Como aquel veintinueve de septiembre del dos mil nueve en que la furia de Neptuno se cebara sobre las islas de Tonga y de Samoa en el Pacífico Sur, así de pronto y de sorpresa la noticia corría por todo el territorio nacional: El ex presidente Portillo era capturado en el departamento de Izabal. La efectividad combinada de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, de la CICIG y en menor grado de los nacionales, añadido a la moderna tecnología empleada, daba por resultado el éxito de una persecución que puede ser analizada desde distintos puntos de vista. La capacidad tecnológica que puede detectar una aguja en el pajar, que ha sido incapaz de localizar a Bin Laden en el Medio Oriente, demostró en nuestro pequeño país, lo imposible de pretender escapar de ella.
Y así, como ese fenómeno natural, cuya violencia cayó de plano sobre la población isleña, así también, el golpe dado por los grupos en cuestión, desataron una cadena de hechos que esclarecían otros que durante más de veinte años eran conocidos a sotto voce, sin que nadie se atreviera a lanzar la primera piedra. Las declaraciones del ex presidente del Crédito Hipotecario Nacional, José Armado Llort, han permitido encontrar un hilo conductor, que provocará cada día mayores sorpresas. Muchos nombres de quienes amparados en el poder han abusado de él, saldrán a relucir y en la medida en que ese hilo permita deshilar la madeja, en esa misma medida empezarán a rodar cabezas.
Los nombres y apellidos que han sido publicados son solamente parte de una extensa red de crimen organizado que inicia sus actividades «técnicamente» en la década de los ochentas, durante la administración de Vinicio Cerezo. En una pequeña oficina con contacto directo con la presidencia de la república, un pequeño geniecillo del mal iniciaba la configuración de la red contactando jueces, abogados, magistrados, diputados, políticos, jefes policíacos, oficiales del Ejército, empresarios etc. Toda una gama de personajes que deberían cubrirse unos a otros.
Con rigurosa matemática y disciplinada organización fueron cubriendo aquellas dependencias estatales que facilitarían el trabajo de la organización. Durante muchos años se identificó al general Manuel Callejas Callejas como el cerebro de la organización, cerebro que provocara incluso el incendio de la Aduana Central para hacer desaparecer miles de documentos relacionados con importaciones y exportaciones.
La inteligencia estadounidense, que tiene la cualidad de utilizar a personajes para cumplir con sus propios objetivos, para luego desecharlos y descubrirlos (sin tachados que ocultan a aquellos aún útiles) años más tarde mediante sus desclasificados. Así en los ochentas lanza la primera señal de alarma cuando identifica a «pequeñas piezas» del entramado en una acción dirigida a introducir droga por el aeropuerto internacional.
En su momento me opuse tenazmente a la instalación de la CICIG en nuestra tierra. Creía y creo que las instituciones guatemaltecas deben tomar la responsabilidad de recrearlas, fortalecerlas y éticamente profesionalizarlas. Sin embargo debo reconocer que, a pesar de los intereses políticos inmersos en la problemática, su accionar llevará a que, no solamente se sepan, sino se castiguen los abusos de poder, en los que se verán envueltos todos los presidentes «democráticos» y muchos de sus funcionarios.
No sólo Ortega Menaldo, no solamente Salán Sánchez, ni Napoleón Rojas saltarán a la palestra. Muchos más en la poderosa cadena delincuencial del crimen organizado saldrán a relucir, dándole a la justicia un respiro que pueda devolver a la población la confianza, una confianza hoy por hoy, casi totalmente perdida.
Claro, el tsunami político que creara la captura del ex presidente Portillo, nunca hubiera sido posible si no estuviesen de por medio los intereses de los creadores del proyecto HAARP capaces de crearlos, y el velado mensaje de la oligarquía criolla, de que no es posible enfrentárseles sin desastrosos resultados. Ojalá este efecto pueda alcanzar también a las administraciones de Serrano, Arzú, Berger, etc.