribados y quemados. ¿Cómo vio Kulik el lugar? : «Desde el primer registro, la realidad sobrepasó los relatos de los tungusos que hablaban de un bosque devastado, y mis más locas expectativas.»

En una segunda expedición, cuando Kulik quiere adentrarse en la zona devastada, los guí­as tungusos se niegan a seguir por temores supersticiosos.

Con nuevos guí­as regresa en febrero de 1927, considerando que es la estación del año con clima más soportable en esa región. Todo lo que veí­an eran troncos caí­dos, bosques de árboles centenarios derribados. Abriéndose camino entre malezas y ramazones llegaron donde los árboles estaban totalmente carbonizados. Por varios kilómetros recorrieron la zona. Al segundo dí­a de caminata, Kulik subió un cerro y la devastación era la misma.

Kulik estaba decidido a encontrar el punto de impacto. Y en sus observaciones notó que hacia el oeste los árboles estaban caí­dos en esa dirección, y los del sur hacia el sur. «ya no quedaba duda: habí­a yo andado en torno al centro de la caí­da», escribió. A lo que consideró el centro lo llamó la Gran Caldera. Misteriosamente allí­ permanecí­an muchos troncos en pie. Sin corteza, chamuscados. Muertos como los demás.

Esto es lo que ha dado la pauta a los cientí­ficos para asegurar que el objeto que haya sido, explotó en el aire. Algunas personas han calculado tres Km. de altura, y otras hasta ocho kilómetros. Entonces, la onda expansiva cayó en sentido vertical y luego se expandió. Aunque no en forma circular. Curiosamente la zona devastada tiene casi la forma de un abanico.

¿Pero, qué fue lo que cayó o explotó en el aire? Aún sigue siendo un misterio. En 1928, Kulik realizó un estudio magnético en busca de fragmentos meteóricos. Pero no encontró rastros del meteorito. Y tampoco hay un cráter. Encontró varios cráteres redondos, poco profundos, y de unos cincuenta metros de diámetro. kulik pensó que el aerolito sólo rebotó en la tierra y nuevamente volvió al espacio, o que este se evaporó. Dos astrónomos, un inglés y un ruso, independientemente formularon la conclusión de que el proyectil fue un cometa gaseoso que no dejó rastro de si después del impacto.

Kulik realizó su última expedición para tomar fotografí­as aéreas. Se interrumpen las investigaciones a causa de la Segunda Guerra Mundial. Kulik es apresado por los nazis. Y murió en un campo de concentración.

Por más de diez años las expediciones a Tunguska incluyeron: «astrónomos, geólogos, sismólogos y quí­micos» sin que se llegara a tener certeza de que pasó. Sólo queda claro que fue un objeto venido del espacio.

Para continuar las investigaciones fue designado Alexander Kazantzev, siberiano, como la mayorí­a de siberianos, ama estas tierras árticas. Este ingeniero industrial escribí­a cuentos de ciencia ficción, y «para variar» sobre ajedrez. Visitó la ciudad japonesa de Hiroshima después del estallido de la bomba atómica, y encontró similitudes, como los árboles quemados pero en pié. Esto aclara que los árboles muertos de Tunguska no son producto de un incendio forestal. Fueron quemados casi al instante. Por supuesto que se descarta una explosión nuclear en 1908. Aunque hay varias similitudes: un colosal fogonazo o pilar de fuego más brillante que el sol. Luego apareció una columna de humo negro que se fue ensanchando.» Y seguido por una ola de intenso calor.

Aquí­ empieza lo que nuestros amigos ufólogos esperaban que se dijera: como escritor de ciencia ficción, Kazantzev formuló la teorí­a de una nave espacial. Y hasta escribió el cuento de que era una nave marciana que buscaba el ártico y que por desperfectos se precipitó en Tunguska.

Según un Foro Sobre Ciencia, tomado de Wikipedia, «Yuri Lavin, director de la Fundación Siberiana Fenómeno espacial Tunguska, es partidario de la hipótesis del impacto de un ovni, o la consecuencia del sistema de propulsión en el despegue de esta. Sin embargo, no se han encontrado pruebas que respalden dicha hipótesis. Muchos cientí­ficos la rechazan.

Las investigaciones han continuado. En la década de los 90, estudiantes estadounidenses y rusos estuvieron varios dí­as en Tunguska. No encontraron nada que no se hubiera dicho en estudios anteriores. La hipótesis más aceptada es que se trató de un aerolito de hielo sucio, (con polvo espacial), muy grande que no se deshizo del todo en nuestro escudo protector. Y la parte que atravesó la atmósfera estalló en el aire.

Tomado de «Lecturas ejemplares», y el libro «El fuego llegó», Baxter, John y Atkins Thomas. Resumido por Reader»s Digest, abril de 1978.

Carlos Garcí­a Muñoz

Colaborador