Tunecinos festejan salida del presidente… y de su esposa


Zine El Abidine Ben Alí­, ex dictador tunecino, y su odiada esposa Leila, en una actividad oficial cuando aún se encontraban en el poder. FOTO LA HORA: AP Alfred de Montesquiou

El fin de 23 años de régimen del presidente Zine El Abidine Ben Alí­ causó júbilo para muchos en esta nación norafricana, especialmente porque significó el inicio de una vida sin su esposa y la corrupta familia de ésta.


El clan de la ex primera dama Leila Trabelsi, una peluquera que llegó a ser la mujer más influyente en Túnez, era ampliamente despreciado como sí­mbolo de corrupción y desafueros. Se dice que Leila y sus diez hermanos operaban como una mafia, extorsionando a dueños de negocios, demandando participación en empresas pequeñas y grandes y repartiéndose jugosas concesiones.

Su control sobre la economí­a tunecina era vasto. Los Trabelsi y la familia de Ben Alí­ tení­an participación en bancos y aerolí­neas, concesionarias de autos, proveedoras de internet, estaciones radiales y televisivas, industrias y grandes tiendas.

Y cuando masivas protestas populares obligaron a Ben Alí­ a escapar el viernes a Arabia Saudí­, la furia del pueblo estuvo más dirigida a Leila y su familia que a su esposo y su régimen autoritario.

La retribución fue pronta. Al dí­a siguiente de la partida de Ben Alí­, muchas de las suntuosas casas y negocios pertenecientes a los Trabelsi fueron saqueadas e incendiadas, y existen reportes de que un prominente miembro de la familia murió a manos de una turba.

Un piloto de Tunis Air que se negó a despegar con cinco miembros de la familia a bordo se ha vuelto un héroe nacional.

Una sucursal capitalina del banco Zeitouna, fundado por el yerno de Ben Alí­, fue incendiada, al igual que vehí­culos vendidos por su distribuidora, incluyendo Kia, Fiat y Porsche.

«Ellos (los Trabelsi) son ladrones, embaucadores e incluso asesinos», dijo Mantasser Ben Mabrouk, residente en la capital. «Su único objetivo fue ganar dinero en cualquier forma posible».

Su amigo Mohamed Gaddahi coincidió, y, como muchos tunecinos, responsabilizó de la mayor parte de los problemas a la familia Trabelsi.

«El presidente hizo mucho bien, pero la familia le hizo mucho daño a Túnez», dijo.

Cables diplomáticos estadounidenses revelados por WikiLeaks parecen respaldar esa conclusión. Un cable de junio de 2008 enviado por la embajada estadounidense en Túnez describe un informe del grupo anticorrupción Transparencia Internacional que dice: «Ya sea dinero, servicios, tierras, propiedades inmobiliarias… se rumora que la familia de Ben Alí­ lo desea y al parecer obtiene lo que quiere».

Las consecuencias económicas de la red de corrupción y abuso de influencia de los Trabelsi eran palpable, dice el cable, y «los inversionistas tunecinos -temiendo el largo brazo de «la Familia- se abstuvieron de hacer nuevas inversiones, lo que mantuvo las tasas de inversiones nacionales bajas y el desempleo alto».

Una falta de empleos en este paí­s altamente educado alimentó las protestas populares que derrocaron a Ben Alí­. El alzamiento comenzó en diciembre luego que un desesperado graduado universitario que vendí­a frutas y verduras sin permiso se inmoló porque la policí­a confiscó sus productos.

La coautora de un libro sobre Leila Trabelsi, «La Regenta de Cartago», dice que los Trabelsi desempeñaron un papel «absolutamente capital» en la caí­da del régimen.

«Los tunecinos estaban absolutamente al tanto de lo que ellos hací­an y llegó un momento en que se hastiaron de su comportamiento», dijo la autora Catherine Graciet. Aún así­, hizo notar que «no podemos culpar de todo a los Trabelsi, porque fue el propio Ben Alí­ quien les permitió actuar de esa manera».

Leila Trabelsi nació en 1957. Fue la quinta de 11 hijos de un vendedor de frutas secas y un ama de casa, de acuerdo con el libro de Graciet.

Luego de trabajar como peluquera y un corto primer matrimonio, Trabelsi se casó con Ben Alí­ en 1992, cinco años después del incruento golpe de estado en el que éste reemplazó al envejecido héroe de la independencia Habib Bourguiba como presidente.

El matrimonio catapultó al clan Trabelsi a la prominencia nacional. Se dice que el hermano mayor de Leila, Belhassen, dirigí­a los muchos negocios turbios de la familia.

Su sobrino Imed Trabelsi, al parecer el favorito de la primera dama, gozaba de una vida de playboy, con numerosos autos deportivos de lujo y varios yates. Algunos medios de prensa en Túnez dicen que Imed fue reconocido en el aeropuerto de Túnez cuando intentaba huir del paí­s horas después de la caí­da del régimen y fue atacado por una turba enfurecida. Otros reportes dicen que fue acuchillado por un pescador en la ciudad costera de la que era alcalde. Algunas fuentes señalan que murió de sus heridas en un hospital militar el fin de semana.

Ben Alí­ escapó a Arabia Saudí­, y la prensa tunecina dice que se le sumaron su esposa y otros pocos familiares. La pareja tiene dos hijas y un hijo.

NUEVO GOBIERNO Renuncian cuatro ministros


Apenas en su segundo dí­a en funciones, el gobierno tunecino sufrió un rudo golpe hoy con la renuncia de cuatro ministros, contra sus intentos por poner fin al malestar social reinante al compartir el poder con miembros de la oposición al régimen derrocado.

Los cuatro renunciantes eran opositores al presidente depuesto Zine El Abidine Ben Alí­, quien gobernó con puño de hierro durante 23 años. Los manifestantes exigí­an purgar al gobierno de toda la vieja guardia de Ben Alí­.

En el centro de la capital se registraron choques a la misma hora que se anunciaron las renuncias. La policí­a antimotines derribó a un manifestante a golpes y puntapiés y lanzó granadas de gases lacrimógenos para dispersar a cientos de manifestantes.

El ministro de Transportes, Anuar Ben Gueddour, dijo que habí­a presentado su renuncia junto con el titular de Trabajo, Houssine Dimassi y el ministro sin cartera Abdeljelil Bedoui.

Los tres son afiliados de una central sindical, la UGTT, que posee una amplia base nacional capaz de movilizar gente en todo el paí­s.

Afiliados de la UGTT convocaron a la protesta del martes, en la que reclamaron una huelga general, modificaciones a la constitución y la libertad de sindicalistas encarcelados.

El ministro de Salud, Mustafá Ben Jaafar, del partido opositor FLDT, también renunció, dijo a The Associated Press Hedi Raddaoui, otro miembro del partido.

El gobierno interino intenta estabilizar el paí­s después de los disturbios, saqueos y un presunto ajuste de cuentas tras la huida de Ben Alí­ a Arabia Saudí­ el viernes.

En principio no estaba claro si las renuncias provocarí­an la caí­da del gobierno, que tiene 40 ministros plenos y alternos. Ahmed Ibrahim, ministro para la educación superior del partido opositor Ettajdid, negó trascendidos de su renuncia.

El primer ministro Mohamed Ghannouchi afirmó el lunes que su decisión de incluir a los ministros del gobierno autocrático en el nuevo gobierno de unidad era una medida necesaria «porque los necesitamos en esta fase».

Túnez ha ingresado «en una era de libertad», destacó Ghannouchi en una entrevista con Radio Europe-1, de Francia, la cual fue difundida en su sitio de internet. «Dennos la oportunidad de poner en marcha este ambicioso programa de reforma», agregó.

Insistió en que los ministro elegidos «tienen las manos limpias, asimismo un gran competencia», insinuando que los funcionarios experimentados eran necesarios junto con los lí­deres de oposición en el gobierno interino a fin de dar guí­a al paí­s antes de las elecciones libres que se realizarán dentro de unos meses.

La capital despertó en medio de su actividad cotidiana por primera vez desde que su presidente destituido se fugara del paí­s la semana pasada, pero la paz acabó rápidamente en el sector céntrico cuando la policí­a respondió con gas lacrimógeno a una marcha de unos 200 manifestantes que se dirigí­an al ministerio del interior. Entretanto helicópteros sobrevolaron el área.

El paí­s fue escenario de disturbios, saqueo y una aparente ola de ajustes de cuentas después que Ben Alí­ se fugó el viernes a Arabia Saudí­, mientras las protestas callejeras se extendí­an después de años de opresión estatal, corrupción y falta de empleo para muchos jóvenes profesionales. El gobierno anunció que 78 civiles murieron durante el mes de disturbios.